Están en Hamburgo, Austin, Los Ángeles, Boston, Madrid, Belo Horizonte, Miami, Lima, Hanói, Cancún, Nueva York, Washington, Houston, Bogotá y más ciudades.
No son futbolistas, ni artistas. Algunos trazaron su camino y lo están recorriendo con altos y bajos; otros se dejaron llevar por las circunstancias y van cosechando éxitos y fracasos. Todos van aprendiendo; allí están emprendedores, empresarios, profesionales de distintas ramas.También son migrantes que supieron golpear las puertas correctas. Todos tienen dos puntos en común: su país origen y sus ganas de dejar un legado.
Son esos ecuatorianos que se han convertido en embajadores, en ejemplos para muchos, en mentores y en casos de éxito. También son los que enseñan a partir de sus errores, de sus caídas.
Cuando cuentan sus historias lo hacen con humildad, saben cuánto cuesta alcanzar el éxito (ese concepto difuso y a veces efímero). Hablan sobre sus trayectorias con emoción, recuerdan siempre sus orígenes y saben que nada está asegurado, saben que el esfuerzo y la dedicación son constantes en la vida.
Estos ecuatorianos son parte de grandes empresas, están en las fronteras de sectores disruptivos como la inteligencia artificial, el machine learning o el metaverso. También son investigadores y científicos que aportan a la medicina, a la biología y a otras ciencias. Otros brillan en industrias como el turismo, la movilidad, las energías renovables, el mundo del entretenimiento y más. Todos son creativos, inteligentes, resilientes, sensibles y con un toque de ambición (no confundir con codicia).
Ellas y ellos comparten sus conocimientos, ayudan a otros, crean networking y apuntan alto, muy alto. Son ecuatorianos únicos, brillantes.
En tiempos de incertidumbre, cuando las malas noticias nos bajonean y el futuro luce complicado, es reconfortante saber que hay mujeres y hombres nacidos en este país que causan orgullo y admiración. ¡Brindo por esos cracks ecuatorianos! (O)