Referimos a la tragedia de Sófocles. El oráculo anuncia a Layo, padre de Edipo, que este lo asesinará y terminará casando a Yocasta, esposa del primero y madre del segundo. Ante el fatídico vaticinio, Layo entrega el niño a un pastor, con la instrucción de que lo abandone en el bosque con los pies atados (en griego, “edipo”, aquel de los pies hinchados). El recadero no cumple el encargo… procura a Edipo al cuidado de otro pastor, quien lo ofrece a los reyes de Corinto. El oráculo presagia a Edipo, ya en edad adulta, en los mismos términos que lo hizo con Layo, frente a lo cual huye de Corinto a Tebas.
Con ocasión de un incidente en ruta a Tebas, Edipo mata a Layo sin conocer que se trata de su padre biológico. Edipo casa con Yocasta, todavía ignorando que es su madre. A raíz de una plaga que devasta Tebas, Creonte (cuñado de Edipo) accede al oráculo, el cual revela que la epidemia es castigo divino por la muerte de Layo, a ser aclarada. Va conociéndose la verdad a través del adivino Tiresias y de la misma Yocasta. La tragedia llega a su clímax con el suicidio de Yocasta colgada de una viga en palacio, y la extracción de Edipo de sus propios ojos con el broche del vestido de su madre. Se cumple, pues, la profecía que conforma la base sobre la cual elaborarán sicólogos y filósofos para entender y explicar ciertas actuaciones humanas y sociopolíticas.
En efecto, la tragedia interesa en doble propósito académico. S. Freud toma al “mito de Edipo” como punto de partida para desarrollar su teoría del sicoanálisis. En un influjo más amplio la tesis tiene profundas implicaciones filosóficas. Las ideas del austriaco (nacido en la actual República Checa) pesan de manera determinante, a su vez, en el filósofo y sociólogo francés M. Foucault. Este parte de Edipo Rey para explorar en torno a “el poder y saber… el saber y poder”, que gravita en las relaciones políticas de la sociedad. Para uno y otro, el narcisismo de Edipo es primordial para comprender el porqué de las luchas de poder en que el hombre se enfrasca. Batallas que las libra, para Freud, en sus intimidades; y, según Foucault, en sus lanzamientos políticos.
El sicoanálisis de Freud parte de un autoanálisis, que lo resume en carta a W. Fliess. Es un médico polaco con quien el freibergués, entre la última década del siglo XIX y los primeros años del XX, mantiene una estrecha relación escolástica plasmada en comunicaciones escritas. Sigmund afirma haber encontrado en sí sentimientos de amor hacia su madre y de celos hacia el padre, que los considera comunes a todos los niños. Sostiene que el destino de Edipo “bien pudo haber sido el nuestro, porque el oráculo emite la misma maldición sobre él y sobre nosotros”. La toma de conciencia sobre el complejo edípico es un proceso que el hombre está llamado a ejecutarlo para vencerlo y acceder a su normalidad; por el contrario, si no lo hace termina en neurosis.
El hecho de que el humano nace desvalido lo lleva a refugiarse en sus padres, principalmente en la madre como fuente primaria de alimentación (el pecho), que tiene trascendencia erótica tanto para el varón como para la mujer. En el primero se da una “primacía fálica”; en la segunda se produce “envidia del pene”. Esta polémica teoría freudiana ha sido objeto de duras críticas por parte del movimiento feminista… y con sobrada razón. Llega a relacionar la histeria con traumas sexuales femeninos, hipótesis que pocos la defenderían ahora. Hasta entrado el siglo XX se consideraba al histerismo enfermedad exclusiva de la mujer.
Según ya lo expusimos, en el plano sociopolítico Foucault identifica el “mito de Edipo” con “el saber y poder… el poder y saber”. El francés asume al personaje mítico como representación de quien sabiendo demasiado abusa del poder… y de quien teniendo poder, sabe en exceso. Ya no se trata de deseos inconscientes sino de una “lucha de poder”, emprendida por el hombre al margen de toda consideración moral. Foucault habla de la “ley de las mitades”, que para nosotros – en política – son las verdades a medias, a través de la cuales individuos impresentables manipulan y entretejen sus intereses.
Por otro lado, F. Nietzsche afirma que el “poder político no está ausente del saber, sino que está entramado con este”. En el tirano, al igual que en Edipo, lo trascendental no es su inocencia ni su culpa, pero el poder de que goza y la manera de conservarlo. Para la filosofía foucaultiana, influenciada por Nietzsche, lo perturbador en política no es cómo se accedió al poder sino la posibilidad de perderlo. La tragedia de Edipo no es lo monstruoso de su pasado pero el fin que tuvo. Los dirigentes indecentes y traumados, privados del imperio que alguna vez tuvieron, emprenden en mañoserías para volver con él. (O)