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Es un Carnaval que nos enseña a competir, a que nada es amistoso en esta vida, ni siquiera cuando estás de fiesta, pero con límites y reglas. Nos enseña de campañas electorales, de respeto y de democracia. De tolerancia, libertad y trabajo en equipo para conseguir una meta.

5 Marzo de 2025 15.23

Alguien me preguntó dónde se celebran los mejores carnavales en el país. Sin dudar un segundo le contesté que en el Colegio Americano. Esa no era la respuesta que quería escuchar la persona que me hizo esa consulta, porque buscaba inmediatez: máscaras, agua a chorros y usar espuma. Bestialismo, en definitiva. Aunque en el Carnaval del Colegio hay disfraces y comparsas, es un evento que se trata de otras cosas, mucho más permanentes y profundas que van más allá de unos cuantos bombazos de agua.

El Carnaval del Colegio Americano es la vida hablándonos mientras estamos de fiesta. En realidad, es todo lo que sucede alrededor de un evento que empieza mucho tiempo antes de que llegue febrero o marzo de cada año. Quizás, empieza cuando entramos al Colegio. Aunque no lo sepamos, sentarnos en la primera clase es cuando empieza a apoderarse el espíritu del Carnaval y de lo que es ser del Americano en todos los alumnos, porque las dos cosas van de la mano. Luego, cuando pasas a secundaria y mientras creces y te empiezan a aparecer pelos por el cuerpo, los rumores sobre ese evento se vuelven ciertos. El espíritu y los valores de este Carnaval ya se han metido bajo la piel, volviéndose una enfermedad incurable.

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El Carnaval consiste, para poner en contexto, en una competición entre cursos por la elección de una reina y de un curso que dura algunos días. Esto se somete a votación de todos los alumnos de la secundaria. Para eso hay que preparar las campañas muchas semanas antes con originalidad, con los mejores bailes y el mejor discurso. Parecería algo ligero, pero no. Es un Carnaval que nos enseña a competir, a que nada es amistoso en esta vida, ni siquiera cuando estás de fiesta, pero con límites y reglas. Nos enseña de campañas electorales, de respeto y de democracia. De tolerancia, libertad y trabajo en equipo para conseguir una meta. Es entender el rol que tenemos en la vida y que cada pieza (peón, alfil, torre, caballo) es tan importante como la reina. Aprendemos que debemos estar unidos, porque es una forma de construir. Pero también son importantes las individualidades y las destrezas que cada uno tiene para hacer arte en un telón o pintar una simple bandera, dar un discurso o conquistar con simpatía (no todos somos simpáticos) los votos de otros compañeros. Es aprender desde pequeños a organizarnos entre nosotros y, si no nos va bien, de que perder es parte del juego. Es entender que lo único importante es hacer las cosas con pasión. De hecho, y parafraseando a Hernán Casciari, la única tarea fundamental del colegio es transmitir pasión. No hay otra cosa que hacer con un alumno que eso. Todo lo demás es puro azahar.

Esta fiesta no consiste únicamente en disfrutar de una celebración pagana con máscaras y disfraces. En realidad, este Carnaval se trata de la vida hablándonos mientras, entre amigos, nos organizamos. Absolutamente todo lo hacen los alumnos. Los profesores, autoridades y padres son convidados de piedra a este encuentro. Por eso, es la vida enseñándonos desde pequeños con alegría, color y fiesta. Es una fiesta que dura el Carnaval y el carnaval debe durar toda la vida. Todo lo que te hizo creer en algo cuando fuiste joven, termina acompañándote la vida entera. Por eso es muy importante llenar la juventud con alegrías, carnavales y buenas elecciones.

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El Carnaval y el Colegio transforman vidas. No son solo las odiosas clases de matemáticas, aunque sean necesarias. No son las maravillosas clases de literatura y los libros que lees, que deberían ser muchos. El Colegio sienta las bases que nos acompañan en el tiempo con estas cosas, que van más allá de la matrícula. Por eso, cuando te conviertes en exalumno no sabes, aunque lo intuyes, por qué te sigue emocionando hasta las lágrimas ir al campus y sentirte en casa. Escuchar el himno y que se te erice la piel, encontrarte con compañeros por la calle y confundirles con hermanos. Escribir este artículo. 

Parece superfluo, pero no es casual que este Carnaval inocula valores que se quedan debajo de la piel para siempre. El Carnaval es el pretexto para ser felices porque debe ser un Carnaval toda la vida, como la canción de Los Fabulosos Cadillacs, "que te enseña a vivir", siendo siempre mejor la alegría y la fiesta, que lo triste y doloroso. La vida, constantemente, nos deja heridas que intentamos sanar en silencio, por eso hay que convertir el silencio en Carnaval. 

La vida se te va, ni el tiempo vuelve, ni la vida se repite. Por eso, hay que intentar que la vida sea siempre un Carnaval. ¡Gracias Colegio! (O)

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