Con sus riesgos y oportunidades, y en un momento desafiante, el Ecuador una vez más, está a puertas de un nuevo proceso electoral. Los últimos años de inestabilidad política han sido llenos de incertidumbre: a los apagones, la inseguridad, la recesión económica y al pesimismo colectivo, se le sumó un cambio de gobierno anticipado. Todos estos factores han estado latentes y son realidades que no podemos ignorar.
Al mismo tiempo, cada vez es menos atractivo entrar en política. Gobernar bajo el escrutinio de las redes sociales con sus ejércitos de "haters" anónimos, los sueldos bajos, la corrupción, y sobre todo con riesgo personal y familiar, desmotiva a muchas personas capaces y con vocación de servicio a optar por la función pública. Ese es quizás el primer reto que debemos superar: es urgentemente que los mejores se involucren, y que su conocimiento, ética y determinación se pongan al servicio de los demás para liderar un verdadero cambio desde el Estado.
Hoy mas que nunca necesitamos un liderazgo que nos diga la verdad, con menos demagogia y menos promesas vacías. Alguien que tenga una visión de país sin afanes proselitistas ni oportunistas en su agenda. Porque el Ecuador que soñamos no se construirá con liderazgos improvisados, y su futuro debe caer en manos de quien comprenda los retos y problemas estructurales del país, sin ser experto en todo, pero tampoco ignorante en nada. Es fundamental en ese sentido tener un líder que sepa como funciona y como se administra la cosa pública, y para eso debe contar con un equipo que sea más técnico que político que lo acompañe para llevar adelante un verdadero proyecto de desarrollo nacional.
Necesitamos una visión de largo plazo, acuerdos mínimos que trasciendan administraciones y que permitan un crecimiento sostenido en el tiempo. Después de todo, ningún país puede prosperar de manera sostenible, si se refunda cada cuatro años. Porque los ecuatorianos requieren de manera urgente la unidad nacional y recuperar su orgullo y patriotismo sobre la base del respeto, la tolerancia y la no discriminación, teniendo al mismo tiempo la determinación para defender con valentía lo elemental: la democracia, las libertades, la familia y la vida. Quien nos lidere debe tener una genuina sensibilidad por los menos favorecidos, a quienes se les debe brindar más oportunidades antes que subsidios perennes.
De la misma manera, debemos exigir que exista una mejor oposición, fundamental en democracia, donde las discrepancias con fundamento permiten un equilibrio de poder, pero siempre buscando el bien del país, y no únicamente el fracaso del gobierno adversario de turno.
En materia económica, necesitamos alguien que nos ayude a vender y hacer más negocios con el mundo, y para eso debemos abrir nuevos mercados y afianzar los actuales de manera técnica y no ideológica. Es una imperiosa necesidad el facilitar el comercio a través de acuerdos comerciales con países donde nuestros productos tienen demanda y de donde podemos atraer inversiones estables, duraderas y que fomenten el desarrollo económico y la generación de empleo de calidad. Para eso, y al mismo tiempo, la tarea interna debe enfocarse en mejorar la productividad, modernizar la infraestructura, fortalecer las instituciones, simplificar los tramites y asegurar un marco legal estable que genere mensajes de tranquilidad y previsibilidad al empresario nacional y extranjero.
Igualmente, bajo el nuevo escenario geopolítico internacional hay que saber aprovechar la oportunidad histórica en materia de cooperación, especialmente con Europa y Estados Unidos, tanto para fortalecer nuestra economía y democracia, como para recuperar nuestra soberanía de las mafias internacionales.
Depende de nosotros el saber elegir un camino de progreso, estabilidad y desarrollo. No se trata solo de escoger a un presidente, sino de apostar por un liderazgo que nos impulse a alcanzar nuestro verdadero potencial. Es momento de dejar atrás la desesperanza y con optimismo volver a creer en lo que podemos lograr juntos. Porque lo tenemos todo: una riqueza natural extraordinaria, una ubicación geográfica estratégica, y una población joven, talentosa y con espíritu emprendedor, que ha demostrado ser resiliente al levantarse una y otra vez frente a las dificultades. Necesitamos condiciones para que todo ese potencial florezca aquí, y que la migración no sea una alternativa.
Finalmente, para quienes no están interesados en la política ni en el servicio público, de la misma manera, desde donde estén, deben afianzar su compromiso con el país y su desarrollo, entendiendo al prestigio profesional no como éxito propio sino como oportunidad para servir mejor. Después de todo, con el Ecuador tenemos una deuda y responsabilidad compartida, y para proyectar su futuro y el de nuestros hijos, debemos empezar por nuestro entorno, sin perder de vista el bien común.
Unidos como nación, con respeto por nuestras diferencias pero con un propósito colectivo, podemos construir el Ecuador estable y prospero que tanto anhelamos. (O)