En "Rayuela" de Julio Cortázar, el lector se adentra en un laberinto literario donde la linealidad narrativa es desafiada. El protagonista, Horacio Oliveira, se encuentra inmerso en un juego literario que exige, como buscaba su autor, una lectura activa, lo que en este caso es una lectura no lineal. Los capítulos se presentan como fragmentos de la historia que pueden leerse en múltiples secuencias, y cada lector crea su propia experiencia de lectura. Esta estructura narrativa fragmentada y abierta a la interpretación refleja la naturaleza subjetiva de la literatura y del arte en general, donde cada lector construye su propia versión de la historia.
La genialidad de Cortázar radica en el desafío de convertir al lector en una especie de editor. En este juego literario, la persona no sólo recibe la información sino compone la lectura, organizando los fragmentos como las formas de un caleidoscopio. El libro mismo se convierte en material de juego, una herramienta de exploración. Es un itinerario de pistas, casi detectivesco, un juego interactivo donde Cortázar nos presenta un mapa para encontrar un tesoro literario.
Es sorprendente cómo el estudio del derecho comparte ciertas similitudes con esta experiencia literaria. Los abogados, al igual que los lectores de "Rayuela", se embarcan en un juego intelectual. En el ámbito legal, los casos son los rompecabezas que deben resolverse y las leyes, precedentes y argumentos son aquellos fragmentos que deben ensamblarse de manera lógica y persuasiva para construir un argumento sólido.
Cortázar también introduce otros elementos intrigantes. En un pasaje, nos sumerge en una nueva lengua inventada por él, el "glíglico", una lengua que codifica la relación amorosa entre Oliveira y la Maga (ver capítulo 68 de Rayuela). Aparentemente indescifrable, esta lengua está llena de significado, imágenes y poesía. Cortázar nos hace cómplices de su juego literario, y a través de esto, nos brinda un placer lúdico
Así como en la literatura de Cortázar, donde cada lector puede encontrar significados diversos y explorar diferentes secuencias de la historia, en el estudio del derecho, la interpretación desempeña un papel fundamental. Cada jurista aborda un caso desde una perspectiva única, enfocándose en aspectos específicos, planteando argumentos distintos y llegando a conclusiones diversas. En ambos casos, la subjetividad desempeña un papel crucial, ya que la interpretación personal así como la capacidad para conectar conceptos y argumentos son esenciales para encontrar soluciones efectivas.
Ya para entonces me había dado cuenta de que buscar era mi signo, emblema de los que salen de noche sin propósito fijo, razón de los matadores de brújulas (Julio Cortazar, Rayuela). Tanto la abogacía como la lectura de "Rayuela" involucran la participación activa del individuo en la construcción de significado y la resolución de problemas complejos. Ambas disciplinas requieren un enfoque no lineal, la capacidad de ver múltiples perspectivas y la habilidad para encontrar coherencia en un mundo fragmentado.
Cada lector de "Rayuela" crea su propia versión de la historia, al igual que cada abogado construye su interpretación única de su caso y busca resolver los rompecabezas legales de manera creativa. Aunque aparentemente dispares, estas experiencias comparten la idea fundamental de que la interpretación y la subjetividad son elementos esenciales en la búsqueda de significado y soluciones en contextos complejos. Tanto la literatura como el derecho nos invitan a participar en el emocionante juego de descifrar y explorar, y en ese proceso, encontramos la pasión por comprender y revelar el mundo que nos rodea. (O)