Hace un año, en vísperas de la celebración de la llegada del 2023, nadie en el Ecuador habría sido capaz de intuir lo que iba a suceder durante los siguientes doce meses que resultaron tan turbulentos como oscuros.
Tal como había sucedido con el gobierno de Lenin Moreno, la presidencia de Guillermo Lasso (que en mi opinión pasará a la historia como una de las peores de la última era democrática) también estuvo marcada desde el inicio por los inocultables anhelos golpistas de ciertos grupos políticos que buscaban por todos los medios volver al poder. Su objetivo primordial, como se sabe, era recortar cuanto antes el período de Lasso para volver a meter las manos en la justicia y consagrar así la tan ansiada impunidad de sus socios, amigos, cómplices y encubridores.
Así, en las calles, los golpistas utilizaron nuevamente como punta de lanza a los movimientos indígenas que habían alborotado al país en 2019 y 2022. A inicios del 2023 los indígenas rompieron todo tipo de diálogos con el gobierno (diálogos que de todos modos estaban condenados al fracaso desde su inicio), para enfocarse de forma abierta y descarada en el golpe de estado al que se intentaba revestir de alguna pátina de legalidad utilizando para el efecto la peor Asamblea legislativa que se recuerde en este país.
En marzo de 2023, la referida Asamblea empezó el trámite de juicio político contra el presidente de la República sin una sola prueba legítima y fehaciente sobre el cometimiento de alguno de los delitos previstos en el artículo 129 de la Constitución Política de la República. El control de constitucionalidad previsto en la misma norma, a cargo de la Corte Constitucional, terminó con uno de los episodios más bochornosos de esta era democrática cuando la inefable Corte emitió un dictamen de admisibilidad del juicio político basado en la presunta verosimilitud mínima de un caso que no se sostenía ni en evidencias ni con un ápice de coherencia. Una verdadera vergüenza de la sinuosa Corte Constitucional.
De allí en adelante, con el país en caída libre, llegó la pantomima de juicio político y la decisión repentina del presidente Lasso de acogerse a la muerte cruzada, lo que implicaba enviar a los asambleístas a su casa (que durante ese tiempo fue un gran alivio para el país), y empezar nuevamente el anticipado período electoral.
En medio de todo esta tremolina política y judicial, en medio del desgobierno y del escándalo mediático, el Ecuador vivía la peor crisis de inseguridad de su historia, pero además, aparecían a diario denuncias de corrupción de personas allegadas al gobierno y evidencias más graves aún sobre la penetración de las mafias del narcotráfico en todas las estructuras estatales. Esas denuncias hoy forman parte de los procesos denominados León de Troya, Encuentro y El Gran Padrino.
El proceso electoral anticipado y no previsto para este 2023, se bañó en sangre. Uno de los crímenes más atroces que ha visto el país en su historia moderna fue el de Fernando Villavicencio, candidato presidencial y denunciante de varios de los entramados de corrupción y de los vínculos con el narcotráfico de actores políticos que buscaban desesperadamente alcanzar (otra vez) el poder.
La elección de Daniel Noboa, sorpresiva por donde se la mire, le dio al país una bocanada de aire democrático que durará apenas un poco más de un año. El 2024 volverá a ser un año de campaña electoral, de zozobra y angustia, de crisis económica, de inseguridad galopante y de desenlaces judiciales de procesos trascendentes que se ventilan en nuestras cortes.
No puedo cerrar este artículo sin mencionar la que fue seguramente la mejor noticia del año en este atribulado ámbito político y judicial, el caso Metástasis, que finalmente nos muestra una luz al final de ese túnel intrincado y tenebroso en el que se ha hundido la justicia del país, que debería ser el dique de contención de todos los excesos, abusos y tiranías en un Estado de derecho, pero que durante años ha estado en manos de delincuentes, caudillos y obsecuentes servidores de intereses protervos.
Mis deseos de que este 2024 el Ecuador sea más luz que tinieblas. (O)