En el Ecuador se sabe poco sobre Jaime Jarrín, el narrador oficial en español del equipo de béisbol Los Ángeles Dodgers y una de las voces periodísticas más reconocidas entre los latinos de Estados Unidos.
Jarrín nació en Quito en 1935, y desde muy joven hizo labores de locución en la afamada estación HCJB La voz de los Andes. En 1955 viajó a Estados Unidos a buscarse la vida, y apenas tres años después, en 1958, empezó a narrar partidos de los Dodgers a pesar de que todavía sabía poco de béisbol. Desde 1973 se convirtió en la primera voz radial en español del equipo de sus amores, y en una carrera vertiginosa de casi sesenta y cuatro años, se convirtió en una leyenda no solo de este reconocido equipo de la ciudad de Los Ángeles, sino de los seguidores de este deporte en el mundo entero.
El ecuatoriano Jaime Jarrín anunció su retiro como narrador el 1 de octubre de 2022, en el último partido que jugó su equipo en esta temporada, cuando fue derrotado en la serie completa por los Padres de San Diego, pero además de una despedida por todo lo alto, con cuarenta y dos mil personas que lo ovacionaron y homenajearon durante varios minutos, y además de una carrera difícil de igualar en la historia del béisbol para un latino, Jarrín se lleva entre sus principales reconocimientos una estrella en el paseo de la fama de Hollywood y su ingreso en el Salón de la Fama del Béisbol en 1988.
Sus amigos dicen que Jarrín es un hombre sencillo, simpático y de amplia conversación. A sus ochenta y siete años, decidió que ya era hora de dejar de trabajar para dedicar algo del tiempo que les quitó a sus hijos con esta profesión y esta pasión en la que también alternó alguna vez con transmisiones de boxeo.
La voz del locutor al que los latinoamericanos aficionados a este deporte reconocen como suya propia, ha acompañado a muchas generaciones de fanáticos que desde hace pocos días y en el futuro extrañarán sus transmisiones poéticas, sencillas y diáfanas, llenas de sabiduría y pasión por su equipo y por el colorido juego en el que se confunden con el portento físico, la agilidad y la destreza deportiva, las cábalas, la geometría, las matemáticas, la estadística e incluso, más allá, la mitología, la religión y la santería.
Nunca fui aficionado al béisbol, aunque de niño jugué y me divertí muchas veces con amigos, un bate y una pelota en canchas de fútbol improvisadas para el efecto. Eso sí, algo de este deporte me ha llegado por la literatura, por Stephen King, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén o José Lezama Lima, seguidores fervientes de este juego, pero especialmente por Haruki Murakami, un escritor que ha confesado una pasión que lo llevó un día en que acudió a un partido de su equipo favorito en Japón a decidir ser escritor, así de pronto, como si se tratara de una cuestión mágica. Murakami comentaba de este modo aquella experiencia en una de sus novelas 'Escucha la canción del viento y Pinball 1973':
"En la segunda parte de la primera vuelta, cuando Sotokoba realizó el primer lanzamiento, Hilton bateó con un bonito golpe efectuado hacia el ala izquierda y logró avanzar hasta la segunda base. El sonido limpio del bate dándole a la pelota resonó por todo el estadio Jingû-kyûjô, y se oyeron unos pocos y dispersos aplausos por los alrededores. En aquel instante, sin antecedente ni fundamento alguno, pensé de pronto: «Sí. Quizá también yo pudiera convertirme en novelista». Todavía recuerdo con claridad lo que sentí en aquel momento. Fue como si algo descendiera despacio, revoloteando, del cielo y yo pudiese tomarlo limpiamente con ambas manos.
En todo caso, hoy me sumo a la admiración por Jaime Jarrín, la voz latina de los Dodgers, la voz que se ausenta luego de tantos años de acompañar a los aficionados de un deporte que, según afirmó el autor estadounidense John B. Rawis, posiblemente con toda la razón, el béisbol es el juego más filosófico de todos… y tiene las reglas de la vida misma, pues se sabe cuando inicia, pero nunca cuando terminará….
Para Jaime Jarrín y para sus amigos del Ecuador, en este retiro voluntario, necesario y merecido, cierro con un verso del poeta Nicolás Guillén escrito en homenaje a Martín Dihigo, quien, dicen, habría sido uno de los jugadores cubanos más importantes de todos los tiempos:
Ahí viene.
Se lo llevan.
Con la fuerte cabeza reclinada
en su guante de pitcher va Dihigo.
El rostro de ceniza (la muerte de los negros)
y los ojos cerrados persiguiendo
una blanca pelota, ya la última.. (O)