A finales del siglo XIX, el movimiento obrero estadounidense vitoreaba la consigna: ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso y ocho horas de ocio. Después de 307 manifestaciones, 88.000 trabajadores en huelga y 8 personas detenidas (5 condenadas a muerte), el sueño fue calando en la mayoría de los países, incluido Ecuador. Es por ello que todos los primeros días de mayo celebramos el Día Internacional del Trabajo, un recordatorio del pacto social ganado.
En la actualidad, dentro del acelerado mundo en el que vivimos, parece que trabajamos cada vez más horas. Sin embargo, esto no es verdad, especialmente en los países más ricos. En el caso de nuestro país, con la data más actualizada de Our World in Data, encontramos que los ecuatorianos pasamos de trabajar 1.936 horas en 1996 a 1.701 horas en 2017.
Evidentemente, estos datos no reflejan la totalidad de los casos, ni nuestro amplio mercado de trabajo informal. Pero, tampoco prueba que más horas de trabajo se transforman en mayor productividad. Por ejemplo, Alemania, el país más rico de Europa, pasó de 2.427 horas de trabajo anuales en 1870 a 1.354 horas en 2017. Otro caso es Suiza, un país cuyo ingreso promedio es 20 veces más grande que el de Camboya. Entonces, ¿qué país trabaja más horas? Los camboyanos trabajan, en promedio, 900 horas más que los suizos.
Si tomamos en cuenta la productividad laboral, que se mide como el PIB por la hora de trabajo, el resultado (con cifras de 2019) sería de US$ 15,3 por hora laboral. Sin embargo, el valor que manifestó la cartera de Estado ecuatoriana es de US$ 2,88, dividiendo el Salario Básico Unificado (US$ 460) por las 160 horas mensuales. Sumando los beneficios por ley (décimos e IESS) llegaría a US$ 3,09.
Sorprendentemente este no es un formato nuevo. Las jornadas parciales permanentes, estipuladas en el Código de Trabajo, son un mecanismo para regular horarios laborales menores a ocho horas, junto a todos los beneficios de ley. Hecho que no ha afectado en nada a la formalización de los negocios informales ni al aumento en la generación de empleo adecuado. Mientras que la precarización laboral en plataformas de delivery de alimentos y de transporte de pasajeros sigue creciendo a pasos agigantados dentro de la modalidad: mientras más horas trabajo más dinero gano.
Inventar el agua tibia no es una política de inclusión laboral. Quizás, la pregunta no debería estar centrada en copiar modelos de otros países, sino en formar un criterio propio que amplíe la productividad generada por el esfuerzo de millones de ecuatorianos. Un trabajo en equipo que mantenga el derecho revolucionario del ocio, que ya cumple 138 años el próximo mes, y que, a la vez, nos acerque más hacia el modelo de los países verdaderamente desarrollados, aquellos que ya se dieron cuenta de esta realidad hace muchos años. (O)