La posibilidad de compartir pensamientos y criterios que conjuguen afanes y aspiraciones en beneficio de la colectividad en un marco de comprensión, equidad, solidaridad y justicia en el diario convivir, es un privilegio que a pocos se nos brinda y que lo aceptamos con satisfacción y gratitud para las personas y los medios que abren los espacios de comunicación y nos permiten integrarnos a su valioso grupo de articulistas.
Este inicio coincide con las horas finales del año y con el nacimiento de uno nuevo, constituye el lapso inevitable para meditar en sucesos pasados y analizar acciones futuras, ciñéndolos al vaivén de la existencia con el mosaico de luces y alegrías que alternan con obscuridad y tristezas, paradoja eterna a la que tenemos la obligación de inclinarla hacia el optimismo y el bienestar individual y colectivo.
Vivimos en un hermoso territorio, poseedor de variadas riquezas en el mar, las islas, la costa, los hercúleos nevados y volcanes, en la tupida selva oriental y en sus atesoradas entrañas. Aquí vivieron culturas precolombinas, cuyo desarrollo asombra a los científicos que las estudian. La conquista puso freno y atrofió las costumbres, los ritos y el amor propio de los aborígenes, los esclavizó e impuso el catolicismo con sangre y fuego, se apropió de su terruño y de su personalidad, felizmente el tiempo transcurrió y desembocó en una aceptable tolerancia religiosa y en un ambiente en que predominó la tranquilidad, que etiquetó al Ecuador como isla de paz, aunque internamente lo desequilibraba la inestabilidad política. País pobre que pudo superar esa situación con la explotación petrolera.
Había brotes de corrupción, pero disimulada, oculta y no generalizada, hasta el advenimiento de un gobierno de gente joven que inicialmente entusiasmó al pueblo con decisiones de avanzada y de progreso, pero que prontamente extravió su rumbo, estructuró poderes y efectuó cambios legales necesarios, para, con pretexto de hacer obras públicas, apoderarse del dinero del Estado, y privar al país de la brillante oportunidad de efectuar cambios radicales en su desarrollo. Irresponsable y antipatrióticamente aniquiló la posibilidad de dotar a la nación más escuelas, más plazas de trabajo y un nuevo sistema de salud. La corrupción estalló y lo hizo descaradamente, sin disimulo, desafiante y amenazadora: adquisiciones coimadas, construcciones monumentales, con enormes sobreprecios, refinerías costosas e inexistentes, carreteras sobrevaloradas, ambulancias adaptadas inútiles, justicia intervenida, apertura al narcotráfico, miles de crímenes por disputas de predominio mafioso, prófugos que se disfrazan de honrados, políticos presos que esperan decisiones ilegales de jueces comprados, para obtener la libertad, sin devolver ni un centavo del monto millonario hurtado. Asamblea empeñada en tumbar al gobierno para volver masivamente a su gestión inmoral y delictuosa.
Esta es la realidad actual y la que plantea el desafío del gran esfuerzo que debemos hacer todos los ecuatorianos, para frenar la corrupción, la inseguridad, el crimen organizado y el peligrosamente infiltrante narcotráfico que está terminando con la institucionalidad de la patria. Es obligación de la gran mayoría ciudadana, unirse para enfrentar, a cualquier costo, esta plaga incontrolable y feroz que destruye nuestra heredad y la de nuestros descendientes. (O)