Cuando se piensa en un presidente millennial, es fácil imaginar a alguien que domina las redes sociales, promueve la innovación y ofrece una visión fresca del poder. Daniel Noboa, nacido en 1987, parece encarnar ese perfil. A sus 35 años, se convirtió en el presidente más joven en la historia del Ecuador.
Su llegada a Carondelet no solo marca un relevo generacional, sino una aparente ruptura con los esquemas tradicionales del poder. Con estudios en Administración de Negocios por la Universidad de Nueva York y una carrera empresarial temprana, Noboa aporta un enfoque diferente al del político tradicional. Su estilo directo y su presencia constante en plataformas digitales han captado la atención, especialmente de los jóvenes, que ven en él una oportunidad de renovación.
Sin embargo, su juventud también plantea dudas legítimas sobre su experiencia y capacidad para enfrentar una de las etapas más complejas que ha vivido el país en los últimos años.
Un país al borde: En enero de 2024, Ecuador registró 8.009 homicidios intencionales. La tasa de asesinatos —43,94 por cada 100.000 habitantes— es una de las más altas de América Latina. La violencia se ha vuelto parte del paisaje cotidiano: atentados, extorsiones, asesinatos a plena luz del día. Según Gallup, el 73 % de los ecuatorianos afirma sentirse inseguro al caminar solo por la noche. No es solo percepción. Es una realidad que se vive en semáforos, barrios y plazas.
La respuesta del gobierno ha sido clara: "mano dura". En enero, Noboa declaró un "conflicto armado interno" y movilizó a las Fuerzas Armadas contra las bandas criminales. La medida generó una militarización sin precedentes y un discurso oficial enfocado en la recuperación del orden. Aunque algunos indicadores muestran una leve disminución de homicidios, alrededor del 20 % respecto al mismo período de 2023, los niveles de violencia siguen siendo alarmantes. El terror no se ha ido; solo ha cambiado de forma.
Ecuador cerró 2023 con una tasa de 46 homicidios por cada 100.000 habitantes, según el Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado (OECO), superando incluso a países históricamente violentos como Honduras y Venezuela. En 2018, esa cifra era de apenas 5,8.
En los primeros tres meses de 2024, se registraron más de 1.600 muertes violentas, con provincias como Guayas, Esmeraldas y Manabí entre las más afectadas. La población sigue viviendo con miedo. Y mientras tanto, las reformas estructurales que podrían atacar el problema de raíz como: educación, cohesión social, sistema penitenciario, fortalecimiento institucional, combate contra la desigualdad, entre otros, continúan estancadas en un Parlamento fragmentado, donde Noboa no ha logrado construir consensos.
Economía en pausa: El panorama económico no es menos preocupante. En 2024, el Producto Interno Bruto cayó un 2,5 %, según datos del Banco Mundial. La pobreza medida desde el punto de vista económico afecta al 28 % de la población: más de cinco millones de personas viven con menos de 91,43 dólares mensuales y seguramente no somos ni tu ni yo que estamos leyendo estas líneas, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo (Enemdu). La recuperación proyectada para 2025 es un crecimiento del 2,3 %, depende de factores aún frágiles: estabilidad política, mejora en la oferta energética y credibilidad institucional.
La ciudadanía, golpeada por el desempleo, la inflación y la inseguridad, empieza a perder la paciencia.
¿Política o marketing? Como buen millennial, Noboa ha intentado posicionarse como una figura disruptiva, moderna y hasta ambientalista. Su imagen es cuidada, su discurso directo y su estrategia digital bien pensada. Pero la política no se resuelve en TikTok. El Ecuador de 2025 exige mucho más que presencia en redes sociales.La falta de experiencia, la resistencia de los poderes tradicionales y una desconexión creciente con las necesidades ciudadanas podrían convertirse en los principales obstáculos de su gobierno.
Juventud, ¿ventaja o riesgo? La juventud de Noboa representa una promesa de renovación, pero también un riesgo. Porque el país no necesita un presidente con buena imagen, sino uno con visión, coraje y capacidad de liderazgo para transformar las estructuras corroídas que lo tienen al borde del colapso.
En conclusión, Ecuador ya no resiste más improvisación. Noboa tiene una oportunidad histórica de marcar una diferencia real. Pero no serán los discursos ni las publicaciones en redes los que definan su legado. Serán los hechos y el tiempo los que dirán si estuvo a la altura del momento o si fue, simplemente, es otro nombre en la larga lista de decepciones políticas del país, dicho esto solo me resta decir: que Dios bendiga al Ecuador.
Las opiniones expresadas son personales y no representan la posición editorial de Forbes Ecuador. (O)