El epicureísmo
Particular importancia tiene para el epicureísmo la renuncia a gozos cuando los mismos derivan en y de pesares. Ahí aparece la ética que obliga a recapacitar sobre los deberes del ser humano en función de su escala de valores. Es indigna la persona que goza de los frutos saqueados de terceros que los requerían más que el saqueador, así como si se los arrebata con subterfugios justificativos.

Epicuro nace en la isla griega de Samos, se cree en 342 a. e. c. (antes de la era común, convencionalmente referida "a. C." por influencia cristiana, que está siendo superada). La mayor parte de su vida reside en Atenas, ciudad a la que su familia se traslada al ser los colonos atenienses expulsados de Samos tras la muerte de Alejandro Magno (356 a. e. c.-323 a. e. c.). Fallece alrededor de 270 a. e. c. En Atenas funda su escuela, conocida como el Jardín, en la cual eran bienvenidas mujeres. Así rompe las tradiciones platónica y aristotélica de evitar que estas participen en la discusión de temas filosóficos. A través de sus estudios, en particular de los recibidos de Nausífanes (h. 340 a. e. c.-h. 370 a. e. c.), profundiza en el conocimiento de las teorías de Demócrito (h. 460 a. e. c.-h. 320 a. e. c.), el atomista, que influirán en las tesis de Epicuro.

Al margen de las obras propias del filósofo, que han pasado a la historia bastante fragmentadas, cualquier profundización en el epicureísmo debe considerar a Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres, de Diógenes Laercio (180-240). También al poema De la naturaleza de las cosas de Tito Lucrecio Caro (99 a. e. c.-55 a. e. c.). Por cierto, igual es necesario aludir a Marco Tulio Cicerón (106 a. e. c.-43 a. e. c.) y sus Disputaciones tusculanas. Epicuro fue injustamente calumniado por sus contemporáneos, imputándosele incluso vicios sexuales. Las habladurías provenían de quienes no alcanzaban a comprender de manera correcta sus teorías en torno al placer, y sus críticas a la religión. Cuando los mediocres no entienden a seres superiores, al tiempo de sentirse ofendidos emprenden en tontos ataques.

En atención al "atomismo" de Demócrito, Epicuro defiende la "corporalidad" de todo lo que nos rodea, concebida como la simple y pura anexión de átomos. Hombres y dioses son, igual, incorporación de partículas materiales ínfimas que dan origen a un cuerpo. La única disimilitud entre unos y otros radica en la mayor finura de los corpúsculos de los seres divinos y en su inmortalidad. Complemento de la teoría atomista es el eídola, conceptuado como la percepción sensorial a través de las imágenes.

Base de la teorización epicúrea es la ninguna diferenciación entre el cuerpo y la mente, entre la materia y el alma. Cuerpo, mente y alma son esencialmente lo mismo en tanto están conformados por la materialización de los átomos. En esas circunstancias, la muerte es nada más que la volatilización de esas partículas que dan forma al organismo. Al ya no haber cuerpo tampoco existe el pensar ni el sentir. Vivir preocupado del destino del alma al fallecer es emblemática estupidez del católico irracional, pues deja de subsistir en placer a la espera de un gozo infinito del que no tiene mínima idea. Lucrecio sostiene en su poema que la religión y la superstición son males desde el instante en que imponen límites a la comprensión de la realidad.

Con enorme sentido lógico, que contradice al catolicismo en razón, afirma Epicuro que "la muerte no tiene nada que ver con nosotros, porque todo bien y todo mal radica en la sensación... y la muerte es la privación de sensación". Cuestiona la incoherencia que representa el miedo a la muerte cuando aún no se da... cuando la muerte llegue nosotros ya no existiremos. Uno de los mayores martirios que puede sufrir el humano es vivir atormentado por la muerte, siendo que al hacer presencia habrá desaparecido la persona y no tendrá la alucinación de haber dejado de existir en el mundo de los vivos.

Para Epicuro, la vida exige placer. De hecho afirma que "el gozo es el principio y el fin de una vida dichosa". Los hombres estamos llamados a experimentar delectación y a rechazar el dolor. Sin embargo, a diferencia de lo que el vulgo inculto interpreta, por "deleite epicúreo" no cabe entender al burdo regocijo insustancial y superfluo. El gozo no es de orden cuantitativo a título de acaparar lo material, sino cualitativo para una vida honrosa y dignificante. No se trata, dice, de un gozo de viciosos pero de uno de realización personal. Gozar es escoger lo que el cuerpo y el alma demandan, desechando aquello que los perturba. El real placer viene dado por conformarnos con poco si no tenemos mucho... y si tenemos harto, compartirlo con los que tienen poco. Todo en torno a la ataraxia, es decir, la disminución de las pasiones que alteran nuestro equilibrio físico y mental.

Particular importancia tiene para el epicureísmo la renuncia a gozos cuando los mismos derivan en y de pesares. Ahí aparece la ética que obliga a recapacitar sobre los deberes del ser humano en función de su escala de valores. Es indigna la persona que goza de los frutos saqueados de terceros que los requerían más que el saqueador, así como si se los arrebata con subterfugios justificativos. El placer elogiado por Epicuro es el propio en tanto no implique perjuicio ajeno. (O)