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En un mundo que se mueve y cambia a una velocidad vertiginosa, una sociedad dinámica que vive una revolución constante, el ritmo en el que se van rompiendo las brechas de género sigue siendo mucho más lento de lo que cabría esperar.

28 Julio de 2021 10.12

Recientemente, en un programa de radio nacional me preguntaron “si esto del liderazgo femenino, es una moda”. No me sorprendió, no era la primera vez que lo escuchaba. Pero no me queda otra que preguntarme si tan extraño es ver, cada vez más, a mujeres al frente de organizaciones públicas y privadas, cuando se equipara la carrera profesional de las mujeres con algo efímero o temporal, como un peinado o unos zapatos.

Y digo efímero, porque la primera definición que el diccionario de la RAE me arroja cuando busco la palabra moda es “Uso, modo o costumbre que está en boga durante algún tiempo, o en determinado país”. Si ésta no les convence, les traigo la segunda “Gusto colectivo y cambiante en lo relativo a prendas de vestir y complementos”.

¿Es el talento una moda? La pregunta en sí misma es un sinsentido. Y ahí está la clave, en que de lo que hablamos es de talento, de formación, de aptitudes profesionales, esfuerzo y dedicación. Pero también hablamos de igualdad, porque la presencia de mujeres en altos cargos y consejos directivos continúa siendo notablemente inferior a la de hombres. La sexta edición del informe de Deloitte sobre mujeres en Consejos de Administración a nivel global reflejaba que las mujeres ocupan un poco menos del 17% de los cargos en Consejos, una cifra que se desploma a menos de la mitad si ponemos el foco en Latinoamérica. 

En un mundo que se mueve y cambia a una velocidad vertiginosa, una sociedad dinámica que vive una revolución constante, el ritmo en el que se van rompiendo las brechas de género sigue siendo mucho más lento de lo que cabría esperar. Más allá de las leyes, se trata de lograr un cambio social.

Y no me malinterpreten, no se trata de defender un trato preferencial, si bien es evidente, me parece importante destacarlo. Flaco favor nos haríamos si planteásemos otorgar una posición exclusivamente por razón de género. Sobra decir que prima el talento, la experiencia y aptitudes; pero al igual que no debe existir un condicionamiento por motivos de género, tampoco debe darse por los estereotipos y prejuicios que acompañan al mismo y, específicamente, a las mujeres.

Es decir, el talento no tiene género, pero las barreras sí. Tradicionalmente, a igualdad de condiciones entre dos candidatos, ser mujer jugaba en contra, reducía las posibilidades. Uso el pasado, pero podría usar el presente, siendo aún una realidad en muchos entornos. O ¿acaso no hay mujeres preparadas? En Ecuador, al igual que en otros muchos países, las mujeres son mayoría en la preparación académica. Datos de 2020 de la Fundación CYD señalan que, en España, el ratio de mujeres tituladas es de 8,03 por cada 100, frente 5,75 de los hombres.

Según el informe publicado por la UNESCO en marzo de este año, la matrícula femenina en la enseñanza superior se ha triplicado desde la Conferencia de Beijing en 1995, en la que se establecieron una serie de objetivos para alcanzar la igualdad de género en doce ámbitos clave, uno de ellos la educación.

La lógica nos dice que debería existir, al menos en parte, una correlación entre la preparación y nivel de estudios de las mujeres, con las oportunidades laborales, liderazgo, posición y toma de decisiones. Sin embargo, no es así.

Así que, volviendo a la pregunta del inicio, no, el liderazgo femenino no es una moda y no desapareceremos por temporadas como las lentejuelas y el brillibrilli. Cada vez seremos más y como tuve oportunidad de decirle a aquel periodista, sabremos que tenemos igualdad y una sociedad más equitativa cuando este tipo de preguntas no tengan cabida, cuando no sea noticia el nombramiento de una mujer por el mero hecho de serlo. (O)

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