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Las sociedades que claudican ante a la estulticia corren el riesgo de convertirse en consorcios estultos. Mantengámonos atentos para enfrentar a los avispados engañosos. Hagámoslo con la inteligencia de que los otros carecen... y con la determinación y el coraje que el saber impone.

21 Junio de 2023 09.36

El término tiene su origen etimológico en las locuciones latinas “stupere” y “stultus”, traducidos como “paralizar” y “necio”, respectivamente. En el lenguaje común se lo usa para significar necedad y tontería, sinónimos de estupidez. Ésta, a su vez, es la ineptitud para comprender un algo, que puede ser simple o demandar de cierto esfuerzo intelectual. 

La estulticia no es llana bobería o torpeza. Ello por cuanto para la filosofía, la estulticia no siempre es expresión de limitaciones en inteligencia, pues existen estúpidos medianamente inteligentes, así como profundos en entendimiento que fulguran gansada y desatino con sus actos. Por tanto, el dilema al enfrentar la estulticia viene más bien dado por identificar la gravedad de las manifestaciones de los imbéciles. De hecho, muchas personas llegan al deslucimiento en erudición a través de un proceso de absorción y consiguiente aprendizaje viciado. En otras palabras, el torpe en muchas ocasiones no nace tal pero se convierte en uno por influencia del medio en que se desenvuelve.

En determinadas circunstancias la estulticia es también resultado de emprender en la búsqueda de propósitos nocivos y perversos. De allí que la estupidez es harto más atrevida que la maldad. Al malo se lo puede enfrentar con argumentos consistentes en sensatez y hasta empleando la fuerza, en tanto que para el estúpido ninguna explicación es suficiente… se mantendrá en sus cuatro cual asno que no se mueve.

A lo anterior se refiere de manera magistral el alemán D. Bonhoeffer, quien por su solidaridad con los judíos murió en un campo de concentración nazi. Desde su confinamiento escribió varias cartas que fueron publicadas póstumamente. Resumamos sus ideas: (a) Contra la estupidez no hay defensa posible. (b) El razonamiento frente a los estúpidos de nada sirve. (c) Los prejuicios personales de los necios a lo más pueden ser descreídos. (d) El torpe contrarresta los fundamentos válidos con meras críticas. (e) Cuando la fundamentación es innegable, la deja de lado con excepciones triviales. De allí que para nuestro autor la estupidez “más allá que un defecto intelectual”, es uno de “índole moral”, afirma.

El estulto es un ser que se detesta a sí mismo. Cuando toma conciencia de sus limitaciones doctas, en lugar de recapacitar sobre ellas y rectificar – fruto de sus inseguridades – esa animadversión se ahonda y traduce en un sostenido sumario de resentimiento tanto consigo como social en general. La animosidad del bobo lo conduce hacia un camino sin salida, o al menos a una meta que al tiempo de causar daño propio perjudica a la sociedad como un todo.

También es inescrupuloso. Hace uso constante de la mentira, que la asume como herramienta de defensa ante la imposibilidad de que sus nulos razonamientos tengan ecos válidos. Tergiversa tontamente la verdad sin siquiera percatarse de que ésta siempre prevalece. El mayor de los de este tipo es el individuo a quien le importa poco su fullería, siendo que al no poder trascender en forma digna – su imbecilidad no le permite – opta por camuflar su estupidez falseando los hechos.

El estúpido es asimismo vanidoso. Hace gala de su simpleza, que la transmite dejando de advertir que la vanidad procede cuando viene acompañada de solvencia intelectual mas no de estolidez. El discurso del estólido, salvo para otros igual estólidos, es cargoso y produce rabia. A propósito de la verborrea del estúpido: “el ignorante, si calla, será tenido como erudito, y pasará por sabio si no abre los labios” (Salomón).

La sobrevivencia ante los estultos demanda de una permanente atención a estos, a efectos de desenmascararlos en toda instancia. Como dice M. de Montaigne, francés, moralista renacentista, no basta con apartarse ni de mudar en locación. Es indispensable estar siempre atentos a toda manifestación de majadería para rebelarse en consecuencia.

Las sociedades que claudican ante a la estulticia corren el riesgo de convertirse en consorcios estultos. Mantengámonos atentos para enfrentar a los avispados engañosos. Hagámoslo con la inteligencia de que los otros carecen… y con la determinación y el coraje que el saber impone. (O)

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