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Así nos va hoy, veinte años después y un largo tiempo transcurrido desde la última aparición televisada del Loco de la Colina, un hombre de inteligencia sobresaliente. Así nos va hoy bajo el mando de estas castas políticas que en una abrumadora mayoría son deplorables, incultas, mañosas, corruptas, hechas a imagen y semejanza de la gente a la que ellos representan con total indignidad.

6 Abril de 2022 14.42

En uno de sus famosos monólogos, el Loco de la Colina, Jesús Quintero, brillante periodista, presentador y entrevistador andaluz en programas de televisión española, decía con sobrada razón: “Nunca como ahora la gente había presumido de no haberse leído un puto libro en su jodida vida, de no importarle nada que pueda oler levemente a cultura o que exija una inteligencia mínimamente superior a la del primate. Los analfabetos de hoy son los peores porque en la mayoría de los casos han tenido acceso a la educación, saben leer y escribir, pero no ejercen.”.

Famoso por sus largas pausas de dos o tres segundos en los que clavaba su mirada en el entrevistado o en el televidente con el se conectaba por medio de esa cámara que lo captaba en primerísimo plano, el Loco de la Colina desnudaba la realidad del ser humano contemporáneo a punta de verdades categóricas, vergonzosas: “Cada día son más y cada día el mercado los cuida más y piensa más en ellos. La televisión cada vez se hace más a su medida. Las parrillas de los distintos canales compiten en ofrecer programas pensados para una gente que no lee, que no entiende, que pasa de la cultura, que quiere que la diviertan o que la distraigan aunque sea con los crímenes más brutales... El mundo entero se está creando a la medida de esta nueva mayoría…”.

En este monólogo sobre la agonía de la cultura y la consecuente supremacía de la civilización del espectáculo, la voz clara, potente y cautivante de Quintero desgarraba el aire de un estudio de grabación de aspecto desolador en el que apenas parecían quedar quizás un camarógrafo somnoliento con ganas de largarse de una buena vez a su casa o al bar de la esquina, y a lo mejor el apuntador o auxiliar que no podía abandonar su sitio de trabajo hasta que no terminara su perorata ese pesado al que debía asistir con el micrófono cada semana. 

El programa, de nombre “Ratones Colorados”, grabado hace algo más de veinte años, anticipaba la preminencia que tenía ya la televisión por lo burdo, insustancial y ordinario frente a los programas culturales, didácticos o históricos que desaparecían de las programaciones por la presión de las masas, de los productores y de los anunciantes que se inclinaban por la basura, el chismorreo, el mal gusto y la ligereza de todo tipo y textura.

Concluía así este magnífico monólogo: “Todo es superficial, frívolo, elemental, primario para que ellos puedan entenderlo y digerirlo. Ellos son socialmente la nueva clase dominante, que siempre será la clase dominada precisamente por su analfabetismo y su incultura, la que impone su falta de gusto y sus morbosas reglas. Y así nos va a los que no nos conformamos con tan poco, a los que aspiramos un poco más de profundidad, un poquito más…”.

Así nos va hoy, veinte años después y un largo tiempo transcurrido desde la última aparición televisada del Loco de la Colina, un hombre de inteligencia sobresaliente. Así nos va hoy bajo el mando de estas castas políticas que en una abrumadora mayoría son deplorables, incultas, mañosas, corruptas, hechas a imagen y semejanza de la gente a la que ellos representan con total indignidad, esa gente que, al prescindir de la cultura, sin saberlo o sin comprenderlo, se puso la soga al cuello y se encerró sola en un estrecho y oscuro chiquero. (O)

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