Si, en plural. Estamos hartos. Puedo decir sin lugar a equivocarme que todos los ecuatorianos (menos los que lo buscan) estamos hartos de tener que vivir al sobresalto. Estamos hasta las cachas de Iza y sus paros. De los chantajes y las movilizaciones. De que utilicen la fuerza para destruir y ponernos al borde de una guerra civil solo por supuestas reivindicaciones absurdas y sin contenido. Estamos hartos de las agendas particulares, de grupos minúsculos que se inventan cualquier pretexto solo para desestabilizar. Estamos cansados de los pactos de la regalada gana, de no poder trabajar porque algún lanza piedras no permite. Total, el país es lo de menos.
Estamos hartos de que las movilizaciones busquen la violencia, porque esa es la única forma de imponer ideas. Pero también estamos hartos de la superioridad moral de delincuentes y de la imposición de una verdad llena de mentiras. Estamos cansados de que los supuestos líderes protejan sus intereses personales y no piensen en los intereses del país.
Estamos cansados de estas prácticas delincuenciales. Estamos cansados de la extorsión, de la desinstitucionalización, del que piensa que el ego del funcionario es más importante que el país. Ya basta de desestabilizar para captar el poder, de pensar que el fin justifica los medios personales y no los de toda una nación. Estamos hartos de políticos que protegen sus propios intereses, por eso buscan el poder, aunque haya que dinamitar calles. Estamos hartos del gobierno de estas minorías que incendian, amenazan y destruyen.
Estamos cansados de tanto delito sin consecuencias, de tanto descontrol y anarquía. Del intolerante y del irrespetuoso. Estamos hartos de que nadie haga nada, o al menos eso es lo que sentimos.
Estamos hartos de que nadie piense en el país. De que las personas busquen construir su espacio de poder para fines personales y de saber que los partidos políticos son solo grandes empresas electorales que buscan proteger sus propios negocios, para lo cual sacrifican el bien común, porque todo está ya repartido entre los amigos. Hay que poner un alto a la corrupción, a la disputa por cargos sabiendo que el verdadero negocio no está en los sueldos que honestamente deberían recibir los funcionarios, sino en las comisiones que ganarán al manejar un presupuesto. Estamos hartos de que se normalice el robo, de que nadie haga nada, de que cobren diezmos y de ser cada día un poco más pobres.
Tenemos hinchadas las pelotas de enterarnos todas las semanas de nuevos escándalos por corrupción, en vez de enterarnos de logros deportivos o literarios. Si hay tantos casos de corrupción que explotan, no me quiero ni imaginar cuántos más habrá que pasan desapercibidos.
Estamos hartos de los gobiernos sin personalidad. De que gobierne Twitter y el qué dirán. Que sea más importante apagar un incendio en redes sociales que solucionar los verdaderos problemas del país. Estamos enervados de que este país no sea Suiza. Nos reiríamos menos, pero viviríamos mejor.
Ya basta de los Tetones, de los Cortázar, del Gran Padrino. Del prontuariado Correa y su odio enfermizo, de los correístas que no les importa destruir con tal de volver a hacerse con el poder para satisfacer sus más viles intereses. Estamos hartos de que a cada rato sigan saliendo casos como el de Arroz Verde, Synohidro, Encuentro, la conspiración. Los hábeas corpus ilegales. Harta Demencia. Asaltos. Del ido del Vivanco. De la violencia, de los saqueos, del miedo de las madres de enviar al colegio a sus hijos, de la incertidumbre de salir a trabajar todos los días porque llueven balas. Estamos hartos de la viveza criolla, de que cuando hay accidentes de camiones de refrescos, la gente saquea sin miedo. Estamos cansados de refinerías invisibles, de no poder vivir en paz, de los sicarios, de las calaveras y diablitos. Estamos hartos del “nuay” pruebas, cuando es evidente que nadie roba con facturas. De que piensen que no nos damos cuenta de lo que intentan y del lema “pero hay carreteras”. Estamos asqueados de casos como el de Odebrech, la Refinería de Esmeraldas, de las obras con sobreprecio, de Coca Codo, de los millones dilapidados, del miedo a respirar por la prepotencia de un autócrata, de que estamos ahogados por tanta corrupción.
Esta columna no alcanza para tanto. Pero si, estamos hartos. Y lo peor de todo, nadie sabe qué hacer. (O)