El Ecuador vive días convulsos por el paro declarado por los indígenas, algunas de cuyas demandas son, sin duda, justas, pero que, una vez más, han sido manipulados para desatar la violencia, lo que hace necesario el uso de la fuerza disuasiva por parte del Estado.
Las amenazas de escalar esa violencia y atacar aún más a Quito, los bloqueos en las plantas de gas, las tomas de pozos petroleros, las extorsiones a los empresarios, los ataques a periodistas, el provecho que están sacando de todo esto los extremistas y los delincuentes, pintan un panorama donde no hay un ambiente de paz para dedicarse al debate sobre las posibles soluciones.
Para un diálogo se requiere que las dos partes se hablen cara a cara y estén dispuestos a ceder. Aunque el diálogo fue rechazado desde el inicio, este martes 21 parece abrirse una pequeña rendija. Durante 15 días el dirigente máximo de la Conaie, Leonidas Iza, ha exigido que el presidente de la República cumpla 10 puntos planteados por su organización.
Una exigencia inusitada y absurda, que implicaba que nadie se siente a conversar de nada y que el Primer Mandatario simplemente obedezca. Actitud de una prepotencia inconcebible en democracia, sistema en el que nadie puede imponer su voluntad unilateral, ni siquiera el presidente, quien está sujeto a los constreñimientos de la Constitución, a la fiscalización y rendición de cuentas y solo es colegislador en cuanto a las normas que rigen una sociedad. Mucho menos lo puede imponer el dirigente de un colectivo o confederación, por más importante que sea
Con todo. el presidente Lasso hizo un ejercicio de democracia con la carta enviada el día sábado, detallando en 16 páginas respuestas a los diez puntos planteados, uno por uno, enumerando acciones que ya había desplegado (algunas poco o nada comunicadas previamente) y efectuando nuevas e importantes concesiones, entre ellas aumentar el bono, reducir a la mitad del precio de la úrea, condonar deudas, aumentar el crédito barato, duplicar el presupuesto de la Educación Cultural Bilingüe y reafirmar que no habrá privatizaciones de servicios ni sectores estratégicos.
Luego, pareció haber una apertura, cuando, por boca del propio Leonidas Iza, se dijo el martes que a la tarde que habría una respuesta de la Conaie a esa carta. Era un importantísimo avance que se unía al anuncio de más de 300 organizaciones de la sociedad civil para iniciar un proceso en el que se concreten los acuerdos, con la ayuda de la Unión Europea y el Sistema de Naciones Unidas. Pero a la noche, el propio Iza echó un balde de agua fría sobre esas esperanzas, al plantear nuevas exigencias: que se derogue el estado de excepción; que se desmilitarice el Parque del Arbolito y la Casa de la Cultura; que allí se permitan asambleas indígenas y de otros actores de la sociedad civil y, de nuevo, machaconamente, que se dé solución a los 10 puntos planteados por el paro, como que no hubieran sido respondidos por el Gobierno.
Iza también anunció que la Conaie y las organizaciones sociales que se han aliado en el paro, no acudirán al llamado de actores con nula legitimidad, sin dar nombres. Como se sabe, el diálogo ha sido convocado por 300 organizaciones de la sociedad civil, que se unen en redes, como oenegés de desarrollo social, centros de educación superior, redes de organismos de derechos humanos, etc., con el apoyo técnico de la Unión Europea y la Organización de las Naciones Unidas. Hay otro llamado al diálogo realizado por 11 universidades. ¿Las instituciones de nula legitimidad son las primeras o las segundas?
Sin embargo, en el país entero, el diálogo es un clamor. El diálogo es algo esencial en democracia y está relacionado a la ética, los valores, los derechos humanos, la ciudadanía y, en el caso de la Conaie, con el multiculturalismo y la plurinacionalidad. Un diálogo profundo implica crear el espacio apropiado, estar dispuesto a escuchar con atención, incluso a aprender del otro, y tener la valentía de tomar decisiones morales y políticas. Los participantes en un diálogo deben estar listos a abrir su mente para pensar y razonar de una manera diferente a la que le es propia sobre un asunto y poder examinarlo desde posiciones contrastadas.
Los dialogantes deben interactuar, no imponer. El estímulo del diálogo es, en este caso, el bienestar del país y de cada una de las familias y empresas que lo componen. Los dialogantes deben no solo entender las demandas del otro sino tratar de hacer suya su cosmovisión. Y deben entender los límites del otro, y sus diferencias filosóficas y hasta sicológicas.
Fue eso lo que aprendí cuando, junto con Andrés Vallejo, entonces ministro de Gobierno, conduje el diálogo con la Conaie durante el primer levantamiento indígena del 4 de junio de 1990. Encargados por el presidente Rodrigo Borja, desde el primer día pedimos al arzobispo de Quito y al obispo de Latacunga, monseñores Antonio González y José Mario Ruiz, que la Conferencia Episcopal Ecuatoriana fuera la facilitadora del diálogo. La cosa se complicó el segundo y el tercer día, pero al anochecer del cuarto, el jueves 7 de junio, nos sentamos formalmente Andrés y yo al diálogo del Gobierno con la dirigencia de la Conaie encabezada por su presidente Luis Macas. La semana siguiente los indígenas fueron recibidos por el presidente Borja en el Palacio de Gobierno. A las pocas semanas, los diálogos pasaron a ser presididos por Raúl Baca, ministro de lo que entonces se llamaba Bienestar Social, mientras impulsábamos las causas de reforma agraria represadas, todas las cuales se resolvieron en los siguientes meses. También, como ahora, la Educación Popular Bilingüe fue objeto del diálogo: de allí salió que su director nacional y los directores provinciales fueran indígenas.
La visión de que el indio es relativamente inaccesible, impenetrable, y que su contexto es incomparable con el del habitante urbano, no solo ha sido desmentida por la práctica del diálogo desde hace 30 años, sino que los indios han adoptado cada vez más posiciones políticas, con ideologías definidas e, incluso, radicales, como la del actual dirigente, quien adhiere al mariateguismo, cuyo objetivo es el comunismo indoamericano, lo que sea que eso signifique. Eso hace que se trate de un diálogo totalmente distinto al de hace 32 años. Pero ni siquiera eso debería ser obstáculo. Eso sí, si el otro es tan radicalmente otro que busca tu destrucción, el diálogo es imposible. La ciudadanía espera que los constantes llamados a tumbar al presidente, que permearon toda la primera semana de movilización indígena, se reduzcan a la proporción infinitesimal que deben tener.
Buena voluntad, deseo de llegar a una solución, equidad, puntos de referencia comunes, empatía, capacidad de escucha, honestidad, discreción durante su desarrollo y rendición de cuentas posterior, humildad, incluso, y apertura y respeto a la palabra dada son condiciones del diálogo exitoso que se debe emprender enseguida. (O)