En este momento, en que los poderes del Estado se ven empañados por la corrupción, el mal manejo de la justicia y el abuso de las garantías constitucionales, es esencial resaltar el papel del abogado como profesional para cambiar el mundo. En un sistema legal afectado por desafíos, los principios y valores de los abogados se vuelven aún más relevantes.
En primer lugar, el abogado se presenta como un sanador y guía para los clientes en todas las áreas del Derecho. No solo se trata de representar y proteger los intereses de quienes buscan su asesoramiento, sino también de brindar apoyo emocional y empático en instancias que, más de una vez, pueden llegar a ser desafiantes. Los abogados deben entender las preocupaciones y necesidades de sus clientes. La tarea implica combinar su conocimiento legal con habilidades de comunicación efectiva, en el propósito de ayudar a sus clientes a navegar por los desafíos legales de una manera más humana y empática.
En medio de un sistema legal cuestionado, rescatar un valor como la honestidad en los procesos se convierte en una bandera fundamental para los estudios jurídicos. Los abogados tienen un compromiso adicional pues deben ser defensores de la integridad y la transparencia, asegurando que la justicia prevalezca en cada caso. Al mantener altos estándares éticos y luchar contra la corrupción, los profesionales del derecho son el catalizador principal de fortalecer la confianza en el sistema legal y garantizar que todos los individuos tengan acceso a una representación justa.
En segundo lugar, frente a los cambios tecnológicos y las transformaciones en el pensamiento de la sociedad, el abogado se enfrenta a la necesidad de liderar. En un mundo cada vez más digitalizado, el abogado debe adaptarse y comprender el impacto de la tecnología en el ámbito legal. Esto implica estar al tanto de las nuevas herramientas y plataformas digitales que pueden agilizar los procesos legales, así como comprender los desafíos éticos y de privacidad que surgen con la creciente digitalización. Es decir, la aplicación de los valores previamente mencionados serán un componente necesario para regular y garantizar los derechos de las personas en la nueva era.
El abogado asimismo debe ser un dirigente en la promoción de cambios en el pensamiento jurídico. A medida que la sociedad evoluciona y surgen nuevos retos legales, es fundamental que los abogados sean proactivos en la búsqueda de soluciones innovadoras y en la aplicación de enfoques más inclusivos y progresistas. En otras palabras, desafiar las normas establecidas, cuestionar la legalidad de prácticas discriminatorias y trabajar hacia la construcción de un sistema legal más justo y equitativo para todos.
En palabras de Earl Warren, “es el Espíritu y no la forma de la ley lo que mantiene viva a la justicia”. Estas palabras resaltan la importancia de que los abogados actúen más allá de las meras formalidades legales y se enfoquen en el espíritu de la justicia. El abogado como profesional tiene la responsabilidad de ser un agente de cambio, impulsando políticas y prácticas legales que promuevan la equidad, la igualdad de oportunidades y la protección de los derechos humanos. Por lo cual, para conseguir el objetivo, la naturaleza del jurista debe ser contestataria, no conformista con el relato dominante, sino con el de su convicción informada, ya que usualmente el sistema se siente más cómodo con la obediencia.
En conclusión, en un contexto donde los poderes del Estado enfrentan desafíos y cuestionamientos, el abogado se presenta como un profesional con el potencial de cambiar el mundo. A través de su compromiso con los valores, su capacidad para hablar por aquellos sin conocimiento legal, su papel de sanador y guía, y su firme defensa de la honestidad en los procesos, el abogado puede desempeñar un papel transformador en la sociedad. En última instancia, es su dedicación a la justicia y su compromiso con el bien común lo que permitirá mantener viva la esencia de un sistema legal equitativo, transparente, y en definitiva un mundo mejor. (O)