Quisiera empezar contándote una historia que, aunque tiene sus raíces en mi infancia, encontró su verdadera relevancia muchos años después. Crecí en un hogar donde la curiosidad no era exactamente bienvenida. Mi padre veía en las preguntas constantes una muestra de incapacidad para entender el mundo o simplemente una fuente de molestia. Así que aprendí a guardarme mis inquietudes, a reprimir esa chispa natural que todo niño tiene para entender el porqué de las cosas.
Sin embargo, algo cambió en mí a los 33 años. Después de pasar por un período difícil, comencé a sentir una curiosidad incesante, un deseo de comprender lo que me rodeaba y buscar respuestas a preguntas que había reprimido durante tanto tiempo. Fue esta curiosidad la que, hace más de 17 años, me llevó a descubrir un mundo que en aquel entonces era prácticamente desconocido en Ecuador: el marketing digital. Hoy en día, este campo es tan común que casi parece un cliché, pero en ese momento era un terreno inexplorado, una oportunidad esperando a ser aprovechada.
Había vendido mi agencia de publicidad a los 31 años, un acto impulsivo motivado por la emoción de ver tantos ceros en mi cuenta bancaria. En el contrato se estipulaba que no podría dedicarme a la publicidad durante 10 años. A esa edad, no pensé en las implicaciones a largo plazo; estaba demasiado ocupado disfrutando del dinero. Pero dos años después, la realidad me golpeó. Me encontré cuestionando qué había hecho con todo ese dinero y, más importante aún, qué iba a hacer con mi vida.
Fue entonces cuando la curiosidad volvió a ser mi salvavidas. Empecé a investigar, a observar lo que estaba ocurriendo en el mundo, no solo a nivel local, sino global. Me di cuenta de que el marketing digital estaba comenzando a cambiar la manera en que las empresas se comunicaban con sus clientes. Aproveché un vacío legal y, con la aprobación de la otra parte, incursioné en este campo en 2010. Recuerdo claramente cuando me senté con quien había comprado mi negocio y lo invité a ser parte de esta nueva aventura. Su respuesta fue algo así como: "esas novelerías no son negocio". Hoy, esa gran empresa ya no existe, mientras que yo, en 2020, volví a vender mi agencia, esta vez por un número muy interesante.
Esta experiencia me enseñó que mi verdadera pasión no era la publicidad, sino la educación. No obstante, debo reconocer que fue gracias a la industria publicitaria que construí las bases para lo que hoy es mi misión de vida. La curiosidad no solo me sacó de una situación complicada, sino que también me llevó a construir algo mucho más grande y significativo.
La curiosidad es un motor silencioso que te impulsa a descubrir nuevas ideas y formas de hacer las cosas, saliéndote de lo convencional, y facilita tu capacidad para ajustarte a cambios y desafíos inesperados, manteniéndote flexible. Además, te permite crear y fortalecer relaciones con personas que comparten intereses o conocimientos diferentes, ampliando tu red de conexiones. Esta misma curiosidad aumenta tu entendimiento del mundo, brindándote una visión más amplia y profunda, y mejora tu habilidad para encontrar soluciones creativas a problemas complejos, manteniéndote en un ciclo constante de aprendizaje y crecimiento personal y profesional.
También alimenta tu motivación y pasión al descubrir nuevas áreas de interés, abriendo puertas a oportunidades que de otro modo pasarían desapercibidas. La curiosidad fortalece tu resiliencia, permitiéndote recuperarte de fracasos o adversidades con mayor rapidez, y te hace estar siempre un paso adelante, anticipándote a las necesidades o problemas futuros. Aumenta tu confianza al enfrentarte a lo desconocido, sabiendo que tienes la capacidad de aprender, y te ofrece una mejor perspectiva del cliente, ayudándote a entender mejor sus necesidades y deseos. En resumen, la curiosidad tiene el poder de transformar no solo tu carrera, sino también tu vida entera. Pruébalo, te aseguro que tendrá buenos resultados. (O)
