El dios de las pequeñas cosas
Cuenta Arundhati Roy, la escritora india en su novela 'El dios de las pequeñas cosas', ganadora del Premio Booker, 1997, que el regalo del creador para la humanidad fue el amor.

Se dice que hay un dios que todo lo ve, que nos juzga, que nos ha hecho a su imagen y semejanza, y que registra cada una de nuestras acciones en la vida para pasarnos la consiguiente factura en el otro lado. Debe tratarse de un dios cruel, vengativo y de corazón duro, pues sino cómo explicarse los horrores que se ven a diario: las vejaciones, abusos, violaciones, maltratos, torturas y la muerte, especialmente la muerte violenta que ha sido una constante en esta humanidad que él ha sabido crear.

Ahora bien, tratándose de las pequeñas cosas, es decir de los sufrimientos banales, de los momentos de tristeza o desolación, de los estertores finales, para los milagros cotidianos, algo habrá en favor de ese dios para que tanta gente lo invoque, para que lo recen con tanto fervor, para que lo admiren e idolatren, para que se sacrifiquen por él, y también para que se cometan los actos más atroces en su nombre. 

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Cuenta Arundhati Roy, la escritora india en su novela 'El dios de las pequeñas cosas', ganadora del Premio Booker, 1997, que el regalo del creador para la humanidad fue el amor. La capacidad de amar, el disfrute, el placer, la plenitud, incluso el miedo de ver sufrir o de perder a un ser amado, que es la fuerza que mueve al mundo, pero que, al final, el bendito libre albedrío nos dejó a expensas de nuestros propios vacíos, de nuestros innumerables defectos, y nadie nos enseñó a quién debíamos amar, a quién podíamos amar, a quién jamás habríamos de amar... 

Es esta de Arundhati Roy una novela espléndida que recoge en algo menos de cuatrocientas páginas toda la vida de una familia de la región de Kerala, en el sur de la India. Se describen allí, con una prosa tan dulce como implacable, la ligera felicidad de la infancia, las miserias ocultas detrás de las paredes, los terribles secretos que encierra cada saga familiar, las brutales acciones de los hombres por el poder, la división de castas, las traiciones, la mentira, la inculpación, el incesto, la muerte y, por supuesto, el amor como engranaje fundamental de la máquina del tiempo.

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"Ella hubiera podido acariciar su cuerpo ligeramente con los dedos y sentir cómo se le erizaba la piel. Hubiera podido deslizar sus dedos hasta la base de aquel estómago plano. Hubiera podido pasarlos de un modo despreocupado por encima de aquellas cadenas de chocolate barnizado. Y haber dejado una estela de bultitos erizados sobre su cuerpo, como una tiza sobre la pizarra, como un soplo de brisa sobre los arrozales, como la estela de un reactor sobre un cielo azul de iglesia. Hubiera podido hacerlo sin dificultad, pero no lo hizo.".

La historia de 'El dios de las pequeñas cosas' lleva al lector a la lejana infancia de dos gemelos, cuando su madre ha vuelto a casa con ellos tras un fracaso matrimonial, hasta el día en que se produce una tragedia que remueve todos los cimientos familiares, y desde allí, entre saltos del pasado hacia el presente, se construye una historia fascinante en la que sus personajes se cuestionarán muchas veces si su fe será suficiente para sobrevivir o si, simplemente, deberíamos concentrarnos en vivir la vida con la misma intensidad del más feliz de nuestros momentos.

"Incluso luego, en las trece noches que siguieron a aquella, instintivamente se aferraron a las Pequeñas Cosas. Las Grandes Cosas siempre quedaban dentro. Sabían que no tenían adónde ir. No tenían nada. Ningún futuro. Así que se aferraron a las pequeñas cosas." (O)