¿A qué edad ingresaron a la Universidad? ¿17, 18 años? Yo a los 17 años y medio empecé a estudiar Comunicación Corporativa en la Universidad de Las Américas (UDLA), presencialmente en el Campus Colón. La decisión de involucrarme en el mundo de la comunicación fue relativamente sencilla, como también fue que lo último que estudiaría sería Medicina y Derecho. En el primer caso ninguna experiencia cercana; en el segundo, abuelo, papá, hermanos, tíos, primos, amigos.
17 años y medio más tarde estoy a punto de iniciar los estudios de mi segunda carrera y adivinen en qué quiero convertirme cuando tenga 40 años: en Abogada de los Tribunales y Juzgados de la República del Ecuador.
Esta decisión no es extraña, no debería llamar la atención. Cuatro años en la consultoría en Asuntos Públicos, casi tres en el gremialismo y algo más de dos en el sector público, esto en un país con una vorágine de normas, de todo nivel jerárquico, pensando desde ya en la clase sobre la construcción escalonada del Derecho de Hans Kelsen. Además, un breve curso “Introducción al Derecho en la vida cotidiana”, de la Universidad Autónoma de Madrid mediante edX.
A lo anterior, súmenle largas charlas en casa, con tres abogados a mi alrededor, y una comunicadora que lo que más quiere hacer es aportar en la tertulia. Claro imposible quedarme atrás y en silencio, trato de participar con criterios, fruto de mi experiencia en las relaciones público-privadas, cultura general, sentido común. Definitivamente, todo esto, tarde o temprano, debía tener un efecto en mí.
El anhelo, que empieza a dar sus pasos para convertirse en realidad, de tener una perspectiva más integral de las decisiones que adoptan las autoridades en política pública me llevó a estar nuevamente en mi alma máter, ahora bajo una modalidad híbrida (90% virtual y 10% presencial), lo que me permite compaginar con mi vida laboral, en la misma institución en la que actualmente colaboro profesionalmente desde las Relaciones Públicas y la Comunicación Interna.
El entendimiento profundo del entorno, sus problemas y consecuencias, es fundamental a la hora de plantear soluciones. En este caso, el Derecho y la Comunicación son dos profesiones complementarias, más aún en este mundo contemporáneo en el que los retos tienen más aristas de lo que uno puede dibujar en el análisis de riesgos y oportunidades.
Imaginen lo siguiente... Una norma, ya sea de jerarquía legal o secundaria, que tiene un impacto en el empresariado, ¿cómo plantear una estrategia comunicacional si no se comprende el contenido de la normativa? O, en su defecto, ¿cómo defender a un cliente si no se comprende el manejo mediático de un caso jurídico administrativo, penal, civil?
Un punto de partida es igual de importante que la planificación e implementación de la estrategia. En esta hoja de ruta, la dos profesiones -el Derecho y la Comunicación- son transversales y extremadamente fundamentales para tener claridad a la hora de tomar decisiones o para sugerir acciones a quien las deba ejecutar, pensando en el impacto económico, productivo, social, etc.
Futuros colegas, no crean que cuando culmine mi carrera ya no tendré la necesidad de contar con su apoyo. Por el contrario, quiero sumar, debatir y generar más iniciativas, a través de mis conocimientos y experiencias, y así contribuir en la construcción de un mundo mejor. ¡Nos vemos pronto! (O)