No hace falta ningún debate político para determinar que 2 más 2 es igual a 4. El resultado es el mismo en todo el mundo, independientemente de las ideologías. Pero las cifras dicen mucho y, sin demasiado esfuerzo, todos pueden hacer que afirmen lo que les parezca.
Para analizar y difundir la realidad sobre un asunto o problema económico con el respaldo de datos o números, existen dos maneras principales.
La primera tiene su origen en un enfoque científico: si se quiere llegar a descubrir la esencia, la naturaleza de un tema económico, se plantea una hipótesis (suposición), se recopilan datos y se llega a la validación o comprobación de esa hipótesis, o a su negación, en cuyo caso la reflexión debe replantearse. Para plantear una hipótesis se requiere de conocimientos previos que proporcionen indicios a partir de los cuales se trabaja en la investigación. En este caso, la información que se procesa para obtener los resultados debe ser cualitativa y cuantitativa, es decir conocimientos previos y también números, datos, estadísticas.
El otro método consiste en partir de una idea preconcebida que se pretende difundirla como la verdad, organizando los datos con el objetivo de demostrar con su ayuda lo que se desee. Este método tiene mucho éxito en los discursos políticos, en donde lo que se quiere demostrar y sostener viene preparado por los datos adecuados para ese fin. A menudo se pretende promocionar leyes o decisiones que pueden tener la intención de favorecer a algún sector, o desmontar una norma o ley que no se ajuste a sus intereses.
Esta forma de tratar a los asuntos o problemas económicos se basa en adjudicar un papel decisorio a los datos o números, es decir considerar que expresan la verdad.
Por ejemplo, sostener que el salario mínimo vital vigente en Ecuador es el más alto de la región es otorgar la verdad a un número -la cantidad de dólares percibidos por los trabajadores en relación de dependencia-, sin relacionarlo con el costo de la vida a fin de estimar la verdadera capacidad de compra de la población.
Un ejemplo muy común es el relacionado con el crecimiento económico, cuyo medidor –dato, cifra- es el Producto Interno Bruto (PIB). Si en un determinado período el PIB creció en el 3%, por ejemplo, es una verdad sin dudas. Lo importante viene cuando con este dato se asevera que la economía del país ha mejorado, pues es mayor que el año pasado. Surgen entonces los interrogantes que ponen a prueba la veracidad del crecimiento del PIB: eso es bueno? La noticia publicada con mucho entusiasmo dirá que es bueno. Para quién? Qué proporción de la población se beneficia con esto? Qué efectos multiplicadores para la economía pueden aparecer?. El crecimiento medido como aumento del PIB puede estar basado en sectores económicos con efectos sociales diversos.
Igualmente, para demostrar que el crecimiento del PIB es menor cuando hay un alto gasto público, se arreglan los datos utilizando una serie histórica de estadísticas, es decir datos de varios años consecutivos, que permita demostrar ese aserto. Sin embargo, hay ejemplos en el mundo que dan cuenta de lo contrario, documentando con la utilización de una serie histórica diferente, de un período más largo, por ejemplo, que lleva a resultados diferentes, es decir a demostrar que el gasto público sí puede generar crecimiento.
Deducir conclusiones basadas en la frialdad de los números es un error y puede conducir a la adopción de políticas erradas. Los datos deben servir para analizar los problemas, para adentrarnos en sus causas, en sus inter relaciones. Los números absolutos no tienen la misma significación que los relativos, es decir que las proporciones, que la distribución.
Manejar cifras permite recubrir el razonamiento con un barniz de cientificidad y maquillar su alcance ideológico. Así, el reino de los números proporciona legitimidad a otro, el de los expertos mediáticos. Refleja igualmente el alineamiento de las políticas económicas con el pensamiento tecnocrático.
No, los números no mienten… mienten los que los manipulan. (O)