El cambio climático está poniendo a la humanidad frente a decisiones éticas. De ellas dependerá la calidad de vida de las generaciones venideras, y de la actual. Sin embargo, la respuesta del mundo es todavía insuficiente e ineficaz. Estamos obligados, como especie, a tomar conciencia de nuestro propio impacto en la naturaleza.
La vida en nuestro planeta está condicionada por un sistema ambiental en equilibrio, con los gases atmosféricos de efecto invernadero natural (GEI). Pero su exceso en la atmósfera aumenta los efectos y, por tanto, se genera el calentamiento global, ocasionando daños a todos los seres vivos. El aumento de la temperatura ocasiona consecuencias nefastas para la vida en la Tierra,
Desde finales del siglo pasado se ha dado un gran debate entre los científicos, medios de comunicación, los políticos y la gente común: realmente está o no teniendo lugar un cambio climático, y, de ser así, si las causas de dicho cambio son atribuibles a la contaminación que genera el ser humano.
La insistencia en minimizar los acontecimientos climáticos que tienen lugar en el mundo alega que el desarrollo de la comunicación mundial es en parte responsable de esta corriente alarmista. Sin embargo, las cifras demuestran que no solo hay más catástrofes que antes, directamente relacionados con variaciones climáticas, sino que cada vez son de mayor intensidad. Ha sido necesario que instituciones como el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) y la Organización de las Naciones Unidas alerten sobre los peligros del calentamiento global y sus consecuencias.
El planeta Tierra se está calentando a una velocidad superior a la puesta en marcha de acciones que frenen el calentamiento global. Es decir, sus efectos -tormentas, sequías, incendios forestales, olas de calor e inundaciones costeras- serán de dimensiones catastróficas y de altísimos costos
El calentamiento del planeta proviene de las actividades económicas de producir, comerciar y consumir bienes con la utilización de los combustibles fósiles, petróleo y carbón, que generan altas emisiones de CO2, y otros gases que calientan el clima. Según un estudio de la Universidad Nacional de Colombia (Guillermo Maya Muñoz,, profesor titular), está comprobado que los países desarrollados e industriales tienen una participación porcentual mayor sobre este fenómeno, así: EE. UU es el mayor emisor de CO2, con cerca del 25 por ciento de las emisiones históricas, 2 veces más que China; la Unión Europea (28 países) contribuye con un 22 por ciento. La contribución de emisiones por continentes destaca que Asia aportó 53%; Europa, 17%. América del Sur y África son los de menor porcentaje de emisiones. Así lo atestiguan también sus patrones de consumo, que afectan al medio ambiente, mucho más que el consumo de los sectores populares; los países pobres -la mayoría africanos- solo "han sido responsables de menos del 0.01 por ciento de todas las emisiones en los últimos 266 años"
Por lo tanto, los países desarrollados e industriales tienen mayor responsabilidad que los países pobres y de ingresos medios, que son los más afectados por el cambio climático. La responsabilidad se refuerza al considerar que el poderío económico de esos países se origina en sus procesos productivos y modelos de consumo extractivistas y generadores de contaminación, además de liderar la concentración de la riqueza. Así, la opulencia de los 62 individuos más ricos del mundo equivale a la que tienen 3500 millones de personas, el 50 por ciento más pobre de población mundial, que solo contribuye con el 10 por ciento de las emisiones de CO2.
Señalar responsabilidades sobre el cambio climático es muy importarte para evitar que los países desarrollados evadan las suyas, Más aún si esos países han buscado disminuir las emisiones relocalizando la producción intensiva en emisiones hacia terceros países, aumentando así sus ganancias.
Estos hechos ponen en una perspectiva diferente la responsabilidad sobre el calentamiento del clima. Se hace necesario un mejor reparto de la riqueza, y la humanidad necesita replantear sus formas de vida ante la relación causal existente entre crecimiento económico y calentamiento global. Los países desarrollados tienen que transformar sus formas de producir y consumir, mientras la mayoría de países todavía tienen que enfrentar los retos de la pobreza por medio de la transformación productiva de sus economías, para crecer y mejorar el bienestar de su población.
El cambio climático no es un fenómeno sólo ambiental sino de profundas consecuencias económicas y sociales. Los países más pobres, que no están preparados para enfrentar cambios rápidos, serán los que sufrirán las peores consecuencias.
Latinoamérica y el Caribe no contribuyen significativamente al calentamiento global por su bajo nivel de emisiones, pero es receptora de los efectos producidos por las grandes potencias industriales. Por tanto, deberá asumir estrategias conjuntas para vigilar y presionar porque los países industrializados reduzcan la emisión de gases de efecto invernadero, reorienten sus modelos de producción y pongan en marcha un nuevo ciclo económico, con nuevos modelos energéticos y nuevos equilibrios en el mundo. (O)