El sanador hábito de hablar bien de los demás
Hablar bien de los demás pasa de ser un acto trivial para convertirse en una elección consciente que refleja nuestro compromiso con la virtud y la justicia. En un entorno donde los discursos negativos suelen prevalecer, esta práctica puede convertirse en un acto de resistencia y esperanza, capaz de transformar tanto nuestras relaciones inmediatas como el tejido social en su conjunto.

Semanas atrás, en una de las tradicionales reuniones de fin de año, coincidí con amigos a quienes no veía desde hace tiempo. Durante la reunión, comenzamos a recordar viejas amistades comunes, y me propuse realizar un ejercicio disruptivo: hablar únicamente bien de las personas mencionadas, enfatizando sus cualidades y evitando críticas y defectos. El resultado fue una reunión memorable, que recordaré por siempre como un derroche de paz interior, alegría y generosidad.

Aunque pueda parecer irreal, la naturaleza humana tiene el misterio de dotar a las personas de más aspectos positivos que defectos. Por lo tanto, hablar bien del prójimo no solo nos ayuda a identificar virtudes, sino que también nos aleja de la ingrata experiencia de amargarnos por los defectos de los demás. Es fundamental reflexionar que, cuando no tenemos nada positivo que decir de alguien, es mejor guardar silencio, ya que al final el daño lo hacemos a nosotros mismos.

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En un mundo donde las palabras pueden construir o destruir, el hábito de hablar bien de los demás se erige como una práctica fundamental para la armonía personal y colectiva. Este principio, aunque parece sencillo, tiene raíces históricas profundas en la filosofía y la ética. Por ejemplo, Platón sostenía que el elogio genuino y constructivo no solo refleja la virtud y la sabiduría moral, sino que también es esencial para fortalecer la cohesión social y promover una comunidad más justa y armoniosa.

Platón argumentaba que el acto de hablar bien de los demás trasciende lo personal. En sus diálogos, enfatiza que las palabras son vehículos de virtud: al elogiar sinceramente, no solo reconocemos lo positivo en los demás, sino que también cultivamos en nosotros mismos una visión más generosa y equilibrada del mundo. Este enfoque contribuye al ideal de la "polis", donde reina la justicia y la comprensión mutua.

No hablar mal de nadie es la mejor manera de hablar de nosotros mismos, y este principio se aplica a todos: a las personas individuales, al país, a las empresas, a la familia y, por supuesto, a los colegas que admiramos pero a quienes nos cuesta reconocer.

Desde una perspectiva científica, preguntar a alguien sobre su opinión acerca de otros puede considerarse una técnica de psicología proyectiva. Las respuestas suelen revelar aspectos de la propia personalidad, emociones y conflictos internos. Este fenómeno se basa en el mecanismo de defensa de la proyección, propuesto por Sigmund Freud en la primera mitad del siglo XX, donde las personas atribuyen sus propios sentimientos o inseguridades a los demás. Investigaciones en psicología social, como las de Carl Jung en la década de 1930, han demostrado que las percepciones sobre otros a menudo reflejan rasgos y experiencias personales, lo que sugiere que, al evaluar a sus colegas, los individuos también acceden a su propio mundo interno. Esta técnica puede ser útil para explorar la dinámica personal y fomentar la autorreflexión.

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Si aplicamos este ejercicio al ámbito de la educación y el emprendimiento, el hábito de hablar bien de los demás cobra especial relevancia. En el aula, el destacar las fortalezas de los estudiantes fomenta su confianza y motivación. En el entorno empresarial, reconocer el valor de colegas y colaboradores fortalece las relaciones y construye reputaciones sólidas. El resultado es que, además de mejorar la moral individual, este hábito actúa como un cimiento para comunidades más unidas y exitosas.

Hablar bien de los demás, requiere un esfuerzo consciente de autocontrol, empatía y tolerancia. Cada persona es distinta, con formas de pensar, educación y experiencias únicas que influyen en su manera de ver el mundo. Lo que puede parecer sencillo para uno, puede ser un gran desafío para otro. Por eso, al hablar de los demás, es importante recordar que todos enfrentamos pruebas y situaciones diferentes. Reconocer esta diversidad nos ayuda a ser más comprensivos y a construir un ambiente más positivo.

Al reflexionar sobre el efecto multiplicador de crear hábitos de hablar bien de las personas, recordé una película llamada Cadena de favores, cuya trama gira en torno a la idea de que un pequeño acto positivo puede desencadenar un impacto masivo en el mundo. La película presenta el concepto de una "cadena de favores", donde alguien realiza tres buenas acciones significativas para otras personas con la condición de que cada beneficiado haga lo mismo por tres más. Este ciclo crea un efecto con el potencial de transformar vidas y comunidades.

De esta forma, hablar bien de los demás pasa de ser un acto trivial para convertirse en una elección consciente que refleja nuestro compromiso con la virtud y la justicia. En un entorno donde los discursos negativos suelen prevalecer, esta práctica puede convertirse en un acto de resistencia y esperanza, capaz de transformar tanto nuestras relaciones inmediatas como el tejido social en su conjunto.

Al final, hablar bien de los demás es una elección diaria que define quiénes somos y cómo queremos impactar el mundo. ¿Qué palabras elegirán hoy para hablar de los demás? (O)