Grullas, sueños y futuro
Al igual que cada doblez en la construcción de una grulla de origami requiere paciencia y esmero, así también debemos ser perseverantes en nuestra lucha de blindar a los niños y adolescentes de las amenazas de un futuro incierto.

Para seguir la trazabilidad histórica del arte del origami, remontémonos a sus orígenes en China, su apogeo en Japón y su divulgación geográfica en Asia, Medio Oriente y Europa a través de la ruta de la seda. Hablar del origami o papiroflexia en el verano de 2023 es una oportunidad para reivindicar uno de las últimas reservas del ingenio humano lúdico no tecnológico, que nos acerca a padres, hijos e incluso abuelos. Los ingredientes de esta experiencia son simples: papel (que puede ser reciclado), quizás tijeras, pero sobre todo una enorme dosis de imaginación, paciencia y voluntad para aprovechar un tiempo de calidad familiar al ritmo de cada doblez.

Durante mis diálogos cotidianos con mi pequeña hija Amelié, me contó emocionada la hermosa leyenda de Sadako, según la cual el mayor deseo de una persona se hará realidad si construye 1,000 grullas de origami (en japonés: senbazuru). La idea de crear grullas de papel es un legado de la lucha por la paz mundial y recuerda la historia de la niña japonesa Sadako Sasaki, quien a sus 2 años sobrevivió al impacto de la bomba atómica en Hiroshima durante la Segunda Guerra Mundial. Desafortunadamente, desarrolló leucemia que le llevó a la muerte a los 12 años. Durante su agonía, ella y su grupo de amigas se dedicaron a construir 1,000 grullas de papel con la esperanza de curar su enfermedad.

Aprovecho esta experiencia para proponer una reflexión sobre lo que representan los niños y el futuro que todos estamos construyendo para ellos mediante la recuperación de los espacios más esenciales de la educación. No me refiero únicamente a la educación formal, sino a aquellos valores que se transmiten en el hogar: el diálogo, jugar junto a ellos, compartir pasatiempos, leer juntos, etc. Estas acciones, que la modernidad llama "tiempo de calidad", son la base de la construcción de los hermosos sueños de vida de nuestros hijos.

Al reflexionar sobre el estado de desesperanza que sentimos al constatar el deterioro político del país, la escalada de la corrupción, la ausencia de liderazgo público y el clasismo social, recuerdo las palabras de Leonard Cohen, cuando recibió el Premio Príncipe de Asturias en 2011: "Nunca debemos lamentar... si queremos expresar la derrota que nos ataca a todos, debe ser en los confines estrictos de la dignidad y la belleza".

Cohen tiene razón, y para encontrar la belleza y dignidad que debería inspirar iniciar una remontada para que el Ecuador emerja de este momento, debemos regresar la mirada a los más de 6 millones de niños, niñas y adolescentes entre 0 y 17 años. No podemos permitir que, bajo el pretexto de "no importa si se roba si se hacen obras", la mala política continúe asaltando y llevándose a hurtadillas sus sueños y esperanzas.

Es verdad que vivimos en medio de una crisis con muchos frentes por resolver, pero pensar en el país que queremos para el futuro implica poner atención en gestionar el corto plazo y sus urgencias, pero con la mirada puesta en un futuro que tiene como protagonistas a más de 6 millones de sueños por cumplir. Debemos aunar esfuerzos para evitar sufran maltrato, desnutrición, violencia, abandono y falta de formación educativa.

El camino por delante puede parecer desafiante a escala mundial también. La guerra en Ucrania, la expansión de la droga del fentanilo, las secuelas psicológicas del COVID y la crisis climática que ya asfixia al mundo no han sido suficientes para persuadirnos de que tenemos en nuestras manos la delicada decisión de definir ese futuro que queremos heredarles a nuestros niños y adolescentes.

Por ahora, Amelié y yo tenemos un deseo por cumplir cuando volvamos a estar juntos. Hemos hecho un pacto para construir nuestras mil grullas, y desde este espacio de amor creado con la inocencia de un juego inspirado en una historia de guerra que creó mágicos signos de paz, me comprometo a no fallar. Tal vez es tiempo de que todos hagamos como país algo similar por los niños, niñas y adolescentes de nuestro país, pues preocuparnos por su educación también es construir democracia.

Al igual que cada doblez en la construcción de una grulla de origami requiere paciencia y esmero, así también debemos ser perseverantes en nuestra lucha de blindar a los niños y adolescentes de las amenazas de un futuro incierto. Es momento de que la sociedad en su conjunto se comprometa con el futuro de nuestros niños y adolescentes, brindándoles el apoyo y los recursos necesarios para alcanzar sus metas y sueños, no sólo ellos serán quienes paguen las pensiones de los mayores sino que gestionarán lo que quede del país que hoy estamos construyendo.(O)