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Identificar lo que sentimos o reconocer que hay alguna emoción que nos gobierna y quizá incluso nos limita, es un punto de inicio para aprender a gestionar las emociones y comprender que juntas y en equilibrio funcionan mejor.

28 Junio de 2024 14.45

La película “Intensamente 2” ha sido una de las películas más esperadas del momento, y ha roto taquilla. Desde la primera parte donde aparecen las emociones de temor, furia, tristeza, desagrado y alegría se ha visto que, consigue despertar interés sobre la gestión e importancia de las emociones desde una visión sensible, divertida y tierna.

En esta segunda parte, además, de darle continuidad a la vida de la protagonista, las nuevas emociones (ansiedad, envidia, aburrimiento, y vergüenza) reflejan el crecimiento de Riley quien ya es una adolescente. 

La he visto dos veces, en la segunda ocasión tenía que mirar con más detalle porque el mensaje desde el punto de vista emocional es profundo, pero, también lo es desde el impacto que tienen nuestras creencias para definir quiénes somos.

La adolescencia es una etapa en la que se va conformando el sentido de la identidad, lo que implica entender quiénes son, que buscan y cuál es la razón por la que están en este mundo, por eso la película se enfoca en mostrar cómo las creencias impulsadas por cada emoción generan impacto en la personalidad en formación de Riley, la joven protagonista. 

Por ello, quiero mencionar algunos puntos clave de esta película que se relacionan con el aprendizaje, con nuestras creencias y el bienestar o malestar que esto genera. 

Cuántas veces mientras enfrentamos un reto nos hemos dicho a nosotros mismos frases como estas: “no soy tan buena” “soy débil” “no soy una buena mamá” “soy pésima para…” o “no puedo”  “soy mala para las matemáticas” “no soy buena para los deportes” “jamás podré aprender esto” “los idiomas no son lo mío” “no soy capaz de…” también nos hemos condicionado diciéndonos “si tuviera más tiempo para estudiar podría conseguir mejores notas” “si tuviera otro profesor podría ser mejor”  y así, muchas más ideas que se convierten en creencias y que, a la final nos limitan.

Lo que hay detrás de todo esto se resume en que la motivación que es un medio para conseguir metas y objetivos está compuesta de expectativas. Estas a su vez traen creencias que conforman la autoeficacia, que es la valía que le damos a nuestra capacidad de aprender el: “yo puedo aprender”. La ciencia ha demostrado que, una autoeficacia alta, se correlaciona con buenos resultados académicos. Entonces, el creer que somos capaces de aprender ya es una garantía de lograrlo, por el contrario, el considerarnos incapaces, inicia un posible fracaso. 

 El tema es que como en la película, cuando las emociones se vuelven intensas como la ansiedad y ésta gana una aparente batalla insinuando que nada va a estar bien y que el fracaso es inminente o nos pasamos haciendo pronósticos fatalistas y anticipándonos de forma negativa a lo que todavía no ha sucedido, es el componente perfecto para evitar que, disfrutemos de los momentos presentes, de la oportunidad de fluir mientras hacemos lo que nos gusta, o aprendemos aquello que podría ser imposible a primera vista.

Identificar lo que sentimos o reconocer que hay alguna emoción que nos gobierna y quizá incluso nos limita, es un punto de inicio para aprender a gestionar las emociones y comprender que juntas y en equilibrio funcionan mejor.

Lo valioso de esta película es que muestra el mundo emocional que, debe ser tomado en cuenta siendo niños, adolescentes o adultos. Y también destaca el poder de las creencias que forman nuestra identidad. 

Recuerda que una creencia limitante, mantenida en el tiempo se hace realidad.  (O)

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