Desde hace más de una década se habla que hay varios tipos de empresas, las preocupadas por tener métodos de producción más eficientes y amigables con el entorno; preocupadas de su relación con sus stakeholders; de alinearse a los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU); etc. y las otras, las que siguen consumiendo recursos como si estos no tuvieran fin y su responsabilidad única es la cifra de resultados al final del año, aquellas que hacen “business as usual.
Yo era de los que pensaba que estas empresas eran las malas de la película. De pronto el horror de la guerra nos ha puesto en shock a todos y demuestra que hay unas peores.
El mundo lleva más de 80 días viendo cómo Rusia arrasa Ucrania con pasos lentos pero letales. Los millones de ucranianos desplazados, la pérdida de vidas, bienes, sueños e ilusiones ya son parte del paisaje informativo y no hay esperanza de que esta barbarie termine pronto.
Mientras tanto sigue pasando desapercibido que en el mundo de la guerra, no sólo hay vencedores y vencidos, también hay quienes hacen grandes fortunas y no son sólo aquellas que se levantan aprovechando oportunidades porque hay escasez, dificultad de acceso a materias primas, restricciones de movilidad, etc.
Hay un sector de negocios en pleno auge y al que nadie le pide cuentas sobre si cumple con alguno de los ODS de la ONU, o si se comportan cómo buenos ciudadanos corporativos. Me refiero a la industria de armamentos que está viviendo momentos de éxtasis, gracias a la guerra, ya que están comprobado la eficiencia de sus productos vs. la ineficiencia de los desarrollados por sus adversarios en circunstancias reales, y no en pruebas simuladas.
Decir que los presupuestos de defensa en el mundo han crecido es poco, ya superaron los 2.000 billones de dólares en el 2021. La cifra es tan grande que da pereza escribir todos los ceros, la guerra actual seguramente empujará la cifra a niveles que harán levantar más de una ceja. Para no desviarnos del tema, dejemos que otros hagan el escalofriante ejercicio comparativo de convertir esas cifras en escuelas, hospitales, raciones de comida o vacunas.
La industria de la guerra subsiste porque la guerra es un gran negocio, veamos por ejemplo el costo de equipar a un soldado de uno de los países de la OTAN para que entre en combate, su valor está alrededor de los US$ 17.500 de acuerdo a publicaciones especializadas.
Casco de Kevlar, uniformes, guantes anti flama, chaleco anti-balas, coderas, rodilleras, botas especiales, máscara antigás, lentes de visión nocturna, radio, fusil, munición, mira laser, mira telescópica, aditamento lanza granadas y la lista puede crecer de acuerdo a la especialización del individuo. Se estima que mantener un soldado de la OTAN en tiempos de paz cuesta alrededor de $180.000 anuales. En Afganistán, costó mantener a USA cada soldado alrededor de 2.1 millones al año. Comparado esto con el equipo que un soldado americano usó en la Segunda Guerra Mundial, que fue de $170 a valor actual de acuerdo a fuentes especializadas, es una ironía. Esos hombres solo llevaron ropa de algodón, un casco de acero, un fusil M1, municiones y un encendedor Zippo.
Para fabricar todo lo requerido para la guerra se necesitan empresas especializadas, financiación, investigación y desarrollo, materias primas, logística y una larga cadena de valor.
El valor de cada avión, misil, sistema de defensa anti aéreo, dron, sistema de comunicaciones, vehículos, tanques de guerra, corbetas, patrulleras, submarinos, es gigantesco. Las fortunas que gasta el ser humano en sofisticarse en el arte de matar seres humanos son incuantificables, lo que si es cuantificable es el rédito para las empresas que viven de la guerra y adjetivarlo cómo inmoral es lo simple.
Es evidente que existe una clase de empresas y empresarios que hacen cobrar sentido a la frase de Bertolt Brecht “Las guerras existirán mientras alguien lucre con ellas” o al poeta Allen Ginsberg cuando dijo en los 60´s “War is good for business”. Pero esto no solo preocupa a los poetas, en su momento ha sido también tema de análisis de grandes estrategas y victoriosos generales.
En 1961 en su discurso de despedida Eisenhower ya decía claramente que la industria bélica debía ser regulada ya que existía el riesgo de que por su expansión, se de un estado de guerra perpetuo que podría poner en peligro las libertades y la democracia misma. Y tuvo razón, la cantidad de guerras que ha padecido la humanidad desde 1945 hasta la fecha lo corrobora.
Más allá de la barbarie y las atrocidades de que es capaz de cometer el ser humano durante una guerra y que a más de uno nos aflige, es insoportable ver cómo para algunos no es más que “business as usual”.
Para comprobarlo les informo que de el 18 al 20 de Mayo se realizará en Bucarest la denominada BLACK SEA DEFENSE, AEROSPACE AND SECURITY EXHIBITION (BSDA2022) , un evento que es el equivalente a la New York Toy Fair pero con juguetes peligrosos. (O)