En una mañana cualquiera en Manhattan, el corazón de una de las ciudades más poderosas del mundo, la rutina se quebró con un acto inesperado. Brian Thompson, director ejecutivo de United Healthcare, una de las aseguradoras médicas más grandes de Estados Unidos, cayó abatido por tres disparos mientras se dirigía a una conferencia de inversores. Su asesino, Luigi Mangione, un joven de 26 años con una carrera prometedora en ingeniería informática, no intentó ocultar sus motivos.
"Esto tenía que hacerse", escribió Mangione en un manifiesto que dejó atrás junto con el arma, fabricada con una impresora 3D. Lo que podría haber quedado en los archivos de un caso criminal más, rápidamente se convirtió en un fenómeno viral. El manifiesto, plagado de críticas al sistema de salud estadounidense, resonó entre una ciudadanía cansada de pagar con su salud el precio de las ganancias corporativas.
Para comprender este caso, es necesario situarlo en contexto. Estados Unidos es un país donde la salud no es un derecho, sino un lujo. Según datos del Commonwealth Fund, el sistema sanitario estadounidense es el más costoso del mundo, pero ocupa el puesto 42 en esperanza de vida, un contraste que evidencia un problema estructural.
United Healthcare, la aseguradora que Thompson dirigía, es el epítome de este modelo. Con ingresos que superaron los US$ 370.000 millones en 2023, la compañía no solo es la cuarta empresa más grande de Estados Unidos, sino también una de las más polémicas. Su modelo de negocio, según varios críticos y abogados, está basado en las 3 D's (delay, deny, defend), es decir: retrasar, negar y defender la cobertura de los tratamientos, un acto que ha sido denunciado por los usuarios de esta corporación.
Es en este escenario donde surge Mangione, un joven criado en una familia acomodada que, pese a su posición privilegiada, experimentó en carne propia las fallas del sistema. Tras someterse a una cirugía de espalda que lo dejó lidiando con dolores crónicos, Mangione comenzó a cuestionar la lógica de un sistema que condiciona la salud al tamaño de la cuenta bancaria.
"Estados Unidos tiene el sistema de salud más caro del mundo, pero nuestra esperanza de vida sigue decayendo", escribió Mangione. El joven no solo criticó a United Healthcare, sino que también señaló un problema sistémico: la mercantilización de la salud. En su manifiesto, reconoció no ser el más preparado para exponer el argumento completo, pero dejó claro que consideraba su acto una represalia necesaria contra un sistema que calificó como "parasitario".
Lo irónico es que, pese a la brutalidad del crimen, las palabras de Mangione han calado profundamente. En redes sociales, su figura se convirtió en un símbolo polarizante. Algunos lo ven como un mártir de la lucha contra la injusticia, mientras que otros lo califican de terrorista. Lo cierto es que su manifiesto encendió un debate que ni las cifras de rechazo de coberturas ni los informes del Senado habían logrado.
El caso de Mangione no es un hecho aislado; es un síntoma de un malestar social más profundo. En un país donde más de 47 millones de personas carecen de cobertura médica y otros tantos se enfrentan a la bancarrota para pagar tratamientos esenciales, la ira y la frustración no son difíciles de entender.
Lo más alarmante es que, en lugar de abordar los problemas de fondo, muchas aseguradoras optaron por reforzar medidas de seguridad para sus ejecutivos y borrar sus fotos de los portales corporativos. La solución no parece estar en ajustar sus prácticas, sino en blindarse ante la posibilidad de futuros incidentes.
Aunque resulta imposible justificar un acto de violencia como el de Mangione, el caso plantea una pregunta incómoda: ¿hasta qué punto un sistema puede continuar oprimiendo a sus ciudadanos antes de que estalle? Para muchos estadounidenses, Mangione no es un criminal, sino el portavoz de una ira contenida por años. Su figura, aunque controvertida, simboliza un rechazo colectivo.
En términos más amplios, el asesinato de Brian Thompson es un recordatorio de que los problemas estructurales no se resuelven ignorándolos. Estados Unidos tiene una oportunidad única para replantear su sistema de salud, pero eso requerirá voluntad política y un cambio cultural profundo.
Lo que ocurrió en Manhattan no debería reducirse a una anécdota criminal ni a un fenómeno mediático pasajero. Es un espejo que refleja las desigualdades de un sistema que necesita urgentemente una reforma. Porque, como escribió Mangione, los problemas persisten porque jugamos con las mismas reglas y tal vez sea hora de cambiarlas. ¿Crees que el caso de Luigi Mangione marcará un antes y un después en el sistema de salud de Estados Unidos? ¿O será otro recordatorio olvidado de lo que sucede cuando los sistemas fallan a las personas? (O)