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Ciertamente, Noboa no es perfecto, ¿acaso alguien lo es? Pero si seguimos buscando un candidato ideal, seguiremos eligiendo líderes que, al asumir el poder, en lugar de portar la banda presidencial, se coloquen una camisa de fuerza diseñada en Montecristi.

6 Enero de 2025 11.15

Es diciembre de 2028 (cuatro años desde hoy) y se empieza a elaborar el presupuesto general del Estado para 2029, un presupuesto que, comparado con el de 2025, muestra una reducción cercana al 50%. Es decir, los gastos del Estado se han reducido a la mitad.

Todo comenzó un 13 de abril de 2025. Diana Atamaint anunció que Noboa había ganado, en segunda vuelta, las elecciones por un margen de cinco puntos porcentuales (aún con dudas sobre cómo el correísmo superó su techo histórico del 30% de intención de voto). Noboa, rápidamente, anunció un cambio de gabinete, manteniendo ciertos perfiles que habían dado resultados positivos, pero su enfoque principal estuvo en lo económico. Nombró a un nuevo Ministro de Economía y Finanzas, un experto en macroeconomía más que en manejo de caja, que priorizó la inversión sobre el endeudamiento, y que lideró un cambio en la estructura financiera del Estado, estrechamente ligado al anuncio más importante de Noboa: la Asamblea Constituyente.


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Noboa, con mayoría en la Asamblea, apostó su capital político en un verdadero y profundo cambio en la estructura del Estado. El oficialismo logró consolidar una mayoría en la Constituyente. Al instalarse la Asamblea, la mayoría oficialista propuso votar para reinstaurar la Constitución de 1998 y agregar un máximo de cinco artículos. El más relevante fue la prohibición de que funcionarios públicos despedidos puedan regresar al servicio público o demandar al Estado. En tres meses, por mayoría absoluta, se aprobó el texto en la Constituyente y posteriormente la ciudadanía ratificó la nueva Constitución en las urnas. Noboa no convocó nuevas elecciones del Ejecutivo, ya que la Constitución de 1998 no lo establece, por lo que mantuvo intacto su periodo presidencial de cuatro años.

Esta victoria marcó el inicio de una reforma jurídica, económica y social profunda en Ecuador. Se eliminó el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, se reencauzaron las empresas públicas, y se refundó el Fondo de Solidaridad, pieza clave en la transformación económica del país. Este Fondo, bajo la dirección de un equipo técnico sin intereses particulares, impulsó la privatización, con todas sus letras, de las ineficientes empresas públicas utilizadas históricamente como instrumentos de corrupción política. Noboa nombró un directorio de primer nivel, contrató a varias bancas de inversión internacionales y, en dos años, se concretó la primera transacción, generando un ingreso de 3.500 millones de dólares. Estos recursos se destinaron al pago de deuda externa y a la reducción del déficit fiscal, por lo que se pudo reducir impuestos e incrementar la calidad de los servicios públicos rápidamente. 

 

Inspirado en el modelo de Donald Trump, Noboa fundó la Secretaría de Eficiencia del Estado (SEDE), cuyo propósito principal fue reducir el gasto corriente en sueldos, salarios y administración en un 80%. Además de los recortes de personal, se implementaron procesos más eficientes y tecnología de punta. Naturalmente, esto provocó levantamientos y protestas de funcionarios públicos, que fueron controlados por las fuerzas policiales y militares. A pesar de que también se realizaron recortes en las Fuerzas Armadas y en la Policía Nacional, Noboa, estratégicamente, logró evitar levantamientos o intentos de golpe de Estado.

Como resultado, las perspectivas internacionales de crecimiento económico se volvieron extremadamente favorables. La inversión extranjera comenzó a fluir en Ecuador gracias a un marco jurídico sostenible que brindó seguridad a los inversores y a estructuras sofisticadas que propuso el sector privado.

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Políticamente, con la habilidad que lo caracteriza, Noboa inició la planificación de un siguiente mandato, donde las reformas estructurales serían aún más ambiciosas. Estas incluirían inversiones en infraestructura, educación de calidad, apertura de universidades e institutos técnicos, desarrollo de programas educativos en línea, construcción de hospitales y programas de alto rendimiento, todos gestionados por el sector privado, pero bajo una regulación que garantizaría justicia social. 

Un futuro ideal, ¿verdad?

Regresemos ahora al presente. Esta realidad, este escenario, este sueño, está en nuestras manos. Noboa y una Asamblea Constituyente son las herramientas que nos aseguran mayores probabilidades de éxito para lograr una transformación profunda del Ecuador. Noboa puede finalmente, cambiar una constitución creada bajo la influencia de socialistas, comunistas, venezolanos, cubanos y españoles que no ha hecho sino llevarnos a un declive social y económico como pocas veces lo hemos tenido en nuestra historia republicana.

Ciertamente, Noboa no es perfecto, ¿acaso alguien lo es? Pero si seguimos buscando un candidato ideal, seguiremos eligiendo líderes que, al asumir el poder, en lugar de portar la banda presidencial, se coloquen una camisa de fuerza diseñada en Montecristi. (O)

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