Cuando miramos atrás este año, es imposible no reconocer las dificultades que hemos enfrentado como ecuatorianos. Las crisis, ya sean económicas, sociales, ambientales o políticas, como el aumento del costo de vida, la inestabilidad política y los desafíos en la seguridad ciudadana, donde el 44% de los ecuatorianos señala a la inseguridad como el principal problema, han sido un recordatorio constante de los retos que debemos superar. Pero también, en medio de todo, se alza un sentimiento que parece grabado en nuestra esencia: la capacidad de resistir, de levantarnos y de seguir adelante, siempre con una sonrisa y un corazón lleno de esperanza.Porque ser ecuatoriano no es solo vivir en un país, es llevar dentro una identidad que sabe como superar retos.
En un mundo que a menudo parece girar demasiado rápido, Ecuador nos regala una forma de pausar y conectar. Desde los mercados llenos de vida, donde los comerciantes ofrecen sus productos con una sonrisa y hasta nos suben el autoestima con sus frases, los paisajes que cortan la respiración, como la reciente declaración del Chocó Andino como Reserva de la Biosfera por la UNESCO y el auge del turismo sostenible en Galápagos, nuestro país nos recuerda que la belleza está en lo cotidiano.
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Cada vez que recorremos los Andes y vemos los volcanes imponentes, sentimos el poder de la naturaleza. Cada vez que pisamos una playa del Pacífico, con sus atardeceres que pintan el cielo de colores imposibles, recordamos que vivimos en un pedazo de paraíso. Este año, logros como la inauguración del Metro de Quito, un proyecto que conectará comunidades y reducirá tiempos de traslado, nos recuerdan que avanzamos, paso a paso, hacia un mejor futuro.
En las crisis del 2024, hemos visto a ecuatorianos ayudarse unos a otros. Desde el vecino que comparte lo poco que tiene hasta las iniciativas comunitarias que llevan alimentos y apoyo a quienes más lo necesitan, somos un país que no se deja caer. En un entorno donde las remesas, que este año alcanzarán los 5.000 millones de dólares, sostienen a miles de familias, vemos la importancia de la solidaridad y el esfuerzo compartido.
¿Cómo olvidar la sonrisa de los niños que corren por las calles jugando, ajenos por un momento a las preocupaciones de los adultos? ¿Cómo no emocionarse al ver cómo nuestras tradiciones siguen vivas, como un hilo que conecta generaciones y nos recuerda de dónde venimos? Este optimismo se refleja en que el 39,8% de los ecuatorianos ve el 2024 como un año de mejora, según recientes encuestas, demostrando que la esperanza es más fuerte que cualquier adversidad.
Ser ecuatoriano también es mirar al futuro con optimismo. A pesar de los desafíos, sabemos que siempre hay un nuevo amanecer por delante. Este 2024 ha sido testigo de logros significativos, como el aumento en la inversión extranjera en energías renovables, el crecimiento de las exportaciones de productos como el cacao y los camarones, y el reconocimiento de artistas ecuatorianos en festivales internacionales, demostrando que nuestro potencial trasciende las fronteras. El éxito de la Liga de Quito en la Copa Sudamericana y los avances culturales y deportivos también son motivo de orgullo nacional.
En estas fechas, cuando la nostalgia se mezcla con la alegría, es un buen momento para recordarnos que no estamos solos. Que cada ecuatoriano, desde el campesino en los campos de Loja hasta el comerciante en el centro de Guayaquil, es parte de una gran familia. Una familia que, aunque a veces tambalea, siempre encuentra la manera de sostenerse.
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Hoy, alzamos una copa por lo que significa ser ecuatoriano. Por nuestra diversidad, por nuestra capacidad de reírnos de nosotros mismos, por ese humor negro, por nuestra comida que siempre reconforta el alma y por nuestras montañas, playas, selvas y ciudades que nos llenan de orgullo.
Porque ser ecuatoriano es mucho más que enfrentar crisis; es encontrar la luz (literalmente) en medio de la oscuridad, es celebrar la vida incluso en los momentos más difíciles. Y es, sobre todo, saber que tenemos la capacidad de construir un futuro mejor, juntos.
Que estas fiestas sean un recordatorio de lo lejos que hemos llegado y de todo lo que aún podemos lograr. Porque, al final del día, no hay lugar como Ecuador, y no hay nada como el orgullo de decir: "Soy ecuatoriano". (O)