Todo régimen totalitario – y el franquismo lo fue en el más amplio sentido que pueda concebirse – se sustenta en una serie de “principios” que los déspotas los acomodan a conveniencia, llamados a ser los pilares de sus faenas. En Franco el “ultracatolicismo” es uno. El Fuero de los Españoles (1945) resolvió que la profesión y ejercicio de la religión católica sea la del Estado español, única aceptada por el oficialismo. En el plano metafísico, seguramente representa la manera en que el general expiaba sus pecados, en especial aquellos contra la vida de quienes pensaban distinto que él.
En los Principios del Movimiento Nacional (1958) puede leerse que España considera como timbre de honor el acatamiento de la ley de Dios, según la “Santa Iglesia Católica, única y verdadera fe inseparable de la conciencia nacional que inspira su legislación”. ¿Puede pensarse en algo más descaminado? En particular si la pena de muerte estuvo ligada a la concepción falangista del estado. ¡Hubiese sido interesante lograr el imposible acceso a las confesiones de Franco, y conocer la penitencia por sus crímenes!
La Iglesia recibió a la norma con agrado y permitió ser manipulada. En realidad más que ello, pues pasó a ser parte del engranaje autocrático. Su tolerancia fue vergonzosa. R. Borja en la Enciclopedia de la Política cita al escritor ecuatoriano R. Andrade: “el falangismo, con doctrina supuesta, alquila párrocos y gratifica sacristanes”. Entre las pocas reacciones de la jerarquía católica se cuenta al Obispo de Bilbao. Recién en 1974, se pronuncia en contra del gobierno pero solo en defensa de la lengua y cultura vascas, y de ciertas libertades civiles.
El catolicismo malsano se pragmatizó en todos los ámbitos de la labor franquista: político, educativo, laboral, social y cuantos podían significar respaldo y protección para el sistema. Siempre estuvo presente la “figura” del general como caudillo “por la gracia de Dios”.
Remitámonos a otros “principios” del franquismo, que con el expuesto definieron a la “doctrina” falangista, que sin serlo pretendió convertirse en una. Siempre existirán seres que sin comprender lo que es una doctrina política, otorgan al fascismo tal calidad. Nos referimos al patético anticomunismo de Franco. Sin embargo, no tuvo reparo alguno en adoptar del estalinismo las más repulsivas prácticas de represión en cuanto fue necesario para imponer el maligno ideario fascista.
Fiel a su auto endiosamiento, hizo uso del lema “Centinela de Occidente” para transmitir al mundo el papel de España y el suyo propio como defensores del capitalismo. Por cierto, adecuándolo a lo que le interesaba y lo que imponía el aislamiento internacional del país.
El franquismo sumió a España en serios problemas macroeconómicos y atraso en su desarrollo si lo comparamos con la mayor parte de los países de Europa occidental. Dicen los analistas que, en alguna medida, sus cifras de progreso se asimilan más bien a aquellas de las naciones de Europa del este cuyas políticas Franco tanto odiaba. No fue sino en 1986 – de la mano del gobierno socialista de Felipe González, seguramente para revuelco de Franco en su tumba – que España entra a la Comunidad Económica Europea y emprende en un capitalismo eficiente. Hoy es uno de los grandes jugadores de la Unión Europea.
Es forzoso tener presente que el posicionamiento de España como referente del bienhacer político, económico y social de Europa y el mundo está atado a sus gobiernos socialistas. Los encomiables progresos del país ibérico en las materias señaladas fueron logros el PSOE, que no de quienes se resisten a adelantos impostergables.
Apéndices de los dos anteriores fueron el militarismo y el unipartidismo. El primero, institución clave tras y delante del régimen. De hecho, la milicia española aportó con su incondicional apoyo para mantener, a la fuerza, a Franco en el poder absoluto. La jerarquía militar administró importantes instituciones burocráticas. Los medios de prensa, radio y televisión quedaron sometidos a vigilancia castrense. Los ejércitos españoles ejercieron el real poder político del país.
Tuvo a la FET y de las JONS (Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista) como el partido político único autorizado en España. En la organización sin par posible se aglutinó lo necesario para hacer del régimen el más eficiente sistema de coerción… sobre todas, sin excepción, las libertades básicas del ser humano. Fue el encargado de esparcir su ideología en el ámbito del quehacer tanto estatal como privado. De allí el riesgo que representa para España – lejano según los últimos resultados electorales – la ascensión de la extrema derecha al poder.
Así Franco violentó los derechos básicos del preclaro pueblo español… al cual América le debe mucho. (O)