La educación en los países en desarrollo no la está pasando bien. Luego de los avances en cobertura y las tibias mejoras de calidad, resbaló en un nuevo bache, potenciado con la pandemia… la brecha digital entre quienes acceden a la tecnología y quienes no. La disponibilidad de computadores, tabletas y celulares se ha convertido en el nudo de las agendas educativas.
En los últimos años, la extensión de la tecnología devino en obsesión de las políticas educativas. La conectividad y la dotación de dispositivos electrónicos se convirtió en elemento diferenciador de la calidad educativa. Aparecieron como la llave para la igualdad; la tecnología aceleraría los cambios y mitigaría las inequidades. Contagiaron a todo el sector con la prisa de los vendedores de tecnología, las campañas e inversiones para su dotación… una cura mágica que nos acercaría a los estándares internacionales.
Sin embargo, hace pocos días sonó la alarma. Suecia decidió frenar su plan de digitalización en las aulas. Su Ministra de Educación -Lotta Edholm- denunció que el uso de pantallas estaría creando una generación de “alfabetos funcionales”. Y que aquello era una señal de la crisis de lectura en las escuelas suecas. Dispuso la provisión de textos -un libro por asignatura- como principal herramienta de aprendizaje. Afirmó que “los libros tienen ventajas que ninguna tableta podrá sustituir”.
El detonante lo produjo el informe PIRLS, estudio internacional que evalúa cada 5 años habilidades de lectura de estudiantes de 4to. grado. El mismo mostró un retroceso de Suecia en relación al pasado. Le Monde de Francia añadió que los resultados revelaban que los estudiantes que usaban dispositivos electrónicos presentaban un rendimiento académico inferior. Advirtió además que su uso afectaba la concentración y la calidad del sueño.
Buen momento para recordar beneficios y peligros del uso (determinados usos) de los dispositivos electrónicos. Entre los primeros: acceso a la información y recursos educativos, aprendizaje interactivo, comunicación y colaboración, organización y gestión del tiempo, personalización del aprendizaje. Entre los riesgos: aumento de distracciones en el aprendizaje, problemas del sueño, dolencias físicas (dolor de espalda, tensión ocular, dolores de cabeza), sedentarismo, adicción. Todo en relación a la forma de utilización de los instrumentos. No al instrumento en sí.
LA CALENTURA NO ESTÁ EN LAS SÁBANAS
Los datos y reflexiones precedentes, nos ratifican que el asunto de los recursos tecnológicos es complejo. Las soluciones en la educación no descansan en las herramientas o recursos o dispositivos disponibles. El problema no es de recursos (textos o dispositivos). Es pedagógico. El instrumento no hace la educación.
Son los procesos -que involucran recursos- los que producen aprendizajes. Se puede hacer barbaridades o milagros pedagógicos con dispositivos o sin ellos. La calidad de los procesos de aprendizaje demandan contexto, escenario, experiencias, ensayos, procedimientos, relaciones. Sin duda, unos recursos pueden ayudar más que otros. Pero finalmente, es el docente y las experiencias de aprendizaje que genera, lo que les da sentido.
La situación de Suecia no es aislada. Desde la pandemia, los vacíos en la educación se multiplicaron. Los organismos internacionales hablan de una crisis del aprendizaje. La lectura fue el indicador más alarmante. A manera de ilustración señalamos que, según UNESCO, Ecuador muestra uno de los peores resultados en lectura. 65.1% de niños no son capaces de leer y entender un texto sencillo a los 10 años (en Chile, el 23%). Y como se conoce, los vacíos en la lectura inciden en múltiples áreas, desde el desarrollo cerebral hasta la comunicación y las capacidades analíticas.
Cabe advertir que en educación, al igual que otras esferas, hay una tendencia a deslumbrarse con las modas y los extremos. De la profusión de textos a la ausencia total de ellos. De la carencia de tecnología a su abundancia avasalladora. Es momento de la reflexión y el equilibrio. Del rescate y potenciación de lo mejor que ofrece cada instrumento. No tienen por qué ser excluyentes. No son antagónicos.
En esta línea, vale la pena mencionar que también en varios lugares del mundo se desarrollan variadas “experiencias híbridas de lectura”. Entre ellas, la llamada “intelligent papers, “una tableta con tinta electrónica sin distracciones, exclusivamente dedicada a la lectura y escritura de textos desconectados” (Alejandro Artopoulos, Universidad de San Andrés).
Bienvenidas entonces las alarmas contra el abuso de dispositivos electrónicos. Bienvenida la potenciación de los libros de texto. Y bienvenidos también el diseño y aplicación creativa de modalidades combinadas. Lo importante es no olvidar que el corazón del aprendizaje descansa en la pedagogía y la docencia. Que incluye recursos, pero los supera. (O)