Hablar de franquismo es referirse a una de las etapas más oscuras de la magna historia española. Coincide con la ascensión de F. Franco en 1939 al poder de facto luego de la Guerra Civil. Se prolonga hasta su muerte en 1975. Casi cuarenta años de violación de derechos, represión y muerte, contradicciones y aberraciones. A raíz de las recientes elecciones cumplidas en la península, llorando sobre el difunto, hay quienes afirman que la derecha perdió por los votos de descendientes de los perseguidos por Franco residentes fuera de España. Tan insólita, pero por cierto imaginativa, aserción nos lleva a redactar este artículo a efectos de recordar la barbarie de un gobierno que penosamente una minoría parece añorar.
El régimen se extendió por varios años posteriores al deceso del dictador. Figura clave en el proceso de superación del vergonzoso modelo de gobierno franquista fue A. Suárez. Legalizó a los partidos socialista y comunista, así como a los sindicatos, y logró aprobación de la nueva Constitución en el referéndum de 1978, que permitió emprender el camino de la democratización española. Sin embargo, la consolidación democrática no hubiese sido posible sin la incuestionable vocación del rey Juan Carlos I… y de los gobiernos socialistas (PSOE), cuya figura emblemática es F. González.
Durante los primeros tres lustros de la dictadura, España fue un estado aislado de Europa y del mundo. Su ostracismo toma cuerpo al fin de la II Guerra Mundial con la negativa de los países vencedores a permitir el ingreso de España a la ONU. En el comunicado de Postdam (1945) se justifica la oposición dado el origen del gobierno ibérico, su apoyo a las potencias del Eje y por su asociación ideológica con los Estados agresores. España es admitida en la ONU solo en 1955. Fiel al oportunismo propio de los tiranos, Franco ejecuta la tarea tomando ventaja de la coyuntura mundial. Cuatro años después, D. Eisenhower visita España. Es el segundo líder de una potencia mundial en entrevistarse con el déspota; el primero fue A. Hitler en 1940, en la localidad francesa de Hendaya.
Hasta el fin de la II Guerra Mundial, Alemania e Italia jugaron un rol importante en la consolidación del régimen franquista. El apoyo de Hitler a Franco fue determinante para su triunfo en la Guerra Civil. Desde el punto de vista ideológico, la Falange Española adoptó principios del fascismo de Mussolini hábilmente adaptados a la realidad de España, como el corporativismo y el catolicismo extremo… ignorante y enfermizo cuando prima por sobre la razón.
Cerremos estos antecedentes con la frase constante en las monedas acuñadas durante la dictadura: Francisco Franco caudillo de España por la gracia de Dios. Nos nace la duda de si algún dios se habrá sentido confortable con tal imputación. A la Iglesia Católica sí que le gustó, pues sin perjuicio del provecho místico que obtuvo de la donosura de Francisco, también alcanzó beneficios terrenales de orden material. A la élite clerical siempre le ha agradado gozar de riquezas, y lo que éstas representan más allá de lo que pueda ofrecer el paraíso.
Hasta aquí su origen histórico y lo que significó el franquismo para España en el contexto internacional. Dediquémonos ahora a analizar lo que personificó el régimen al interior de la nación.
A lo largo de cerca de cuatro décadas de tiranía bienvenida por algunos, la implacable represalia a todo - y todos - lo que podía interpretarse como oposición al régimen fue brutal y sin compasión. Fuentes históricas serias dan cuenta de entre 150.000 y 200.000 ajusticiados por el franquismo. El Ministerio de Justicia español en 2011 refería a más de 2.000 fosas comunes, de las cuales únicamente 250 habían sido abiertas.
El Parlamento Europeo se pronunció en marzo de 1974. Afirmaba que ha constatado la violación de los Derechos Humanos y el desprecio de los derechos democráticos por parte del Gobierno español. La política de Franco en la materia no cesó hasta los últimos días anteriores a su muerte. En septiembre de 1975, tan solo dos meses antes del deceso del dictador, cinco ciudadanos fueron ejecutados en medio de protestas en todo el mundo libre y la propia España. La consigna era perennizar al caudillo en el poder - a través de su ideología cuando ya no esté - a cualquier coste. Qué y quién debía ser sacrificado era secundario. El destierro, castigo y muerte de los opositores fueron solo un medio justificativo del propósito.
En el cometido Franco tuvo el apoyo expreso y tácito de varias instituciones y parcelas de la sociedad española: la milicia, la Iglesia Católica, la prensa (con excepciones puntuales) y la derecha reaccionaria. Retomaremos el tema en nuestra próxima entrega. (O)