En 1898 nace en Países Bajos el artista M. C. Escher. Su obra es una plasmación gráfica de geometría y matemáticas, magistralmente representadas en lo imposible y lo relativo. Hoy nos interesa el mensaje filosófico social que entraña uno de sus dibujos más famosos, la escalera (Relatividad). Estamos ante un templo cuyo principal eje arquitectónico es una escalinata que, cual laberinto eterno, conduce al vidente a abstraerse del espacio.
La escalera perenne caracteriza la relatividad de todo cuanto gira alrededor del hombre y por ende de la sociedad. Se encuadra en el contexto del surrealismo freudiano repulsivo de convencionalismos… que siempre desembocan en la nada. El subconsciente, en el ejercicio expresivo de Escher, obliga a recapacitar sobre lo imprescindible de tratar de entender qué está tras y delante del desenvolvimiento humano.
El hombre es humano por la capacidad que tiene de conjeturar respecto de sus actos trascendentales. La auto calificación que haga de su naturaleza es irrelevante. Lo decisivo no es subir o bajar el graderío de la vida, mas concientizarse del espacio y el tiempo en que el sujeto encuentra su devenir y porvenir. El espacio es infinito y contingente. Nuestra estancia en él, por tanto, evidencia la paradoja de desenvolvernos en términos finitos y absolutos. El tiempo asiste a ubicarse en tal espacio.
Algunos pensadores empatan la plástica de Escher con la profunda literatura de J. L. Borges. A su vez, a los dos con el daoísmo o taoísmo. Para éste, el hombre está compelido a no obstinarse en un solo camino, siendo que al hacerlo limita sus propias opciones de deliberación. La visión del entorno y deducida meditación ayudan a encontrar el sendero correcto, con independencia de la posición relativa en el espacio y en el tiempo.
La extravagancia, como sinónimo de paradoja, es abordada por Borges en Los avatares de la tortuga. Afirma que el hombre ha soñado el mundo. Lo ha visto en su subconsciente resistente, misterioso (…) ubicuo en el espacio y firme en el tiempo. Sin embargo, sostiene el argentino, el humano ha consentido en eternos intersticios de sinrazón para saber que es falso. Ello conduce a la ilusión que desilusiona. El espejismo de la escalera de Escher, precisamente, puede desencantar si pretendemos subir y bajar sin cuestionarnos primero a dónde deseamos llegar.
Las simetrías en la existencia son una quimera óptica, producto del afán irracional de vivir bajo disimulos, simulaciones y apariencias. La vida es asimétrica, pues depara día a día encrucijadas a enfrentarlas con disposición y coraje. Destreza y arrojo que solo podemos impregnarlos nosotros mismos mediante actitud reflexiva.
Cualquier esfuerzo por adelantar en el camino será vano si, consciente o inconscientemente, nos aferramos a vivir en laberintos y embrollos mentales. Al igual que los prebostes en la escalinata del neerlandés, movernos en un mundo ilusorio conlleva el riesgo de extraviarnos en dimensiones confusas. Al caer en el abismo de la repetición de errores, volveremos al punto de partida, como en la escalera de Escher. Ésta es una sin fin que nos mantiene enfrascados en marañas imposibles de superarlas.
La gráfica de Escher puede también ser trasladada a la sociedad. Los pueblos que porfían en emprender en una ruta sin el claro norte de su horizonte terminan regresando al sitio del que huyeron… y así continúan sumidos en frustraciones.
No se trata en exclusiva de dirigentes sociales perdidos en sus propios enredos maliciosos. Es asimismo el caso de las masas que se dejan liar por aquellos. Al igual que en la geometría las figuras cóncavas y convexas pueden acoplarse armónicamente, unos y otras deben arrancar con intereses comunes que les permitan avizorar la cumbre de la escalera con la misma perspectiva. Si al margen de la retórica los réditos pretendidos por los cabecillas discrepan del bien común, la sociedad transitará por escalones que siempre terminarán en el paraje de inicio.
Baste observar a algunos países de América Latina. De poco sirvieron los esfuerzos promovidos luego del desastre que trajo consigo el populismo. Treparon algunos escalones pero corren el peligro de descender, cual la grafía de Escher, al espacio de que partieron. Aborrecieron ese ambiente… no obstante, neciamente, como que vuelven a orientarse de regreso al mismo. (O)