Hay libros que se quedan marcados en el archivo de nuestra memoria por sus impactantes historias, por su prosa impecable, por los rasgos particulares de uno o más de sus personajes, o quizás por una escena específica que nos resulta inolvidable. Pero también sucede en ciertas ocasiones, aquellas en que a los lectores nos invade una inolvidable y secreta emoción, cuando descubrimos un libro que nos atrapa y seduce por diversas razones.
En el año 2015 me sucedió esto con la novela 'Hombres buenos' del escritor Arturo Pérez Reverte, y este 2021 volví a experimentar una sensación parecida con su nueva obra, 'El italiano'. En realidad podría citar muchas otras de sus novelas que he disfrutado, apreciado y que he recomendado especialmente, entre ellas 'La tabla de Flandes', la trilogía 'Falcó', 'Eva' y 'Sabotaje', 'La carta esférica' o 'Sidi', pero si hoy tuviera que escoger entre la amplia obra narrativa de este autor, me quedaría con las dos primeras.
Si en 'Hombres buenos', que lleva una dosis significativa de ficción, Pérez Reverte recrea de forma magnífica la fabulosa historia de dos académico, Hermógenes Molina y Pedro Zárate, que viajan a Francia a finales del siglo XVIII para adquirir los veintiocho volúmenes de la Encyclopédie, esa afamada enciclopedia de la ilustración que fue editada entre 1751 y 1772 bajo la dirección de Diderot y Le Rond d'Alembert, y cuyo traslado a España representaba toda una epopeya por tratarse de una obra que formaba parte de los índices prohibidos de la iglesia, en 'El Italiano', con más realidad y rigor histórico, pero también con aderezos de ficción, indispensable para rellenar ese tipo de aventuras históricas, los lectores asistimos quizás a la narrativa más pura y limpia del escritor cartaginés que aborda con verdadera maestría un pasaje de la Segunda Guerra Mundial en el estrecho de Gibraltar, entre el peñón inglés y la ciudad española de Algeciras.
La historia cuenta que entre 1942 y 1943, varios buzos de combate italianos hundieron y provocaron daños a catorce barcos aliados en esta bahía que constituía una zona estratégica de enorme importancia para ambos bandos. Pero, lo más curioso de esta aventura protagonizada por los combatientes italianos, además de la trama amorosa que teje el autor entre Elena Arbués, una bibliotecaria española y Teseo Lombardi, uno de los intrépidos buzos, es el torpedo humano que utilizaban para realizar estos sigilosos pero letales ataques. Estas curiosas naves, que en aquella época resultaban de un avance tecnológico impresionante, se denominaban coloquialmente Maiales, pero habían sido bautizadas en la Regia Marina como SLC (Siluro a Lenta Corsa). En definitiva, se trataba de motos acuáticas para dos tripulantes cuya principal cualidad era que al acercarse a su objetivo durante la noche, barcos o cruceros aliados, podían sumergirse como submarinos y recorrer varias millas sin ser identificadas o interceptadas por el enemigo. Por supuesto, los buzos que las conducían llevaban máscaras y tanques de oxígeno, lo que les permitía llegar hasta el casco de las naves aliadas, colocar allí los explosivos con imanes poderosos y escapar de forma rápida antes de la explosión.
Estas misiones casi suicidas son recreadas de forma soberbia en 'El italiano', cuya concepción arranca en los años ochenta cuando el corresponsal de guerra, Arturo Pérez Reverte, conoció a varios protagonistas de esta fabulosa novela y descubrió el hilo conductor de la que es una inolvidable aventura narrativa que aborda no solo las peripecias, tragedias y éxitos de estos combatientes del mar, sino también las historias paralelas de amor, traición, heroísmo y sobre todo el honor de la gente valiente de aquellos tiempos. (O)