La gran responsabilidad de liderar un país para todos
La neurodiversidad es una realidad que requiere atención, sensibilidad y planificación. ¿Cómo vamos a aliviar la presión que recae especialmente sobre las madres? ¿Cómo aseguramos terapias accesibles y sistemas educativos más inclusivos? ¿Cómo obligamos a las aseguradoras a responder?

Cuando entendemos la gran diversidad de ecuatorianos, comprendemos que no se gobierna a un solo Ecuador, sino a muchos. Las realidades son tan distintas entre sí que los gobernantes están llamados a asumir la responsabilidad de representar no solo a las mayorías, sino a todas las voces. Entre esa diversidad, además de las diferencias culturales, étnicas o religiosas, existe una que impone un reto adicional al aspirar a la presidencia: la neurodiversidad.

La neurodiversidad es un concepto que reconoce las diferencias neurológicas —como el autismo, el TDAH o la dislexia— como variaciones naturales del cerebro humano, no como trastornos o discapacidades. Aunque en Ecuador no existen estadísticas oficiales al respecto, se estima que entre el 15% y el 20% de la población mundial es neurodivergente. Si aplicamos ese cálculo a nuestro país, alrededor de 3,580,000 personas estarían dentro de este grupo.

Pero la realidad no termina ahí. Por cada persona neurodivergente, al menos tres miembros de su familia o entorno cercano también enfrentan impactos emocionales, profesionales y económicos. Eso significa que más de 10,7 millones de ecuatorianos —más de la mitad del país— viven directa o indirectamente los desafíos que implica la neurodiversidad.

Por eso, hoy pregunto a quienes aspiran a liderar el Ecuador: ¿cuál es su propuesta concreta para este grupo? ¿Qué políticas, estrategias o campañas planean implementar para atender sus necesidades con dignidad? Empecemos por lo más básico: el lenguaje. ¿Vamos a permitir que la neurodiversidad se use como burla o insulto en el discurso político? ¿Seguiremos usando expresiones como "déficit de atención" de forma despectiva?

La neurodiversidad es una realidad que requiere atención, sensibilidad y planificación. ¿Cómo vamos a aliviar la presión que recae especialmente sobre las madres? ¿Cómo aseguramos terapias accesibles y sistemas educativos más inclusivos? ¿Cómo obligamos a las aseguradoras a responder? El camino no es fácil, pero sí es posible con la voluntad de líderes que se atrevan a decir, con convicción: "Sí, esto sí es mi problema." (O)