Un asesor político se burlaba del presidente al que había servido diciendo que no tomaba decisiones al amparo de un razonamiento seudo filosófico que establecía que hay dos tipos de problemas, los irresolubles y los que se resuelven con el tiempo. Ante los primero no es necesario hacer nada porque son irresolubles y a los segundos hay que darles tiempo para ver si se resuelven y si no, será que son irresolubles. La comunicación es la clave en la política.
El discurso del estadista y el discurso del caudillo
El discurso político solía servir para explicar a los ciudadanos las propuestas y las decisiones de los líderes. Solía tener tres niveles, el primero es el nivel informativo y consiste en comunicar los hechos, las cifras y los datos que fundamentan las decisiones. El segundo nivel es el persuasivo, apela a la razón de los interlocutores mediante razonamientos lógicos que demuestren la necesidad de la decisión. El tercer nivel no solo pretende persuadir, sino conmover a los ciudadanos y para ello utilizan recursos emotivos que inducen a la acción, “mueven” a los ciudadanos a rechazar o apoyar las causas propuestas.
El discurso político se ha simplificado hasta la caricatura y amenaza con desaparecer por inútil. Los políticos no creen en las propuestas que hacen ¿cómo podrían informar, persuadir o conmover si ellos mismos no saben ni creen? El populismo llevó al extremo la simplificación del discurso político que se mantiene como mera charlatanería. El discurso populista ni informa, ni persuade ni conmueve, simplemente impone las decisiones porque su esencia es el autoritarismo. El ejemplo más caricaturesco es Hugo Chávez plantado en una esquina de Caracas preguntando ¿de quién es esta casa? Y dictaminando ¡exprópiese!
La degradación del populismo y las redes sociales
Líderes populistas más elaborados utilizan tres fórmulas para el discurso político. La primera es asumir que son los representantes del pueblo y encaramados en la noción de pueblo como una unidad, asumen la identidad entre ellos y el pueblo. Por tanto las decisiones del líder vienen a ser las decisiones del pueblo. La segunda fórmula es inventar un enemigo al que atribuyen todos los males de la nación y de allí saltan a probar que cualquier decisión es buena porque se opone al enemigo o porque el enemigo se opone a ella. La tercera fórmula es eliminar la necesidad de pruebas, datos o razonamientos mediante el llamado argumentum ad hominem. No defienden su tesis ni atacan la de los adversarios, atacan a la persona, descalifican al adversario y así prueban que su decisión es la correcta.
Ahora estamos en una etapa más avanzada, más cerca del fin del discurso político. En la era de las redes sociales no hay discurso porque no tiene sentido la verdad. Cada quien tiene su verdad y la impone con alevosía tal como otros le imponen la suya. Se han creado recursos que suplantan al discurso político y lo dejan en desuso.
Un candidato se pone zapatillas rojas, se toma una fotografía y la difunde por las redes sociales. Es un discurso político sin argumentos, datos, razonamientos. Circula en ese mundo trucado que Antonio Lucas describe así: “Una extensión del enjambre alegre de hablar sin fin de cualquier cosa y porque sí. Trabajan desde ese lugar de lo real en que la verdad no es un protocolo necesario y así va generando espacios mayormente inverosímiles, caducifolios, urgentes, sacados de quicio, bravucones, gregarios donde cada día se hacen decenas de juicios virtuales sumarios. Donde también se toman rehenes”.
El macho alfa y la manada
¿Terminarán los políticos comunicándose por gestos, gruñidos, símbolos y los instrumentos anteriores a la civilización? Los gestos de dominio y para exhibir sumisión no han cambiado nada porque son gestos animales. La conducta gregaria que se exhibe en las redes, son también resabios del comportamiento de la manada. Por otra parte, no tuviera importancia si no fuera porque los líderes políticos exhiben ademanes de macho alfa, antes que de soñadores, guías espirituales o ejemplos de racionalidad.
La política debe recuperar el discurso racional para que la ciudadanía sea el conjunto de ciudadanos libres, conscientes e informados; no un rebaño conducido con ademanes y gritos. Informar, persuadir y conmover son los mecanismos racionales de la comunicación y el camino para la gobernabilidad. El caudillo convierte a los ciudadanos en masa. El estadista transforma la masa en ciudadanos. (O)