Desde la finalización de la II Guerra Mundial, en la mitad del siglo XX, se expandió el concepto del desarrollo y adquirió gran hegemonía. Han trascurrido siete décadas desde que se prometió al Sur que mediante el desarrollo se podría participar en el modo de vida de los países industrializados del Norte: se nos vendió el desarrollo como la esencia de la calidad de vida (Lang).
Luego de ese periodo y con el advenimiento de la pandemia Covid-19, se abre un proceso de discusión sobre el fracaso de las diferentes teorías del desarrollo y la pertinencia de adjudicar al crecimiento económico la condición de indispensable para alcanzar efectivamente sus objetivos. Los cuestionamientos más visibles alrededor del crecimiento no lo ponían en duda como una meta en sí misma; al contrario, se debatía sobre los distintos modos de alcanzarlo para sostener los procesos de desarrollo.
Algunas corrientes niegan la asociación directa del crecimiento con el desarrollo y otras lo amplían a dimensiones más allá de la económica, como las sociales o ambientales. Sus expresiones más claras son las propuestas de desarrollo humano y la del desarrollo sostenible.
El concepto de desarrollo humano aporta al estudio de los impactos sociales que se pueden obtener en favor de la humanidad, con los procesos de crecimiento económico. El objetivo real del desarrollo es beneficiar a las personas; la generación de riqueza es sólo un medio.
Fue definido y propuesto por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en 1990, y se inscribe en el marco de las teorías heterodoxas del desarrollo. Es un modelo holístico que incluye diferentes temas del desarrollo y del crecimiento económico: la satisfacción de las necesidades básicas, la inversión social, la seguridad y otros.
Sus tesis fundamentales se enmarcan en la búsqueda de las causas de la pobreza. Se caracteriza por su visión optimista sobre la existencia de suficientes recursos en el mundo para satisfacer las necesidades de la población mundial.
El concepto de Desarrollo Humano es amplio e integral; parte de la satisfacción de las necesidades básicas como el elemento central del desarrollo; sostiene que éste debe basarse en la reducción de la pobreza, es decir, en la satisfacción de necesidades. Esta concepción se sustenta en el hecho de que el crecimiento económico no llega siempre a los más pobres; por tanto, enfatiza en la necesidad de prestar atención a su calidad y distribución. Redime la importancia de la educación, la salud, el empleo, la eficiente distribución del ingreso.
Para establecer una relación entre crecimiento económico y la calidad de vida se requieren políticas públicas consensuadas, orientando el gasto público hacia servicios sociales y distribución equitativa del ingreso: “una gran reforma agraria, sistemas de impuestos progresivos, nuevos sistemas de crédito, expansión de los servicios sociales básicos, redes de seguridad social temporales para aquellos que puedan ser ignorados por el mercado o las acciones de las políticas públicas”. (Mahbub ul Haq).
Como debe esperarse en lo concerniente a las teorías sobre el desarrollo, se han dado críticas a la corriente del desarrollo humano, una de ellas que estima que sus estrategias no tienen un sólido análisis económico, vista la preocupación especial sobre el gasto social. También se tilda a sus estrategias como inclinadas al desarrollo de los recursos humanos o sólo a la satisfacción de las necesidades humanas básicas, sin mayor propuesta sobre el crecimiento, la producción, el consumo, el desarrollo de los sectores productivos, y otros temas propios del funcionamiento de un sistema económico.
El análisis de las políticas económicas y de desarrollo aplicadas en América Latina durante las últimas décadas, evidencia las dos grandes concepciones que han dominado el panorama de la región: el desarrollismo y el monetarismo neo-liberal.
El desarrollismo fue un enfoque de desarrollo predominantemente económico que descuidó otros procesos sociales y políticos que comenzaban a emerger con fuerza y gravitación crecientes.
La historia del neo-liberalismo monetarista es otra y bien distinta. El monetarismo ha sido fabricante de recetas y dogmas fuera de contexto. Entre sus teorías rechazan la observación de la realidad de las sociedades y, con su irrupción en América Latina, buscan el dominio del poder, desplazando el universo de las ciencias sociales.
La propuesta que contiene la corriente del Desarrollo Humano constituye un remanso que infunde un rayo de luz en la búsqueda de un nuevo paradigma para la sociedad. (O)