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Subsidios
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Los subsidios, temporales o no, por mas que existan  en otros países, enfocados en el sector y no en el precio, focalizados o no, etc.,  en esencia no es lo óptimo para un cuerpo social sano;  peor en un cuerpo enfermo como el ecuatoriano, mal acostumbrado y dependiente del estado paternalista.

9 Noviembre de 2022 14.22

A propósito de las mesas de “diálogo” con el sector indígena, que en realidad son momentos de negociación a efectos de pagar el precio de liberación por el   secuestro social (de la sociedad) y gubernamental; los subsidios se habrían vuelto una suerte de moneda de pago. Por estos días escuché, una reflexión dada por un alto funcionario de gobierno: “Así, como es injusto dar subsidios a quien no lo merece, es injusto no darlo a quien lo merece…” frase que entiendo y respeto, pero no comparto.  Hemos crecido con paradigmas, y uno de éstos son los subsidios, que deberían ser aquellas ayudas temporales, con claro propósito y bien direccionadas por ser necesarias en casos puntuales; pero que han derivado en una especie de “emisión inorgánica y descontrolada”, generando un daño económico con repercusión social (caso de los generalizados subsidios a los combustibles y gas). El problema se agrava, cuando se ven a los subsidios como derechos adquiridos, no digamos si éstos alcanzan nivel constitucional…

Los subsidios, alimentarían la equivocada idea de que alguien pague por ellos, trabajen o se esfuercen o no los beneficiarios, así como alienta que otros sectores se puedan sentir también con “merecimiento”. La expresión que los subsidios “son justos mereciéndolos”, estaría alejada de la sanidad de un país en mi opinión, no digamos en la experiencia ecuatoriana, que han causado más daño que bien; ya que un subsidio por sus características propias y por su temporalidad, no puede volverse un derecho, ni una obligación indefinida estatal, a efectos de que alguien se pueda sentir merecido a recibirlo eternamente y por ende de ser afectado por la “injusticia” de no ser atendido; es decir, un subsidio no se caracteriza por ser justo, sino por ser objetiva y prudentemente necesario en un momento dado; otra cosa es que, sea políticamente “conveniente”. Así, infortunadamente, el subsidio tiene “buen sabor político y económico”, ya que quien lo impulsa cuanto quien lo recibe, no pagan el costo de su bolsillo, recibiendo el primero el aplauso de tarima y, el segundo el beneficio con prebenda, entiéndase privilegio. Los subsidios, temporales o no, por mas que existan  en otros países, enfocados en el sector y no en el precio, focalizados o no, etc.,  en esencia no es  lo óptimo para un cuerpo social sano;  peor en un cuerpo enfermo como el ecuatoriano, mal acostumbrado y dependiente del estado paternalista, y de la medicina de los subsidios devenidos en “cuasi derechos” sino en “derechos”;  volviéndose éstos  “necesarios” a efectos de ser utilizados como amortiguadores o calmantes sociales, aparentando ser útiles, cuando en realidad son ayudas superficiales para los síntomas, pero que no solucionan el tema de fondo - sino lo agravan, como en muchos casos ya se ha dado.  Después de varias décadas de combustibles y gas subsidiados, hay que preguntarse si el resultado final de la implementación de éstos, ¿ha sido positivo para el país?; y, si los sectores a los que se pretendió ayudar, ¿han progresado en función del subsidio? Probablemente, mas allá del error de ser generalizados y sin plazo, no habrían cumplido su fin, habiendo contribuido al desangre presupuestario, que ha dado la espalda a servicios prioritarios como salud, educación, seguridad…

Otro tema es, atender con responsabilidad, seriedad y sensibilidad social, aquellos sectores expuestos, como los niños en situación de riesgo, así como los ancianos desamparados, entre otros, en el que existe una situación de vulnerabilidad que obliga a una acción de “preferencia” y no de privilegio, caso en el que no existiría un subsidio sino una pertinente acción de gobierno.

Como queda claro, los subsidios no son gratis, ya que alguien paga por ellos, generalmente el resto de la sociedad en tiempo presente con impuestos, o en tiempo futuro vía endeudamiento. Los inapropiados apresuramientos en dar subsidios, ya sea para ganar votos o, en el caso de gobiernos sin respaldo para mantenerse, junto a la comodidad e inmadurez social en recibirlos, han sido el campo perfecto para sembrar la semilla del inmerecido merecimiento… (O)

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