Ser emprendedor no es una tarea fácil. Insisto en este concepto para que tengas claro que no se trata de seguir un cursillo de redes sociales y, con ello, lanzarte a vender al mundo un producto o servicio que, tal vez, al mercado no le llama la atención. Emprender significa tomar conciencia de la necesidad de conocer, entender y ejecutar, de la mejor manera posible, una serie de acciones que nos empujen a alcanzar el éxito en el emprendimiento. Entre todas ellas, existe una habilidad blanda de la que voy a hablar en este artículo: el espíritu empresarial.
Quiero recalcar que el espíritu empresarial no es el afán de fundar una empresa o tener la pretensión de convertirse en empresario con la puesta en marcha de uno o varios emprendimientos. Un emprendedor que realmente tiene espíritu empresarial es alguien que va más allá de este deseo, porque el verdadero espíritu empresarial tiene que ver con la conciencia de que su país crezca gracias a su aporte. Un emprendedor es un patriota que se preocupa por el interés común y por el de la sociedad a través de la creación de riqueza.
Es más, un emprendedor es consciente de que entrega a la sociedad su contingente intelectual, físico y espiritual mediante sus iniciativas. El emprendimiento requiere un gran esfuerzo mental sin el cual las ideas no funcionan. Exige, además, pensar en soluciones para resolver las distintas trabas que se irán manifestando a lo largo de todo el proyecto. Respecto al planteamiento estratégico o desarrollo de planes para alcanzar dichas metas, te aconsejo que huyas del concepto de que emprender significa pasar largos periodos de ocio, dado que ese puede ser un peligro que te desvíe de la esencia misma del emprendedor. En definitiva, se trata de un trabajo duro, pero inteligente. Finalmente, existe la necesidad de tomar conciencia permanente de todas y cada una de las acciones que se llevan a cabo. Dicho en otras palabras: tenemos que estar presentes para nuestro emprendimiento.
Otra característica de un emprendedor con espíritu es la concientización de pagar impuestos justos y a tiempo. No existe justificación para no hacerlo, menos aún, cuando los argumentos se basan en que los políticos de turno roban o malgastan las recaudaciones. En el preciso instante en que actuamos con la intención de evadir impuestos, nos convertimos en individuos tan poco respetables como aquellos a quienes acusamos. Un emprendedor debe fomentar su espíritu patriótico y respaldar el progreso del país con las contribuciones que le correspondan por ley. Ese sentimiento de proveer a la patria es, precisamente, lo que conduce a que el propósito de la empresa vaya más allá del enriquecimiento personal, para dar paso a la riqueza colectiva y social.
Por otro lado, al margen de que estés o no de acuerdo con el régimen de seguridad social que, en el caso del Ecuador es, obviamente, un sistema piramidal que está corrompido, debes asumir la obligación de aportar porque existe un grupo de ciudadanos vulnerables que dependen de tu honestidad para cobrar una pensión y recibir atención médica mediante el sistema de salud.
Finalmente, un emprendedor tiene que dejar de lado el egoísmo y entender que su fuente de motivación no es la de crear un empleo para sí mismo, sino la de generar más puestos de trabajo para otras personas. Cuando un emprendedor decide emprender, inmediatamente está originando dos empleos: el primero de ellos es la vacante que quedará para otro cuando él abandona la búsqueda de empleo y, el segundo, es el que se crea a partir de su emprendimiento.
El aporte sustancial de un emprendedor viene dado por la oportunidad que tiene para servir a la sociedad a través de ese empleo y por el hecho de crear más empleos que proporcionen el crecimiento de todos y cada uno de sus colaboradores. Esta es la evidencia de que el espíritu empresarial procura un significativo beneficio para la sociedad. En resumen, el espíritu empresarial no es solo una opción de crecimiento personal, sino una importante fuente de crecimiento para el país en su conjunto. (O)