Para definir a la especie humana se toman referencias de las características propias del ser humano que no se encuentran en los animales como la risa, la capacidad de pensar, de imaginar o de hablar. Algunos animales realizan actividades parecidas como los loros que hablan o la hiena que ríe, pero son solo apariencias o imitaciones pues carecen del pensamiento que hace creativo el lenguaje o significativa la risa.
El bípedo implume
Las características secundarias o superficiales pueden producir definiciones muy distintivas pero no incluyen las características esenciales del animal o del ser humano. Platón definía al ser humano como "Animal sin alas, con dos pies; el único entre los seres que es capaz de adquirir una ciencia fundada en razonamientos". Según la anécdota de Laercio, uno de los filósofos cínicos enemigos de Platón, Diógenes de Sinope, para burlarse de la definición de hombre como bípedo implume que se repite hasta hoy, tomó un gallo, le quitó las plumas y lo echó en la Academia de Platón, diciendo: «Éste es el hombre de Platón».
Aristóteles definió al ser humano como Zoon politikon, animal político, es decir con capacidad de cumplir su finalidad (telos) o destino natural en una comunidad organizada para tal fin. Animal político parece poca cosa como definición del ser humano, a la vista del devaluado animal político de la actualidad. Para los griegos la Polis era la organización social que permitía la realización de dos virtudes, la eudaimonia, la excelencia en la vida, y la fronesis, excelencia en el carácter y el intelecto. La noción de que el ser humano no puede llegar a su objetivo vital fuera de la polis parece ahora insuficiente.
Otras definiciones del humano
Desde los filósofos griegos hasta ahora se han ensayado numerosas definiciones del ser humano, algunas de ellas con el propósito de señalar, no sus características esenciales sino las variaciones culturales registradas en el transcurso del tiempo. La definición taxonómica más aceptada del ser humano es la de Homo sapiens acuñada por Carl Linnaeus en 1758. Desde entonces se han utilizado palabras latinas para tratar de alcanzar la definición más exhaustiva del ser humano. Entre las más interesantes están Homo loquens (que habla, Herder 1772), Homo faber (que hace o fabrica, Marx 1867), Homo ludens (que juega, Huizinga 1938), Homo viator (peregrino, G. Marcel 1945), Homo ridens (que ríe, Milner 1969), Homo demens (capaz de locura, E. Morin 1973), Homo videns (que mira, G. Sartori 1997), Homo technologicus (que hace tecnología, Gingras 2005).
Las características señaladas pueden sumarse como cualidades del ser humano que no comparten los animales. El hombre está dotado de lenguaje, fabrica herramientas, juega, es un peregrino que busca su destino, es el único que ríe, que es capaz de locuras; pero he recogido dos que cuestionan todas las anteriores que suponen la capacidad de pensar y pudieran refundirse en el Homo sapiens.
Homo videns
Hace un cuarto de siglo en plena época dorada de la televisión, Giovanni Sartori, escribió el libro Homo videns como crítica a la civilización de la imagen que había convertido todo en espectáculo. Primero dejó de ser un animal simbólico, como le había definido Cassirer porque habita en un universo simbólico, un tejido de lenguas, mitos y religiones, para convertirse en un animal vidente. Después de la televisión se han unificado el sonido, la imagen y la palabra en el computador proponiendo una realidad virtual que solo es real en la pantalla.
Sartori sostiene que el homo sapiens ha involucionado porque conceptos abstractos que eran familiares con el lenguaje son intransferibles con la imagen. Justicia, legalidad, libertad, democracia, no pueden ponerse en imágenes, la capacidad de abstraer y entender se atrofia y el homo sapiens se convierte en consumidor pasivo de imágenes.
Con el internet han cambiado las condiciones porque es un medio interactivo y permite discutir, negar o concordar con los contenidos; en teoría permitiría activar el análisis y el juicio personales. Los videojuegos no son pasivos sino activos y el internauta puede elegir los contenidos a los que accede. El internet puede ser un instrumento para el pensamiento y para la formación, pero también puede ser instrumento de manipulación y degradación.
Homo technologicus
Considerando las características de nuestro tiempo parece que el ser humano se ha vuelto temeroso. Nuestra civilización se ha hecho dependiente de la tecnología y sufre ante el peligro de quedarse sin ella y volver a convertirse en un animal inerme. Los peligros reales e imaginarios que nos acechan son numerosos.
Cuando vamos al banco y nos informan que se cayó el sistema o el internet nos niega acceso, nos pide la contraseña que hemos olvidado o nos exige un cambio de contraseña, nos provoca u arrebato de terror. Las prevenciones acerca del peligro de entregar información, la posibilidad de que nos cierren la cuenta de las redes sociales como a Trump, el riesgo de que anónimos hackers, desde rincones remotos, asalten nuestra información para venderla, vacíen nuestras cuentas o manipulen nuestro voto, nos aterra con sobradas razones. El mundo de la tecnología se ha convertido en un planeta de peligros y el peligro mayor es que, finalmente como ya está ocurriendo, los gobiernos se asusten primero y controlen el sistema para controlarnos a los ciudadanos. (O)