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"Me encanta el mes de Diciembre. Es como el viernes de todo el año" Grafiti

29 Noviembre de 2023 16.16

Llegó Diciembre, el  mes abuelo como lo llamaba el escritor Raúl Andrade,  cargado de sorpresas, festejos y añoranzas. Último mes del año, hoja final de antiguos calendarios, pretexto perfecto para evaluar la vida. Época de recuerdos, saturada de nostalgias infantiles como aquellas navidades que nunca volverán y los abrazos de los que ya no están… mes de antiguas tradiciones que se han ido perdiendo para dar paso a un torrente comercial que parece no detenerse nunca. Diciembre, el de las fiestas de Quito, el de la Nochebuena y la Nochevieja, de las vitrinas y escaparates, de las luces y los nacimientos, el de los regalos y las promociones, de los bazares y mercados navideños.  Mes que fue de tarjetas y postales, de disfraces y mascaradas, de inocentadas y bromas, hasta de corridas de toros… debe ser por eso que sus días tienen ese sabor de tiempos idos y las noches guardan sin custodia a personas que adelantaron su eterno viaje.

Mes de fiestas y compromisos, de reuniones y de brindis pero también de angustias, de cábalas  y promesas de dudoso cumplimiento. Días que en la Historia de la Humanidad fueron tomados como tregua, como descanso, que sirvieron para reconocer lo absurdo de las guerras y la inutilidad del odio.  Termómetro natural de inequidades y profundas desigualdades.  Diciembre mes especial y diferente, marcado en el Almanaque como igual a todos, pero que cada vez asoma con distintos tonos o diversos andares. Tramo final del año en curso, semanas que se van entre reminiscencias, agasajos y balances.  Diciembre que no deja indiferente a nadie,  que toca con su encanto o su tristeza todos los puntos cardinales. Mes que certifica como nunca, el paso del tiempo, que archiva buenos y malos momentos e invita a mirar el mundo con diferentes ojos.  

Diciembre denominado así por haber sido el décimo mes del antiguo calendario romano, asoma puntual cada año y de imperceptible manera, empuja a llamar a los amigos y amigas, a los del colegio, a los del barrio, a los hermanos, a las primas, a los que están lejos, a los que se les quiere y extraña. Diciembre que durante sus 31 días de manera natural  canjea las ausencias por sonrisas.  Mes de la añoranza, de la nostalgia de épocas pasadas, que permanecían como extraviadas, esperando estas fechas para asomar de la nada.  Este mágico mes es así, de evocaciones, de pasajes imborrables y plagado de personajes que ya se fueron pero que dejaron su impronta en estas singulares celebraciones.

En Quito Diciembre significa el inicio de sus fiestas, el onomástico de una Capital  que imposibilitada de crecer entre montañas hoy se derrama por sus aledaños valles. Festejo ruidoso y cambiante que alborozado no olvida el espectacular entorno quiteño, su maravilloso centro histórico, sus monumentales templos, sus extraordinarios conventos, sus magníficos y abundantes museos, pero muy especialmente sus gentes buenas y trabajadoras.  Diciembre de los barrios tradicionales y los nuevos, de sus plazas, de sus calles, de sus gestas y luchas. Mes que al grito de ¡de Viva Quito!  permite que  oficinas, talleres, despachos,  sedes barriales o casas comunales sean tomados por el 40- el juego  ciencia genuinamente criollo-  que entre  canelazos, risas y dichos , la memoria mezcla con las cartas y los chistes, “cachos”, exageraciones y mentiras, revelan que la “sal quiteña”  sigue más viva que nunca. 

Diciembre de las novenas, de los nacimientos gigantes, de los pesebres en miniatura, del Pase del Niño, de la Misa del Gallo, del árbol de navidad, del monigote llamado “año viejo”, del celebrado testamento y sus andróginas viudas. Mes que huele a pristiños con miel, a funda de caramelos, a buñuelos, a pavo horneado y a pan de pascua. Mes de voladores, camaretas y fuegos artificiales, de villancicos, de bulla, de tráfico complicado y de compras de último rato. Diciembre mes comercial por excelencia,  de  gastos, de sorteos y rifas, el que tiene la manía de insistir que la pobreza existe y que la marginalidad se encuentra en cada esquina. Diciembre que llena las calles con informales vendiendo de todo y para todos, mientras en aceras, parterres y carreteras, mendigos y pordioseros  piden de todo y para todos. Diciembre de la desigualdad contundente,  de la indiferencia campante y de la solidaridad manifiesta. Mes de los saludos que no por ser repetidos dejan de ser sinceros “Felices pascuas y un próspero año nuevo” … Al fin llegó para quedarse el tiempo suficiente, cumplir su cometido y justificar su espera. (O)

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