El Dios de Spinoza (I)
La naturaleza, afirma Spinoza, no puede concebirse sino como lo existente, siendo que es sustancia... lo que existe por sí, lo que es por sí mismo, sin necesidad de algo distinto a tal representación. De allí concluye en que -para él- Dios es la esencia absolutamente infinita... la sustancia natural humana.

En 1632 nace Baruch Spinoza en Ámsterdam, en el seno de una familia judía emigrada de la Península Ibérica; no hay certeza de si la estirpe salió de España o Portugal. Fallece en La Haya en 1667. Si bien durante su niñez y temprana juventud la religión familiar fue base de su formación, los estudios que hizo de R. Descartes y T. Hobbes generaron en él profundas reflexiones racionalistas que lo llevaron a abandonar la Sinagoga. Comienza a frecuentar cristianos cartesianos liberales, conocidos como los "collegianten". El ambiente librepensador que vivía los Países Bajos, inclusive desde antes de la Reforma, le permitió romper con pensamientos contemplativos esquematizados, para adentrarse en nuevos conceptos religiosos, que conforman el fondo de sus esfuerzos teorizantes.

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A contrario-sensu de lo que dicen de él -tanto pensadores interesados en descalificarlo como simples defensores de la religión sin formación teológica más allá de "clases dominicales de catecismo" impartidas con gran dosis de ignorancia- Spinoza no fue ateo. Fue sí cuestionante de ideas alejadas de la razón. De manera expresa, el neerlandés aboga por la existencia de un Dios, pero lo hace apartándose de misticismos que ya para su época eran distorsionantes de la lógica. Lo eran propios de una Iglesia católica que mantenía abiertos varios frentes a los cuales le era cada vez más difícil enfrentar. Más en una Europa que a partir de M. Lutero emprendió en válidas alternativas a la sinrazón intransigente. Como no podía ser de otra manera, la reacción de Roma al pensar de nuestro filósofo fue simplista e impertinente... incluyó a su obra Ética demostrada según el orden geométrico en el Index librorum prohibitorum (Índice de libros prohibidos).

La doctrina de Spinoza caló hondo entre los intelectuales del siglo XVII y de los centenarios siguientes hasta hoy. Doctos laicistas sostienen que, si el Dios tradicional existiese y quisiese hablar con un hombre, lo haría con Baruch. Su desarrollo en torno a Dios fue ponderado por A. Einstein al punto de afirmar "Creo en el Dios de Spinoza que se revela en la armonía ordenada de lo que existe, no en un Dios que se preocupa por el destino y por las acciones de los seres humanos". Para seres suficientemente perceptivos en razón, es del todo inaceptable la tendencia del catolicismo a inmiscuirse en la vida privada de sus seguidores. Lo hace con morbo; baste mirar a la enfermiza "institución" de la confesión. En el siglo XX, B. Russel, filósofo británico premio Nobel de Literatura (1950), dice de Spinoza que es el más noble y encantador de los grandes filósofos.

La idea central del de Ámsterdam alrededor de Dios puede resumirse en que Este es "sustancia", o sea causa per ser, y por ende "naturaleza". Estamos ante un infinito eterno y perfecto. No en juicio o raciocinio teológico pero geométrico. El método que ofrece la geometría lo desarrolla Spinoza en el Tratado de la reforma del entendimiento, que lo perfecciona, en cuanto a su noción de Dios, en la Ética

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La ordenanza geométrica de las cosas la concibe como vía a través de la cual, en debido orden, indaga la verdad y esencia objetiva tanto de los cuerpos como de las ideas. Cuando las nociones, pensamientos y conceptos divagan en el mundo de las elucubraciones y fantasías, desembocan en falacias. La alternativa spinoziana es el orden natural que proporciona la geometría sin lugar a imprecisiones e innecesarios vagabundeos, que son siempre contingentes frente a la realidad. El "Dios geométrico" es la naturaleza misma, el hombre como expresión de la propia vida, no lo etéreo de un ser impersonal.

La figura geométrica clásica es en Spinoza el "círculo". Lo entiende como una totalidad conformada por infinito número de lados y de rectángulos. El movimiento de los cuerpos lo asimila a las pasiones del ser humano. La geometría parte de simples puntos y líneas que van uniéndose hacia figuras más complejas, pero siempre en un orden lógico hasta llegar a la perfección, la cual -nuevamente- es la sustancia, la esencia y por ende la naturaleza. Esto le permitió elaborar en el método sintético de comprender un Dios infinito y perfecto cual es la naturaleza.

Así arriba a su enunciado de que cuerpo y alma son un todo. La concepción cristiana del alma es disparatada, desatinada, a título de un asomo apartado de la esencia humana. Por tanto, refutable desde el momento en que la separamos de lo tangible del cuerpo. La naturaleza, afirma Spinoza, no puede concebirse sino como lo existente, siendo que es sustancia... lo que existe por sí, lo que es por sí mismo, sin necesidad de algo distinto a tal representación. De allí concluye en que -para él- Dios es la esencia absolutamente infinita... la sustancia natural humana.  (O)