Una de las manifestaciones de la actual crisis económica del país es la falta de recursos para financiar el impulso que requiere el sector productivo. Las fuentes tradicionales de recursos, las dificultades que el sector de la economía solidaria enfrenta para convertirse en el sostén financiero de la empresa, las altas tasas de interés, la carencia de un fondo de garantías, las limitaciones de la banca pública, entre otros escollos, son pruebas de que los modelos tradicionales de financiamiento ya no funcionan.
El retroceso de la inversión pública durante casi una década ha incidido en la vulnerabilidad de proyectos e iniciativas empresariales, especialmente de pequeña y mediana dimensión. La necesidad de abrir nuevas formas de financiación y de reducir la dependencia de la intermediación financiera conforman el contexto socioeconómico que explica la necesidad de fórmulas alternativas de financiación. Es necesario buscar nuevos modelos y mantener una clara disposición para la adaptación a ellos
La financiación colectiva constituye una de las formas alternativas que ha desempeñado un rol importante en otros países para enfrentar la brecha creada por la falta de crédito. Un mecanismo que ha ganado apreciable significación social en la sociedad contemporánea, con el apoyo de la tecnología, es el crowdfunding, denominado también financiación colectiva o financiación en masa. Estos términos aluden a la constitución, por parte de las personas, de una red para conseguir dinero u otros recursos para un proyecto o propósito, para actividades industriales, creación de empresas y también para proyectos sociales. Su origen se encuentra en el mundo anglosajón; es una manifestación de los movimientos sociales de contenido comunitario y acción colectiva; su objetivo es obtener financiación para un proyecto bajo esquemas jurídicos y económicos distintos con respecto a los tradicionales. En consecuencia, consiste en la creación de un entorno electrónico para apoyar conjuntamente proyectos, esfuerzos e iniciativas de individuos, organizaciones o empresas.
El crowdfunding no es un fenómeno nuevo; su presencia responde a la desfavorable coyuntura económica y al vertiginoso impulso tecnológico. Su significación social ha contribuido a su consolidación en las sociedades de mayor desarrollo que el nuestro. A él confluyen factores económicos, sociales y tecnológicos que reflejan los profundos cambios experimentados por las economías modernas para tratar de responder a los retos de un mercado de la financiación en crisis.
La búsqueda de financiación colectiva implica que la empresa debe revisar la forma en la que lleva a cabo sus proyectos y trabaje con un enfoque sistémico, de modo que la captación de fondos no se convierta en el último eslabón de la definición de un proyecto. Se trata de abrir distintos cauces de participación de quienes asumen los costos de ejecución y se conviertan en protagonistas de la evaluación del impacto obtenido (T. Rodriguez)
El factor tecnológico ha facilitado nuevas formas de interacción, intermediación y actuación colectiva, que han hecho posible el despegue del crowdfunding. Éste contiene un amplio conjunto de esquemas de financiación colectiva de proyectos de muy diversa naturaleza. Su desarrollo, a través de redes sociales, ha añadido además otras funciones que consiguen definir un perfil propio e innovador.
Las diversas modalidades de crowdfunding representan, en realidad, una oportunidad para canalizar campañas de financiación colectiva, con un alto grado de participación y con interesantes posibilidades de colaboración que otorgan valor al simple proceso de aportación de recursos.
La pequeña y mediana industria, e inclusive los emprendimientos en sus diferentes modalidades, deberían profundizar el conocimiento de este mecanismo, de manera de encontrar posibles nuevas formas de financiamiento de sus planes de mejora, la creación de nuevas empresas, proyectos articulados al mercado interno y a la economía internacional, con las debidas adaptaciones a su realidad e idiosincrasia. (O)