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lenguaje economico
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Estas realidades, cuya importancia no es asimilada suficientemente en la sociedad, esconde el lenguaje cuantitativo, en apariencia neutral y científico. Su influencia y predominio se extiende por el mundo desarrollado y en el de menor desarrollo.

18 Agosto de 2023 11.48

Con el desarrollo de la tecnología, especialmente de la información, la sociedad ha alcanzado un acceso cada vez más amplio al conocimiento de los problemas económicos que acontecen en el mundo. En él prima la utilización de una terminología que recoge en parte el significado técnico de un hecho o asunto económico, que se transforma en un lenguaje que no  refleja con rigurosidad sus  conceptos y su esencia. Esto determina que  el “público intelectual” se vea inmerso en una corriente de falsa sabiduría, que le  separa cada vez más de la realidad. 

La concepción que sobre un problema económico expresa todo ciudadano, surge de  las consecuencias y efectos que causan en su vida personal. No es, en todo caso, un problema de semántica por la ausencia de una interpretación correcta  del sentido de las palabras; se trata de la expresión de una característica fundamental de la ciencia económica: los problemas económicos son de interés de todos, es decir de interés social y no individual, como sería el caso de aquellos  que dominan los técnicos y que atañen a cada persona en particular. 

Al tratarse de  problemas económicos –desempleo o la inflación, por ejemplo-, por ser problemas que afectan a  la sociedad entera, son objeto de análisis, opiniones, propuestas y demandas para su solución por parte de todos. Como consecuencia, el rigor del concepto o del significado de un problema económico se diluye, se pierde en una cortina de humo y se construye una “ciencia” carente de rigor.

El lenguaje no es la realidad, pero es un instrumento básico para comprenderla y transformarla, siempre que sea una representación más o menos fiel de ella. Así, hay terminologías distorsionantes de la realidad o expandidas con el respaldo de ideologías que han penetrado en el pensamiento de la población. Con palabras fáciles de aprender,  inducen a la utilización de cifras, estadísticas y comparaciones numéricas para dar la sensación de que su discurso es serio, científico. Así se define la estrategia económica global de un país, mediante indicadores cuantitativos globales de crecimiento, inversión, equilibrio fiscal y otros; se considera a un país como una cosa medible con magnitudes numéricas, casi todas monetarias.

Aunque no se pretende deslegitimar la cuantificación en la evaluación de la economía del país, o en el planteamiento de objetivos para mejorarla, se debe insistir a fondo sobre la necesidad de tener en claro su estructura cualitativa. El énfasis unilateral en la cantidad, sin aclarar su contenido, esconde una verdadera trampa ideológica comúnmente conocida como la falacia cuantitativa, que pretende que un proyecto o un plan económico nacional es un conjunto de tasas de crecimiento. 

El origen ideológico de la falacia cuantitativa es la forma de producción basada en la ganancia. Para esta mentalidad el país es comparado con una gran empresa; los problemas nacionales de largo plazo se atacarían  maximizando la tasa de crecimiento. Se descuidan los objetivos de resultados no cuantificables como el mejoramiento de la educación y la salud, la seguridad y protección social, la prevención de la contaminación. Esos problemas son  objeto de discusiones presupuestarias; el Estado es un administrador o una causa directa del estancamiento económico, y aún de su crisis.

Según esta corriente falaz, la mejor manera de medir el grado de desarrollo del país es por la vía de ingreso por habitante, que es la suma de todo lo que se  produce en un periodo, promediado con la población total. Una ficción que aparenta que la población más pobre dispone de ingresos muy superiores a los reales; se esconden graves desigualdades sociales. 

 De aquí nace otra falacia cuantitativa que otorga carácter a los incipientes procesos de planificación económica de los países de menor desarrollo, que propone “primero crear la riqueza para poder distribuirla luego”. Curiosa manera de alcanzar la riqueza sin considerar que es el resultado del proceso productivo, que de por sí contiene elementos distributivos por la vía del pago por el uso de los factores de la producción, incluidos los correspondientes a la fuerza de trabajo. La alta concentración del ingreso en estos países resulta de los procesos irracionales de distribución en la creación de la riqueza, y del predominio de los objetivos rentistas por sobre la atención a las necesidades sociales.

Estas realidades, cuya importancia no es asimilada suficientemente en la sociedad, esconde el lenguaje cuantitativo, en apariencia neutral y científico. Su influencia y predominio se extiende por el mundo desarrollado y en el de menor desarrollo. Al aceptarlo se legitima todo un contenido cualitativo, toda una ideología y  un estilo de desarrollo ajeno a  la realidad  específica de cada país.  (O)

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