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La vieja parábola del pastor y el lobo tiene una inesperada trascendencia geopolítica. Hay un pastor que anuncia a gritos que viene el lobo, hay un lobo hambriento que amenaza el redil y nadie da crédito al pastor.

16 Febrero de 2022 15.00

Algo tiene de inverosímil la amenaza de guerra inminente entre la Rusia de Putin y los países occidentales. Lo que la hace inverosímil son las confusas respuestas para las preguntas más frontales sobre los beligerantes. Cinco son las preguntas más inquietantes.

¿Puede haber una guerra convencional entre potencias nucleares?

La respuesta tranquilizante dirá que sí es posible, que Estados Unidos y Rusia han participado en guerras como las de Irán, Irak, Siria y nunca hubo riesgo de una confrontación nuclear. La pregunta sigue siendo inquietante porque la participación era indirecta y en terceros países. En una guerra convencional en la que la confrontación es directa y está de por medio el prestigio internacional de dos potencias que se han repartido el mundo, parece imposible que una de ellas acepte una derrota humillante sin apelar a la tentación de las armas nucleares.

¿Puede Putin retirar su ejército sin hacer el ridículo?

El líder ruso es un lobo y a los lobos no les interesa asustar a los pastores ni a las ovejas, lo que les interesa es asegurar su cena. Europeos y americanos parecen convencidos de que el lobo atacará porque ha movilizado 130.000 soldados, ha afectado el comercio en el mar negro, ha provocado alarma a en Europa y Estados Unidos, ha establecido sus condiciones y ha devuelto con las manos vacías al desfile de ministros, embajadores y mandatarios que han desfilado por el despacho del Kremlin. 

Mantener por meses miles de soldados equipados y apostados alrededor de Ucrania no es fácil ni puede prolongarse indefinidamente, menos con el invierno de trágicas memorias. ¿Todo eso para terminar en mero aspaviento? Se puede argumentar que ya obtuvo una victoria al demostrar que es actor fundamental para la paz mundial y que será difícil o imposible el ingreso de Ucrania en la OTAN. 

¿Hasta cuándo puede Joe Biden alarmar sobre la invasión sin perder credibilidad?

El presidente Joe Biden es el pastor que cuida las ovejas europeas y las defiende del lobo, pero como nos han enseñado con el cuento universal, no puede estar anunciando una y otra vez que ya viene el lobo porque nadie le creerá el día que realmente llegue. 

Desde hace semanas se anuncia la invasión de Ucrania como cosa de días, se ha afectado el precio del petróleo, se desploma la bolsa, dejan Ucrania los diplomáticos y los ciudadanos de muchos países y hasta los asesores militares. Putin sigue con su cara de esfinge y nadie sabe lo que está pensando. Tal vez piensa que ya es inevitable la invasión. Puede ser que considere la presión de occidente un reto para quebrar sus nervios y sus cálculos. Tal vez están tensando la cuerda para declarar un empate.

¿Cuál es el arma principal de Putin?

El arma principal de Rusia es el gas porque todos los países de Europa dependen del gas soviético; 45% del gas que consumen proviene de Rusia por un gasoducto que atraviesa Ucrania. Alemania construye un segundo gasoducto por el Báltico y es el mayor comprador del gas soviético, por eso su presión a Putin es mayor, pero también su condescendencia, se ha negado a enviar armas a Ucrania.

¿Cuál es el arma principal de Biden?

El presidente Biden descartó la posibilidad de enviar tropas y solo ha amenazado insistentemente con medidas económicas. Es el arma principal de Estados Unidos a pesar de balandronadas como las del embajador ruso en Finlandia, M. Tatarintsev, que aseguraba hace algunos días: “Ya nos han impuesto sanciones y, en cierto sentido, han tenido efectos positivos en nuestra economía y nuestra agricultura”. La verdad es que Rusia es una potencia militar con una economía tercermundista y un nacionalismo exacerbado. Rusia exporta materias primas, la mitad de los ingresos del Estado son gas y petróleo que representan el 10% del PIB. 

Tal vez sean algo exageradas, pero deben tener algún fundamento, expresiones como las del periodista español que decía: “Que un país con la esperanza de vida de Bolivia, la economía de España, y la riqueza por habitante de Grecia juegue el papel de Rusia en el mundo debería ser motivo de tesis doctorales”. ¿Qué le quedará, añadía, cuando se acabe el precio alto del petróleo? Sólo el nacionalismo y 7.000 bombas atómicas. (O)

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