La historia la escriben los vencedores es una frase acuñada por George Orwell cuando era columnista para una revista británica en 1944, luego Winston Churchill dándole su toque personal diría la historia será generosa conmigo, puesto que tengo la intención de escribirla yo…, en los años setenta la española Carla Montero en su obra El Invierno en tu rostro afirmó: La historia la escriben los vencedores, pero el paso del tiempo da voz a los vencidos, en cualquier caso, el silencio de quienes aparecen como protagonistas de ciertos hechos, abre de par en par, la puerta de la injusticia y la maledicencia.
Las campañas de posicionamiento de verdades y mentiras históricas, son una constante a lo largo de la existencia de la humanidad, unas contadas con estricto rigor técnico-científico y otras escritas con verdadero cinismo y sin el menor escrúpulo.
El dictador cubano Fidel Castro perfecto conocedor de las sensibles teclas de la historia, adelantándose al juicio futuro, escribió el panfleto titulado La historia me absolverá como justificación de sus campañas militares, crímenes de lesa humanidad y atropellos en contra de sus adversarios políticos que están presos o han muerto en la cárcel. Comprobada está, hasta la saciedad, la paupérrima situación de la Isla y su decadente régimen, el pueblo cubano sigue sumido en la miseria y el ostracismo, sin derechos y humillados por el todopoderoso y único partido comunista. Al final del camino, la historia ha condenado al jefe de los barbudos, mientras su descendencia goza de las mieles de su mal habida fortuna.
En nuestro país, el sitio adjudicado al presidente Gabriel García Moreno no es el que merece, si bien es cierto se lo califica de tirano, giran en su entorno muchos prejuicios y verdades a medias, no se ha considerado, en su real dimensión, la incidencia que como gobernante tuvo y tiene hasta nuestros días.
El academicismo que le honra al historiador socialista Enrique Ayala Mora, reconoce su compleja personalidad y su enorme acción pública, no se puede ocultar la valía de este presidente, cuya obra sigue presente, pues para hablar de él, hay que citar obligatoriamente, la idea y decisión para iniciar la construcción del ferrocarril, así como el óptimo aprovechamiento de los recursos del estado.
En educación las cifras no pueden ser más reveladoras, el crecimiento en la población escolar fue sorprendente, de 13.459 alumnos en el año 1867 a 32.000 escolares en 1875. Los hermanos cristianos, las religiosas de los Sagrados Corazones y las Oblatas para la educación primaria, los Jesuitas para la secundaria y los alemanes para la Politécnica Nacional, están ahí para contar su historia. Al presidente García Moreno, los escritores ideologizados lo convirtieron en monstruo o redentor.
Lo propio ha sucedido con el General Leonidas Plaza Gutiérrez, el mal trato histórico alrededor de su figura es evidente, se le acusó de conspirar en 1911 contra el gobierno de Alfaro, cuando estaba en Nueva York planeando mudarse a Londres, se le acusó también de urdir el atroz arrastre de los Alfaro en 1912, cuando siempre ayudó al Viejo Luchador y firmó la capitulación para evitar más muertes, después de Yaguachi. Luego se dijo que nació en Colombia para ejercer el poder entre 1901 y 1905, cuando existen pruebas contundentes de su nacimiento en la localidad de Charapotó-Provincia de Manabí.
Según la investigación de Rafael Arroyo, el general fue víctima de su silencio, sostuvo erradamente que la verdad prevalecería y por lo tanto no era necesario defenderse, lastimosamente los libros de historia no consideraron sino solamente la versión perniciosa. Pasado el tiempo se ha descubierto la verdad. El citado autor exime de culpa, con pruebas, a Plaza Gutiérrez del crimen en el cual la muchedumbre enfervorizada participó directamente.
Marc Bloch historiador francés de los grandes del siglo XX, calificaba su profesión como la ejercida por alguien que no juzga, ni condena, solo busca explicaciones del pasado. En tanto que, sin ninguna pretensión, sobre las circunstancias históricas señaladas, esta pluma las expone, para que usted estimado lector, las analice, investigue, digiera y concluya.
El Teniente sonreirá en el cielo y su descendencia en la tierra también… (O)