Si usted es de aquellos que se preocupa por la sobrepoblación y le da vértigo cuando piensa que hay 8 mil millones de personas sobre la tierra, lea este artículo. ¡Aquí le vamos a despojar de ese miedo y se lo reemplazaremos por uno nuevo!
Durante la mayor parte de nuestra corta historia como especie, la población humana se ha podido contar entre los cientos de miles; la población apenas crecía, asolada por enfermedades, hambrunas y guerras. A partir del 1500 empezamos a contarnos entre los millones; el ritmo de crecimiento comienza a acelerar y explota con la Revolución Industrial. En 1800 la población llega a los mil millones. A partir de ese momento, el progreso tecnológico exponencial llevó a un crecimiento exponencial, aumentando nuestra población a 6 mil millones en 1999 y a 8 mil millones solo 24 años después. ¡Crecimiento vertiginoso que nos ha llevado como sociedad a perder el sueño por miedos sobre la sobrepoblación!
Nuestra población seguirá creciendo durante al menos otros 60 años, llegando a un poco más de 10 mil millones a finales de siglo. Probablemente nunca seremos más. A partir de ahí, se jode la cosa. Y es que ese crecimiento y número inconcebible de personas oculta una realidad aún más problemática: la gente ha dejado de tener hijos. El número de hijos por pareja, o tasa de fecundidad, está cayendo en picada por todos lados.
Para que una población sea constante, cada pareja debe tener 2.1 hijos en promedio. Esto se conoce como el nivel de reemplazo poblacional. Si el número es mayor, la población crece. Si es menor, disminuye. Si está muy por debajo, la cosa se complica harto, porque disminuye mucho y rápidamente. Como en Corea del Sur, donde la tasa de fecundidad era de 0.8 hijos por mujer en 2022, la más baja del mundo. Esto significa que 100 surcoreanos en edad fértil tendrán 40 hijos, quienes luego tendrán 16 hijos, y estos tendrán 6. Si nada cambia, en 100 años habrá un 94% menos de jóvenes y Corea del Sur verá una implosión poblacional.
Corea del Sur no está sola en esta tendencia. En todo el mundo, las tasas de fecundidad están cayendo. China puede estar viendo la reversión poblacional más pronunciada de la historia. La rápida industrialización y urbanización, junto con la política del hijo único, han mantenido baja la tasa de fecundidad durante décadas. Con una tasa de 1.16 nacimientos por mujer, en cuatro generaciones, 100 jóvenes chinos se convertirán en 20. En Estados Unidos y Europa también se experimenta una baja, aunque más lenta debido a la inmigración. En América Latina, tierra de pasiones, las tasas de fecundidad cayeron por debajo del nivel de reemplazo en 2015. Si creyeron que, en nuestra tierra linda, el Ecuador, que tiene de todo, hay una tasa mayor al nivel de reemplazo, pues 0 en la lección: en Ecuador estamos en 1.8. Hasta en África, donde las tasas de fecundidad son relativamente más elevadas, estas están disminuyendo más rápido de lo esperado.
Número de hijos por pareja
Y es así como el crecimiento demográfico exponencial que hemos conocido puede convertirse en todo lo contrario.
La disminución de las tasas de fecundidad y el consecuente envejecimiento de la población plantean un problema económico grave: las sociedades necesitan suficientes personas jóvenes y de mediana edad, quienes son los que más aportan recursos y pueden sostener a la población mayor, que por su parte contribuye relativamente menos y necesita más recursos, especialmente en lo que respecta a la salud. Por eso, cuando un número decreciente de personas jóvenes tiene que proveer a un número creciente de personas mayores, los recursos empiezan a menguar y el peso financiero para la población más joven comienza a aumentar. No soy yo un experto tiktoker en paternidad, pero la presión de deber financiar en mayor medida a los abuelos y padres no ayuda pues a querer tener hijos. Esta realidad, que puede parecer teórica, ya se observa en los fondos de pensiones de todo el mundo, que se encuentran en déficit o contemplan déficits en el mediano y largo plazo.
En este sentido, resulta útil imaginar a la población más joven como un recurso en sí misma. Y como todo recurso, hay que protegerlo. Sabemos que el costo de criar hijos y la dificultad de coordinar carrera profesional y crianza son de los principales factores que explican el declive de las tasas de fecundidad. Como sociedad, debemos empezar a buscar soluciones a estos problemas y evitar el dramático cambio de la estructura de nuestra población que, si sigue su tendencia actual, va a terminar generando más pobreza. Existen en el mundo varios ejemplos de políticas públicas en favor de la fecundidad: apoyo financiero a nuevos padres, permisos de maternidad/paternidad, deducciones fiscales, etc. Algunos dirán que estas cosas cuestan, y tienen razón, pero su costo no se compara con el costo que pagaremos más tarde si no hacemos algo para que la tasa de fecundidad suba por encima del nivel de reemplazo.
¿Entonces? Todo esto para decir que la verdadera riqueza de cualquier grupo humano es esa: el humano, la persona que va a ser alguien y hacer algo por los demás. Un país puede ser rico en recursos minerales, agrícolas o energéticos, pero si no hay gente que sepa y pueda usarlos para transformarlos en bienes y servicios que procuren bienestar, entonces no hay real riqueza. ¡Con eso le dejo! Ya sabe lo que tiene que hacer 😉. (O)