El cerebro de los adolescentes
El relato invita a no temer a la adolescencia de nuestros hijos, sino disfrutarla con ilusión, esperanza y templanza, recordando que también fuimos adolescentes y que, gracias a esa experiencia, hoy somos adultos.

Durante los momentos de insomnio en un largo vuelo, tuve la oportunidad de reencontrarme con uno de los libros que, en mi opinión, debería ser de referencia tanto para educadores como para padres de adolescentes. Se trata de El cerebro del adolescente, escrito por David Bueno, uno de los investigadores más destacados a nivel mundial en la pionera cátedra de neuroeducación de la Universidad de Barcelona.

Prestar atención a los cambios biológicos que atraviesan los adolescentes puede ayudarnos a comprender las claves de la transformación que representa esta etapa de transición de la niñez a la juventud. Esto nos permitiría "estimularlos y empoderarlos", pero, sobre todo, "respetar sus ritmos de maduración para apoyarlos emocionalmente".

Este fascinante libro comienza enfatizando la necesidad de comprender, como sociedad, los comportamientos de los adolescentes. Para ilustrar esto, menciona la irónica queja generacional que persiste en nuestros tiempos, según la cual "la juventud de antes era mejor" porque los jóvenes de hoy "han perdido el respeto a sus mayores, han perdido valores, son impulsivos y se esfuerzan menos que nosotros a su edad". Esta percepción se ha repetido desde la época de Aristóteles, Platón y Confucio, pero es en la actualidad cuando estamos llamados no solo a entender, sino también a actuar para transformarla desde la conciencia.

Se estima que en el mundo hay unos mil doscientos millones de adolescentes, lo que representa aproximadamente el 16% de la población mundial. Todos ellos enfrentan conflictos, transformaciones, contradicciones y preguntas que necesitan respuestas para configurar una identidad coherente con sus capacidades y deseos.

¿Por qué no debemos dejar solos a los adolescentes? Porque en esta etapa se adquieren competencias —habilidades y destrezas—, conocimientos y el empoderamiento necesario para asumir responsabilidades y derechos en la vida adulta. Es también el momento en que se intensifican las emociones y se fomenta la experimentación creativa, aspectos imprescindibles para un desarrollo adecuado en la adultez, un entendimiento equilibrado de deberes y derechos, y, en definitiva, la construcción de una auténtica vida plena en el futuro.

Si bien la adolescencia es un período desconcertante, también es una etapa trascendental en el futuro de todos. Como señala Agustina Pérez Céspedes, experta en psicopedagogía y educación, "guiar a los adolescentes a descubrir su propósito de vida, en medio de cambios y experiencias, les permitirá visualizar las oportunidades que existen en medio de ese aparente caos".

A propósito, Bueno realiza un recorrido magistral que nos permite entender las conexiones neuronales, así como los cambios biológicos y conductuales que ocurren desde la niñez hasta la adolescencia. Estos cambios explican las razones de esa "rebeldía con causa", como él llama a la tendencia de los adolescentes a romper los límites que caracteriza esta etapa. Este enfoque nos invita a intervenir desde la educación y el entorno social y familiar que creamos, con el fin de impactar positivamente en nuestros hijos y estudiantes.

La propuesta central del libro aborda la realidad de los adolescentes desde tres perspectivas: estímulo, ejemplo y apoyo. Es decir, estímulos convertidos en acciones concretas que transformen el comportamiento de los adolescentes, ejemplificados en situaciones diarias que los ayuden a sentirse respaldados para enfrentar los desafíos del entorno. Apoyarlos emocionalmente implica ser tolerantes, pero sin evitarles dificultades ni situaciones adversas o exigentes, ya que estos retos los ayudan a salir de su zona de confort. Esto contribuye a que se conviertan en "directores de su propia vida", potenciando su curiosidad, su capacidad de asombro, su reflexión, y fortaleciendo su confianza y autoconfianza, mientras se les transmiten conductas positivas ante la vida.

Finalmente, el relato invita a no temer a la adolescencia de nuestros hijos, sino disfrutarla con ilusión, esperanza y templanza, recordando que también fuimos adolescentes y que, gracias a esa experiencia, hoy somos adultos. (O)