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La fachada de un reclamo razonado terminó demostrando las garras de una sedición concertada, dañina con proclamas irritantes de lucha para imponer el punto de vista de un grupo minoritario, que no usa las instituciones democráticas para cultivar un diálogo de buena fe como instrumento para dirimir discrepancias.

23 Junio de 2022 14.24

La gran excusa para las movilizaciones encabezadas por la CONAIE fue la economía con sus secuelas en la vida de la gente. La carestía de los bienes, el precio de los combustibles, la falta de créditos, el desabastecimiento de medicinas, en fin, la “inadecuada política económica” De ahí nacieron las 10 peticiones motivantes del levantamiento (cuestionables e incoherentes) que las ven como salvadoras, cuando saben que no lo son, pero, las usan como el gran escudo que justifica su realización. 

Después de todo lo que el Ecuador vio en estos días, si alguien todavía cree en la sinceridad del planteamiento, con seguridad forma parte de esa minoría de minorías violenta, irreflexiva, cuyos actos vandálicos marcaron la motivación desestabilizadora del sistema democrático. Quienes la dirigen no tienen excusa alguna sobre las responsabilidades por tanto atropello, intimidación, violencia, secuestro y muerte. El gobierno y la fuerza pública defendieron la democracia, aunque no pueden impedir daños en la propiedad privada por la multiplicidad de frentes abiertos por los violentos. Es una lucha desigual entre la gran mayoría de ecuatorianos que predica la paz, espera que funcione la democracia, la ley se cumpla, el Estado practique sus obligaciones y sus instituciones actúen con firmeza; y, estos violentos que encontraron en la impunidad su modo de vida, cultivada por esa mayoría de legisladores irresponsables que mediante una resolución ignominiosa les concedieron una amnistía burda después de lo que hicieron en octubre del 2019. 

No hay límite en el nivel del vandalismo ni que decir sobre el irrespeto a los derechos de los demás, así como el cumplimiento de sus obligaciones políticas y sociales. Han llegado a envenenar el agua de Ambato (que repiten pues no les pasó nada por lo que hicieron en el 2019) y ahora también parte de Quito (actos criminales de lesa humanidad), quemaron el cuartel de policía del Puyo, vuelven a secuestrar policías, amenazan con cortar el servicio eléctrico a Guayaquil, todos actos penados por la ley que, en ocasiones anteriores se los toleró, con una rabia contenida, por ingenuidad, miedo o simple pasividad de la mayoría de ecuatorianos; pero que ahora ya se hartó y da claras señales de despertarse y exigir al gobierno que defienda sus derechos con firmeza, a la fuerza pública que cumpla sus obligaciones de preservar el orden, a la fiscalía que actúe con prontitud y a los jueces que no se acobarden ni actúen como cómplices ante tanto vandalismo. La mayoría de los ecuatorianos quiere vivir en paz, pero su actitud tiene un límite. No despierten al león dormido.

 La fachada de un reclamo razonado terminó demostrando las garras de una sedición concertada, dañina con proclamas irritantes de lucha para imponer el punto de vista de un grupo minoritario, que no usa las instituciones democráticas para cultivar un diálogo de buena fe como instrumento para dirimir discrepancias. Y, en ese plano, la democracia molesta porque el objetivo es recuperar el poder para asegurar la impunidad de unos y el control absoluto de otros. 

Es la democracia la que les sofoca por los derechos y obligaciones que sustenta, aunque pocos reconocen sus profundas virtualidades. Su defensa obliga a actuar con unidad y convicción. (O)

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