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“Antes podía correr 10 km diarios y ahora no avanzo ni la mitad”, “Hasta hace un año podía leer perfectamente y ahora no leo el menú del restaurante sin lentes”, “Ya no sé qué conversar con este grupo de amigos”, “No entiendo por qué le daba tanta importancia a este tema”, “Mis intereses son tan diferentes a los que tenía hace unos años”. “Creo que estoy en una crisis existencial”, “Me aterroriza la idea de llegar a la vejez”, “Me duele ver a mis padres tan viejos” ¿Te suena conocida alguna de estas frases?

30 Agosto de 2023 11.19

Una de las grandes preocupaciones, especialmente de quienes hemos pasado ya una buena parte de la vida es como vamos a enfrentar los cambios hacia la vejez, ese trayecto que va para el final. En realidad, la vuelta al principio. El pensador Eckhart Tolle denomina a este proceso ¨El Movimiento de Retorno¨, que básicamente consiste en la acción natural del universo; primero una expansión y posteriormente la contracción. Un viaje de ida y regreso también  aplicable a  la vida de los seres humanos. Es decir, una primera época donde crecemos, nos fortalecemos, acumulamos energía, bienes y somos el proveedor y protector y cuando creemos que comenzamos a descifrar algunos de los enredos de nuestra existencia, inicia el descenso. La energía va mermando, la capacidad de proteger a todos es menor y generalmente como consecuencia, inicia una batalla contra la frustración, la incertidumbre y el ego.

La aceptación de este camino de regreso hacia la fuente de donde provenimos es muy difícil de asumir en nuestra cultura occidental. Nuestro sentido en la vida está generalmente relacionado con el crecimiento físico, material y energético y por lo tanto la posibilidad de que esos aspectos se vayan derrumbando, nos produce verdadero terror. Los cambios que se presentan en este sendero se producen en todas las áreas y van sucediendo por fases, que en la mayoría de los casos no las vemos venir.

Las etapas que tenemos que atravesar desde nuestro nacimiento hasta la senectud pueden analizarse desde varias perspectivas: sicológicas, sociológicas, fisiológicas, entre otras. Desde el punto de vista de la llamada humanologia yóguica, que en resumen es la sicología aplicada a las experiencias y enseñanzas del Yoga, se establece la existencia de tres características fundamentales que se van modificando durante nuestro paso por este mundo: la consciencia, la inteligencia aplicada y la vitalidad física. Estas variaciones se repiten cada cierto número de años y se entrecruzan en determinadas edades, generando momentos de pequeñas crisis, pero también de transformaciones muy profundas, las que, si son discernidas correctamente, pueden ser la causa de una mejor calidad de vida, paz mental y crecimiento espiritual, en nuestro pasaje hacia el envejecimiento.

En este sentido, nos encontramos que las frases de sabiduría popular, como por ejemplo aquel adagio sobre que las parejas atraviesan una crisis cada 7 años, que después de los 40 años si despiertas sin que te duela algo estás muerto o la crisis existencial de los 50, tienen un  asidero real  con lo que sucede con estos ciclos que experimentamos a lo largo del tiempo.   De acuerdo con esta visión, cada 7 años se modifica nuestra consciencia, es decir, nuestros intereses, lo que valoramos, nuestra atención. Para evidenciar esto solo tenemos que mirar para atrás y ver las marcas importantes en nuestra vida cuando se cumplían estos plazos. Podemos preguntarnos: ¿me interesan las mismas cosas que hace 7 años o hace 14?, ¿lo que valoraba hasta hace pocos años, es lo mismo que valoro hoy? ¿Dónde pongo mi energía en la actualidad?

Conocer esta información, nos permite asumir el momento que estamos viviendo y los que vendrán. Si aprovechamos este lapso natural, tendremos la posibilidad de revisar lo que estimamos cada siete años. Podemos darle la importancia que amerita a este nuevo momento y actuar de forma coherente con lo que hoy sentimos, pensamos y somos. Si miramos las espaldas, entenderemos algunas de las razones de nuestras acciones sin culpa y auto juzgamiento. Respecto de los demás, está información nos permite entender parte de su proceder, su comportamiento y aceptarlos con menos ira y más compasión. 

Situación similar acontece cada 11 años, donde se modifica nuestra inteligencia aplicada. Esto es, la capacidad de entender, aprender, razonar y poner en práctica nuestros conocimientos. De igual manera solo tenemos que mirar al pasado para reconocer como actuábamos ante determinada situación  cada vez que estábamos cerca de esa transición y te encontrarás que no eres el mismo de hace un poco más de una década ni de la anterior. Finalmente está el ciclo de los 18 años, que está directamente relacionado con la vitalidad física. Si afrontamos que cada que se cumple ese paso del tiempo nuestra fuerza varía, dejaremos de azotarnos por no poder ejercitarnos como antes, tener la resistencia o la habilidad en ciertas actividades y podemos ajustarlas a la realidad, sin sancionarnos emocionalmente por cuanto es un paso natural.

Los aprendizajes mencionados pueden aligerar el camino definitivamente. Pero el momento en que las fuerzas se vayan retirando resulta inevitable para todos, sin distinción de ningún tipo. El poderoso o el débil, el héroe o el común de los mortales, más tarde o más temprano se enfrentarán al peso del tiempo.  En consecuencia, solo queda mirar este proceso con otros ojos. Poner atención a lo que nos está sucediendo sin cargas y colocar todo nuestro enfoque en el momento presente, que es lo único que tenemos asegurado. Hay que recordar que no solo somos un cuerpo que va apagándose, sino también un cúmulo de experiencias, vivencias y pericias que crean un ser perfecto. A pesar de las limitaciones físicas, un ser completo.

El secreto contra el miedo a la vejez, quizá esta en disfrutar la transformación. Adaptarse a los distintos instantes, mirando más adentro. En la etapa de la expansión disfrutar el crecimiento. En el movimiento de retorno, soltar lo que ya no está en nuestras manos y saborear los beneficios de la experiencia. Poder sin remordimiento tener cada vez más la palabra precisa o el silencio correcto. Mirar la travesía, con la certeza de haber vivido, sin la nostalgia de rememorar los tiempos idos, sino más bien la alegría de lo aprendido y mientras dure el recorrido, compartirlo con los seres queridos. Con la confianza de que al final, regresaremos al inicio, donde aún no podemos mirar, pero que sabemos que fue nuestro punto de partida, nuestro destino al final. El verdadero hogar al terminar el camino.  (O)

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